Desde Londres. La Corte de Edimburgo consiguió que el gobierno británico admitiera que va a solicitar una extensión para su salida de la Unión Europea hasta el 31 de enero de 2020 en caso de que el Reino Unido no llegue a un acuerdo de separación con el bloque europeo este mes. El mensaje por escrito del gobierno debería resultar inequívoco. “El primer ministro enviará una carta [a la Comisión Europea] en la forma establecida por la ley no más tarde del 19 de octubre. Si el Consejo Europeo accede a acordar esa extensión por el periodo especificado en la carta, el primer ministro estará obligado inmediatamente a notificar al presidente del Consejo que el Reino Unido accede a esa prórroga”.
La ley fue aprobada por el parlamento a principios de septiembre, pero en esta Caja de Pandora que es el Brexit una cosa es lo que pueda decir el gobierno o la legislación o el parlamento, y otra la opinión del primer ministro. En un twitt, Boris Johnson, fiel émulo de Donald Trump, convirtió ese mensaje aparentemente inequívoco en una fuente de insondable ambigüedad. “New deal or no deal - but no delay. #GetBrexitDone#LeaveOct31”, respondió a la opinión pública Johnson.
¿A qué está jugando el primer ministro? Desde que asumió a fines de julio Johnson asegura que su mayor deseo es llegar a un acuerdo “with our European friends”, pero que el 31 de octubre el Reino Unido saldrá de la UE “a vida o muerte, pase lo que pase” (“do or die, come what may”) La propuesta que hizo ante la conferencia anual del Partido Conservador el miércoles y que defendió en el parlamento el jueves, apuntó a zanjar estas dos estrategias inconciliables con un pase de magia sobre el tema más espinoso: la frontera irlandesa.
La frontera sigue siendo la clave para destrabar o embarrar toda negociación. La República de Irlanda pertenece a la UE. Irlanda del Norte es parte del Reino Unido. La UE no quiere que la única frontera terrestre que tiene con el Reino Unido sea un colador por donde pasen post-Brexit productos de todo el mundo que violen la integridad del mercado común y la Unión Aduanera europeas. Pero además la frontera es única porque su invisibilidad fue una de las garantías de los acuerdos de paz de Irlanda del Norte en 1998 que pusieron fin a tres décadas de conflicto armado. Erigir puestos aduaneros y controles para el paso de mercancías y personas es una invitación a desestabilizar la provincia y encender la mecha de la lucha armada.
La propuesta de Johnson es un reciclado de lo que se había desechado por inviable cuando Theresa May era primer ministro: la idea de que hay una solución "tecnológica" al problema fronterizo. En este sentido no sorprende la fría recepción europea. Una de las fronteras más avanzadas a nivel tecnológico del mundo es la que tiene la UE con Noruega (que no pertenece al bloque) y, sin embargo, exige un trámite aduanero para unos 1300 camiones diarios con una espera promedio de 20 minutos para cada vehículo. En comparación hay unos 72 millones de cruces de frontera anuales en la frontera irlandesa. En enero la directora general de Comercio de la UE, Sabine Weyand, fue terminante. “Estudiamos todos los pasos fronterizos de la tierra y todas las fronteras del bloque con países que no pertenecen a la UE. No hay manera de que se puede prescindir de una frontera física”
Johnson, que fue canciller de May, no puede ignorar esta posición. La última oportunidad para convencer al bloque de su plan es la reunión del Consejo Europeo el 17 y 18 de octubre. Si el bloque rechaza su propuesta, el primer ministro podrá decir que el temido “hard Brexit” es culpa de la intransigencia europea. En el caso bastante improbable de que logre intimidar al bloque a aceptar su plan que requiere unanimidad europea y que es ferozmente resistido por varios miembros liderados por la República de Irlanda, Johnson conseguirá una estruendosa victoria política.
El gran obstáculo de esta estrategia es la ley aprobada por el parlamento en septiembre tal como le recordó este viernes la justicia escocesa. En caso de que Johnson intente cumplir con su palabra de dejar la UE el 31 de octubre, estaría abriendo una nebulosa jurídico-política que incluiría la extraordinaria y extremadamente improbable posibilidad de su arresto.
Una alternativa sería su renuncia que abriría el camino para la formación de un gobierno alternativo que solicite la extensión y convoque a elecciones. ¿Estará todavía en la UE el Reino Unido el 1 de noviembre? En esta Caja de Pandora, nadie puede asegurar la respuesta.