“Bajar la inflación a niveles más razonables tiene que ser una prioridad para el próximo gobierno”, considera Augusto Costa, mano derecha de Axel Kicillof en el área económica y secretario de Comercio de la Nación durante 2014 y 2015. Costa publicó recientemente su libro “Todo precio es político”, en donde analiza al detalle el fenómeno de la formación de precios y de la inflación en la Argentina. También recuerda cómo fue la concepción, diseño e implementación de Precios Cuidados, uno de los programas públicos en materia económica de mejor valoración de los últimos años. Costa es una fija para el gabinete de Kicillof en la provincia de Buenos Aires si el 27 de octubre se ratifica el resultado electoral favorable de las PASO. El economista dice que se puede bajar la inflación sin un plan regresivo en términos distributivos: propone reactivar el mercado interno aprovechando la capacidad ociosa mientras se aplican medidas de control sobre los formadores de precios en el marco de un programa que involucre también a la cuestión cambiaria, tarifas y manejo de las cuentas públicas bajo un acuerdo político amplio con sectores económicos, políticos y sociales.
- ¿Qué quiere decir que “todo precio es político”?
- Los precios que se forman siempre están sujetos a una decisión política. La más básica es intervenir o no intervenir en el mercado. Esto es importante porque los manuales tradicionales de economía plantean que cuando los mercados funcionan de forma competitiva, si se deja que la oferta y la demanda determinen cuánto se intercambia en cada mercado y a qué precio, el resultado es una asignación eficiente de recursos. Lo que ocurre en realidad es que los mercados están concentrados, casi en ningún mercado existe la competencia perfecta. Entonces cuando hay concentración ocurre que pocos actores tienen mucho poder y se aprovechan cobrando caro. Prefieren vender menos cantidades y emplear a menos gente vendiendo caro. Cuando el Estado, en esas condiciones, decide no intervenir, está dejando que el que tiene poder se aproveche y esa es una decisión política, por tanto el precio resultante en parte también lo es. Ese sería un precio que reproduce las desigualdades que existen en la economía y sería una decisión del Estado permitirlo.
- Uno de los puntos programáticos del macrismo era la baja de la inflación, con los resultados desastrosos que conocemos. Mientras que por el lado del kirchnerismo pareció haber siempre un desdén por la cuestión inflacionaria en sí misma, como si en realidad no fuera demasiado relevante en tanto y en cuanto los salarios y la distribución del ingreso vayan mejorando. ¿Cuál es su postura al respecto?
- Lo que nosotros siempre dijimos es que la inflación es un problema. Que una economía tenga inflación muestra que algo no está funcionando del todo bien. ¿Es mejor una economía con inflación alta o baja? La respuesta sin dudas es con inflación baja. Hay que tratar de lograr mediante el manejo de la política pública que la inflación sea lo más baja posible, ya que en la medida en que hay inflación, hay problemas para la toma de decisiones.
- Con programas contrapuestos, ni este gobierno ni el anterior parecen haber tenido a la corrección del tema inflacionario como un objetivo primordial de la política económica.
- Nuestra visión es que la inflación es un fenómeno muy complejo. Durante nuestra gestión intentamos implementar distintas políticas para ir bajando la inflación pero garantizando un crecimiento del poder adquisitivo de la mayor parte de la sociedad, lo cual implica que salarios y jubilaciones, por ejemplo, crezcan por encima de la inflación y que no se perjudique la distribución del ingreso. Es importante que si uno toma políticas para atacar el fenómeno de la inflación, no lo haga aplicando medidas que vayan a expensas de las condiciones de vida de la gente. Cuando analizamos el período 2003-2015, desde 2008/2009 hubo inflación alta, pero eso no implicó que el poder adquisitivo no creciera. Cuando nos tocó asumir en la Secretaría de Comercio en 2014, la devaluación que hubo a principios de año nos obligó a tomar un montón de políticas que tienen que ver con el manejo del tipo de cambio, tarifas, la política monetaria y otras como Precios Cuidados que permitieron que la inflación a partir de allí bajara sin afectar el poder adquisitivo.
- ¿Y por el lado del gobierno actual?
- La teoría neoliberal es el librito que trajo Macri junto a sus funcionarios. Ellos le atribuyen a la inflación un carácter estrictamente monetario, entienden que si hay inflación es porque la política del Banco Central no es consistente, que hay mucha demanda en la economía y que el Estado tiene un déficit grande que se financia con emisión monetaria. Vinieron a decir que el problema se soluciona muy fácil, abriendo la economía, se sube la tasa, se genera una recesión y se termina el problema. Con esa visión, el actual gobierno implementó el ajuste fiscal, suba de tasas a niveles exorbitantes y contracción de la cantidad de dinero y hoy tenemos una inflación récord desde la hiperinflación de fines de los ´80 y principios de los ´90. Ahí queda claro que ni las causas ni las políticas implementadas por el gobierno de Macri son correctas.
- ¿Cómo se explica que hace diez años que Argentina está entre los países de más alta inflación en el mundo?
- Hay que ver los rasgos específicos de cada país. No es lo mismo analizar el fenómeno de precios en una economía como Chile, que hacerlo en Perú, en Estados Unidos o en Suiza. El problema histórico en la Argentina es que en cada intento de desarrollo industrial se incrementan las necesidades de importación de insumos y de bienes de capital y no se pueden generar los dólares suficientes mediante las exportaciones. Entonces aparece lo que se conoce como restricción externa, cuando las necesidades de dólares superan a la capacidad de generación de dólares. Eso lleva a problemas con el tipo de cambio. Si uno además toma medidas para impedir la competencia desleal externa y el mercado interno va creciendo, también aparecen problemas que se expresan en los precios, sobre todo cuando hay formadores de precios. Otro punto es la suba de los precios internacionales de productos que se exportan e importan, como pasó en la década pasada. Sube la carne en el mercado internacional y luego sube en el mercado interno. El trabajador, legítimamente, reclama aumento de salario y eso muchas veces se traslada a los costos porque los empresarios defienden su rentabilidad subiendo los precios. Son diferentes factores que generan impulsos inflacionarios que después se van retroalimentando. Esto resulta en tasas de inflación que se destacan en el ámbito internacional. El macrismo lo que hizo fue pasar de una restricción externa fundamentada en las necesidades de producción a una restricción externa basada en la necesidad de dólares para repagar la deuda.
- ¿La baja de la inflación tiene una relevancia más alta como objetivo en sí mismo de lo que fue antes de cara a un próximo gobierno?
- Hoy estamos en niveles de inflación que son el doble o más de lo que había en 2015 y con una economía muy vulnerable. Creo que estamos lejos de un problema hiperinflacionario pero hay que tomar cartas en el asunto. Bajar la inflación a niveles más razonables tiene que ser una prioridad y tienen que aplicarse políticas en ese sentido.
- ¿Es posible una baja paulatina de la inflación sin afectar el poder adquisitivo de salarios y otros ingresos, que tan castigados están después de la gestión de Macri?
- Creo que sí, que es posible porque hoy tenemos una capacidad industrial subutilizada. En la medida en que se reactive el mercado interno, hay que prender las máquinas y producir. Eso va a generar mejores ingresos, siempre y cuando se atienda el problema de los formadores de precios, de modo que esa mayor demanda no se exprese en suba de precios sino en más producción, o sea, que las empresas ganan más plata vendiendo más cantidad a buen precio y no menos cantidad más caro. Si se logra incrementar la producción y los ingresos y tener a raya a los formadores de precios y esto es acompañado por la política de tipo de cambio, de tarifas y con el manejo de las cuentas públicas, es posible ir bajando la inflación sin resentir la distribución del ingreso ni el poder adquisitivo. Esto tiene que ver con el nuevo acuerdo social que ponga como primeros objetivos a la producción, el empleo y las condiciones de vida.
- ¿Si todo precio es político, se puede mirar el proceso de inflación de la última década como el resultado de grandes desacuerdos políticos alrededor de quién debe asumir los costos de una política antiinflacionaria?
- En cualquier economía hay intereses contrapuestos y toda política pública puntual tiene ganadores y perdedores. Un ejemplo claro es que el gobierno de Macri ni bien asumió decidió devaluar y quitar las retenciones de productos agropecuarios, con lo cual transfirió ingresos del bolsillo de consumidores en beneficio de los que producen y comercializan esos productos. Esa contradicción de intereses se expresa en una grieta, porque un trabajador que quiere comer un asado está en contra de la medida, mientras que el gran productor ganadero o el frigorífico exportador estarían conformes. Es una contradicción lógica, porque unos se benefician y otros se perjudican. Lo que tiene que hacer el Estado es encontrar equilibrios y decidir en cada caso a quién va a beneficiar y en qué medida. Lo peor que podemos hacer es negar esas contradicciones.
- ¿Cómo se explica que Precios Cuidados haya sobrevivido a todo el gobierno de Macri?
- Precios Cuidados fue una política en su momento muy valorada y que fue exitosa en los objetivos que se proponía, que era dar referencias de precios a los consumidores para que pudieran saber cuánto es razonable pagar por algo. Macri desvirtuó Precios Cuidados, porque se perdieron los productos más representativos, se dejó de negociar con las empresas defendiendo los intereses de los consumidores y se perdió la idea de darle estabilidad a los precios. Pero con una lógica bien macrista, se trata de una política bien vista con mucho costo de eliminación. Con lo cual dejaron una especie de versión desmejorada del programa que no tiene ningún impacto en la vida de los consumidores. El gobierno no tiene en claro los objetivos del programa, no sabe cómo implementarlo ni cree en él. Es una cuestión de marketing, una continuidad formal pero no en términos de los resultados que pretendía alcanzar la política.