No cabe otro clima que el de fiesta: el Patio de las Azaleas, uno de tantos puntos de encuentro del Festival Gabo donde a lo largo de tres días se produjeron presentaciones prefijadas pero también unas cuantas charlas espontáneas entre periodistas, es ahora escenario del gran cóctel de despedida de la séptima edición. Respiran aliviados los integrantes del batallón de asistentes con remeras amarillas, que entre el miércoles y el viernes fueron y vinieron y volvieron a ir y venir, resolviéndolo todo, poniendo en juego la voluntad y la conocida amabilidad paisa. En mesas cercanas del Espacio Sura ya se apagó el asordinado tecleo de laptops, alguien contra el cierre, enviando reportes para web o papel. Ahora el aire general es de relajo, sea de la organización, los invitados, los responsables de talleres, los finalistas del Premio y ni hablar los ganadores. Jaime Abello Banfi, director general de la Fundación Gabo, sonríe de oreja a oreja antes de anunciar la octava edición, que se llevará a cabo del 30 de septiembre al 2 de octubre de 2020, celebrando los 25 años de la organización antes llamada Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano.
Se terminó el Festival Gabo, y todos tienen razones para levantar la copa. Aun con una asistencia más distendida (históricamente el día de más afluencia es el segundo, cuando se anuncian los premios), la tercera y última jornada estuvo a la altura y dio más razones para seguir señalando al encuentro en Medellín como una cita ineludible para el periodismo iberoamericano. La calurosa mañana del viernes tuvo una apertura ideal con otro encuentro de “La cocina del periodismo” y una temática urgente en estos tiempos. Con la coordinación de la española Montserrat Domínguez –subdirectora de El País, que abrió el fuego mostrando los titulares que daban cuenta de la protesta de monjas ante el Papa por abusos y desigualdades-, Gabriela Wiener (de Perú) y las argentinas Josefina Licitra y Gabriela Figueroa encararon Los retos de la cobertura de la desigualdad de género.
En rigor, la charla servía como presentación del trabajo que de aquí en más encarará Figueroa, ganadora de la Beca Oxfam de la Fundación Gabo: la periodista tucumana presentó un proyecto para realizar una crónica sobre Socorristas en Red, un grupo que acompaña, ayuda y contiene a mujeres que quieren interrumpir su embarazo sin exponerse a la sentencia de muerte que significa en demasiados casos el aborto clandestino. Licitra aprovechó para apuntar que hubo muchas presentaciones de periodistas que tienen trabajo en medios, pero por alguna razón no encuentran el espacio para sus propuestas. Ese fue el disparador de un sustancioso intercambio sobre la situación actual de las cuestiones de género en los medios, el camino conquistado y lo mucho que queda por recorrer, aun en una época en la que se logró otra sensibilidad en la manera en la que se tocan esos temas en medios masivos.
No fue, claro, la única referencia a temas que salpicaron las conversaciones casuales entre profesionales a lo largo del Festival. Resultó muy interesante la exposición de Ben Supple, representante de Whatsapp, en diálogo con el colombiano Carlos Cortés: la red de mensajería fue insistentemente mencionada en estos días, sobre todo por el rol que se le hizo jugar en las campañas electorales brasileñas y colombianas. Sin un didactismo extremo ni esa excesiva confianza en la depuración de defectos que a veces muestran las charlas de Facebook, Supple analizó el modo en que una aplicación pensada como mensajería privada empezó a ser manipulada como plataforma de difusión de contenidos, a menudo con oscuras intenciones.
Establecida esa base, Supple relató algunas acciones que la app implementó para reducir ese uso, como la limitación a solo 5 reenvíos de materiales a grupos, el trabajo conjunto con la organización de fact checking Comprova en Brasil, el acercamiento con asociaciones civiles y el estímulo económico a investigadores para que estudien de cerca y en profundidad los recursos que se ponen en juego para hacer circular información falsa a través de la plataforma. “No existe ningún sistema 100% seguro o invulnerable, pero ponemos en juego todos los recursos posibles: una estrategia global, pero que también contempla las particularidades de cada país”, señaló.
Y aunque en las conversaciones del Festival abundaron las referencias a plataformas de este siglo como el Whatsapp, también hubo abordajes que tienen que ver con el presente pero reformulan formatos de vieja data. Uno de los mejores ejemplos fue la presentación que realizó el brasileño Pedro Doria en el Salón Restrepo: en 2016, el periodista y editor lanzó Meio, un newsletter que propone enterarse de “lo necesario” –de acuerdo a una curaduría propia- en solo 8 minutos. “Tomar información de internet es como tomar un trago de una boca de incendios”, citó a Mitchell Kapor (diseñador de Lotus 1-2-3) como inicio de la idea que lo llevó a reorganizar la información “fronteriza” en cuatro grandes secciones referidas a la vida diaria, la política, la cultura y el “cotidiano digital”. La experiencia salió bien: el newsletter digital, una combinación de inteligencia digital editada por humanos, cuenta hoy con 87 mil suscriptores pagos.
Si el estilo que Doria le imprimió a su presentación propició más de una risa, una de las charlas centrales del Parque Explora tuvo en cambio momentos de tensión. La periodista colombiana Ana Cristina Restrepo estaba a cargo del encuentro Romper con el silencio: periodismo y acoso sexual, temática que provocó una larga fila de asistentes al Auditorio central. Una de las participantes era la argentina Luciana Peker, escritora y periodista, activista del feminismo y colaboradora de Página/12; parecía sensato que el otro disertante fuera el chileno Andrew Chernin, autor del artículo que reveló las denuncias de acoso sexual contra el director Nicolás López. Pero durante la charla el trasandino se puso algo insistente con el intento de explicarle a Peker la manera periodísticamente correcta de presentar los casos de abuso, y defendió una y otra vez su postura de separar el activismo del periodismo.
Mientras la argentina hacía notables esfuerzos por evitar la respuesta contundente que la situación podría haber ameritado, la charla terminó así derivando a un debate algo estéril que agotó el tiempo, y que impidió lo que había sido uno de los focos previamente consensuados: ampliar y difundir con más énfasis la denuncia de Vanesa Restrepo, periodista del diario El Colombiano que acaba de denunciar acoso sexual por parte del editor Juan Esteban Vázquez. Restrepo estaba presente en la sala, pero debió resignarse a escuchar las instrucciones de Chernin para casos de abuso. Una pena.
Al cabo, un detalle más de un encuentro que abunda en ellos, tanto como para hacer imposible el recuento completo. Tanto como para también impedir el arribo a un único diagnóstico de la situación del periodismo en todo el continente, aunque en Colombia también se hable de la pérdida de puestos de trabajo y la precarización -cuestiones omnipresentes entre los profesionales argentinos- y un par de charlas hayan puesto el foco en preguntas como ¿Hacia dónde van los medios? o la busqueda de medios de financiación independeiente. Más allá de los postulados básicos, las cuestiones éticas y la coincidencia en respetar reglas de oro para el oficio, el Festival Gabo deja constancia de que, en una era de constantes cambios de lenguaje, de formas de transmisión y métodos de trabajo, hay muchos periodismos posibles. Y esa diversidad es, también, un signo de vitalidad. A pesar de todo.