Pasaron 70 años de la fundación de la República Popular China y puede parecer poco para una cultura milenaria. Sin embargo este tiempo ha sido marcado por la intensidad de ideas, luchas, transformaciones, cambios, marchas y contramarchas del gigante asiático. Hoy China es un actor central en el mundo y ocupa un lugar ineludible para las relaciones internacionales de nuestro país.
Cuando en 1949 el líder de la revolución Mao Tse Tung, oriundo de la provincia de Hunan, triunfó, China era un país semi feudal con una economía fundamentalmente agrícola y una tasa de alfabetización del 20%. La gran mayoría del pueblo vivía en condiciones paupérrimas y de sufrimiento.
La revolución, como todo proceso político tuvo muchos aciertos y también errores, como el gran salto adelante entre 1958 y 1961 y la revolución cultural entre 1966 y 1976. Aún así, los avances desde la apertura y la reforma fueron haciendo de China una gran potencia emergente. El “socialismo con características chinas” propone una economía capitalista, pero no liberal. Desde 1978 es el país que más gente sacó de la pobreza, unas 740 millones de personas y para el año que viene, el 2020, se propusieron eliminar toda forma de indigencia. Pobreza cero en serio.
Actualmente la población es de 1.393 millones de habitantes con un producto bruto estimado en 12.143 miles de millones de U$D. Hay un cambio de paradigma en su economía: mientras antes las inversiones extranjeras procuraban producir y exportar, ahora, en su mayoría, producen para abastecer el cada vez más demandante y dinámico mercado interno. Para 2025 se han propuesto, mediante el plan estratégico “Hecho en China”, dejar de ser la fábrica del mundo y pasar a producir bienes y servicios de alto valor agregado. Sus avances en materia de innovación, tecnología e inteligencia artificial son muy significativos. China es el país que más ingenieros genera en el mundo. En el año 2018 fue el país del que más turistas salieron: 150 millones de chinos viajaron al exterior representando 1 de cada 5 turistas en el mundo. En suma, para el 2049, al cumplirse los cien años de la fundación de la República Popular, se proyecta que el PBI per cápita estará en los niveles de países desarrollados.
Desde el 2013, por iniciativa de su presidente Xi Jinping se viene impulsado la iniciativa “franja y ruta” o la nueva “ruta de la seda” que es una ambiciosa plataforma para el intercambio comercial, la circulación de capitales, la inversión para el desarrollo de infraestructuras, la interconectividad de países socios, la creación de nuevas instituciones para el fomento de inversiones, la alta conectividad tecnológica, la expansión del Yuan como moneda de intercambio y la lucha contra el terrorismo, entre otras, que se expande desde China hacia el resto de Asia, África, Europa y América Latina y el Caribe.
En este sentido, Argentina goza de un enorme potencial para crecer con China. Nuestras economías son complementarias y los acuerdos alcanzados en el 2014 entre Cristina Fernández de Kirchner y Xi Jinping, que elevaron a la relación bilateral al estatus de estratégica integral entre nuestras naciones, representan un claro avance de un vínculo bilateral con formidables perspectivas para el futuro. Si bien tenemos un prolongado déficit comercial que ronda cerca de los 8 mil millones de USD, hay mucho para trabajar y potenciar.
El eje de nuestra política exterior deberá estar puesto en la generación de inversiones que generen puestos de trabajo y estimulen la producción nacional. Está todo por hacer. Y la clave debe ser pensar la relación con China en perspectiva latinoamericana. Tenemos grandes posibilidades de inversiones y necesidades concretas en infraestructura que exceden los vínculos bilaterales.
De estos setenta años compartimos valores y visiones. Nos une una misma mirada sobre la importancia del multilateralismo en el mundo; así como también compartimos la lucha por la integridad territorial con la defensa irrestricta de nuestra soberanía sobre las Islas Malvinas y el apoyo absoluto al principio de “Una Sola China”. Desde el peronismo, también coincidimos en la necesidad de reforma de los principales organismos financieros y en el principio de no injerencia en los asuntos internos de los países.
La idea de comunidad de destino compartido que propone China es un faro para nuestros países latinoamericanos. Ojalá sepamos aprovechar esta nueva era de oportunidades en la relación con China y la región, y pongamos de pie a la Argentina.
*Presidente, Centro Latinoamericano de Estudios Políticos y Económicos de China (CLEPEC).