Integra el elenco de dos de los platos fuertes del circuito teatral independiente, La Pilarcita y Mi hijo sólo camina un poco más lento, y en ambas puestas se destaca. Resulta difícil no recordar a Pilar Boyle en acción, pequeña, ojos verdes, pelo anaranjado, y con una naturalidad y frescura que la agigantan en escena. Egresada de la Escuela Metropolitana de Arte Dramático, la actriz hoy vuelca sus conocimientos en las tareas de dramaturgia y dirección, y lo hace en un espacio propio que acondicionó junto a sus amigos y colegas Sergio Albornoz, Mariano Asseff y Ricardo Ryzak.
Desde abril de 2018, en el barrio de Boedo, ese lugar bautizado como Teatro Quirón abre sus puertas ofreciendo una programación que incluye propuestas teatrales y talleres de entrenamiento actoral, actuación frente a cámara y danza. Y en ese marco de gestión de proyectos con espíritu experimental, Boyle creó Ratas, obra que escribió junto con María Emilia Ladogana y en la que dirige a un elenco numeroso compuesto por Cristian Cabrera, Luca Capobianco, Leandro Crocco, Miliat González, Julieta Lloret, Victoria Norscini, Ismael Otero, Rocío Ricci, Lula Rodrigo y Fernanda Rodríguez. Planteada como una suerte de mundo distópico en el que algunos humanos deciden formar una comunidad subterránea para vivir al margen de las leyes terrenales, la pieza construye una metáfora de la marginalidad. “Quería hablar de lo marginal, pero no desde el lugar de la pobreza sino desde pensar en personas que se sienten tan al margen que deciden vivir debajo de la tierra”, explica Boyle. “Estos personajes sienten que no pertenecen a este mundo y por eso arman su propia familia, pero al final construyen algo similar a lo que ocurre arriba: un lugar donde no hay iguales ni moral, y donde se producen abusos y guerras entre los líderes”, agrega.
Para la joven artista el deseo de actuar siempre está presente, y eso la pone frente a nuevos desafíos como el de Heroínas (también en Quirón), donde puede lucirse como intérprete. No obstante, su nueva faceta como directora parece ser un camino de ida. Así, luego de dirigir Teresa está liebre (2017) y La segunda vez que fui feliz (2016), Boyle ajusta detalles de las próximas obras de ciencia ficción (Te amo, Odisea) y comedia (Las Cuñadas), que también estarán bajo su dirección. “No es nada fácil dirigir, pero no lo puedo evitar porque me superan el deseo y la necesidad de contar historias. Tengo una urgencia que no sé adónde va, y no puedo frenarme”.
- ¿Cómo surgió esta historia particular de Ratas?
- La obra se gestó un poco cuando leí La ciudad de las ratas, de Copi, y Los niños perdidos, de Valeria Luiselli. Esa fusión me explotó la cabeza. Son dos libros que no tienen nada que ver uno con el otro. El de Valeria son unos ensayos en los que hace entrevistas a niños que cruzan la frontera de México a Estados Unidos, y cuando leés esas historias decís: “Esto no puede ser real”, y ahí la ficción queda reducida a la nada. Y el de Copi es una serie de cartas que escribe una ratita a su amigo humano, donde le cuenta lo que ve en la calle, con imágenes horripilantes, pero pasadas por su visión súper ingenua. Al mismo tiempo, yo tenía una idea de contar una historia sobre gente que viviera debajo de la tierra, y con este mundo en la cabeza empezamos un trabajo de investigación largo de casi dos años. En mi imaginación estas “ratas” son una comunidad de niños que crecieron solos, y en ese contexto aparece también la idea de la pandilla, con sus juegos de poder y estrategias.
- ¿Por qué pensaste en las ratas para construir la identidad de estos personajes?
- Son animales que tienen mucho poder. Son muy organizados y generosos en su grupo. Tienen sus líderes y sus movimientos. Es una especie que simboliza la marginalidad y que sobrevive. Y admiro esa capacidad de supervivencia.
- ¿Con qué concepto armaste la estética de la obra?
- Tengo mucho cómic retro de los ochenta encima, como Nippur de Lagash o Danske, porque mi papá me leía eso cuando era chica. Y de ese mundo partí para armar la puesta.
- ¿Cómo apareció la idea de abrir un nuevo teatro en un momento poco auspicioso para un proyecto de esas características?
- Con Sergio (Albornoz), Mariano (Asseff) y Ricardo (Ryzak), trabajamos juntos, así que era más lógico y sencillo tener un lugar propio. Además, era una necesidad para poder investigar lo que nosotros queríamos sin tener que dar explicaciones ni pedir permiso a nadie. Yo no soy ingenua en lo que investigo, y hacerlo en nuestro espacio me da satisfacción.
- Además, fomentan la realización de teatro independiente…
- Sí, porque creo profundamente que el teatro, como el arte en general, ayuda a atravesar momentos como el de la crisis actual. Por eso hoy funcionan algunos espacios independientes que son emergentes necesarios. El teatro independiente es como una ola que viene por debajo y en algún momento sale a la superficie. Eso es algo revolucionario, y es lo que explica que estos gobiernos más duros quieran destruir esa actividad, porque que te da libertad, y cuando tenés esa libertad ya no la podés soltar. Por eso fomentamos que los artistas hagan lo que deseen y crean en eso.
* Ratas puede verse en Teatro Quirón (Av. La Plata 1331), los viernes a las 21.