La gloria para el taekwondo argentino apareció en 2012, cuando el correntino Sebastián Crismanich obtuvo la medalla de oro en los Juegos Olímpicos de Londres, en la categoría de hasta 80 kilos. De esa manera, se consiguió el primer puesto en una disciplina individual para el país luego de 64 años, después de que el maratonista Delfo Cabrera la ganara también en la misma ciudad, pero en 1948.
Crismanich está asociado a la Federación Mundial de Taekwondo (WTF), que es una de las entidades internacionales que rigen la actividad. La misma fue establecida en mayo de 1973, y luego fue reconocida por el Comité Olímpico Internacional (COI) en 1980, en Moscú.
Sin embargo, la primera asociación que se formó fue la Federación Internacional de Taekwondo (ITF), exactamente el 22 de marzo de 1966, la cual fue pionera en el impulso mundial de la disciplina, además de constituirlo como deporte nacional. A partir de la ITF se comienzan a celebrar los primeros Campeonatos del Mundo. La institución, por cuestiones políticas, tuvo que mudar su sede a Toronto, Canadá, en 1972, y en Corea del Sur aprovecharon ese exilio para crear su propia federación. Y de esa manera se dio el nacimiento de la WTF un año más tarde.
Ambas federaciones comparten muchos aspectos en común, pero tienen grandes diferencias en cuanto a sus reglamentos y penalizaciones. Uno de los puntos fundamentales, en lo estrictamente deportivo, es el uso de los puños. En la ITF se utiliza mucho las manos para pelear, mientras que los competidores de la WTF son más efectivos con las patadas. Si bien un taekwondista puede pertenecer a las dos asociaciones, luego de un registro que se abona en dólares, los que lo intentan no tienen éxitos deportivos en la segunda federación, ya que fueron formados con otra escuela.
La Alianza Argentina de taekwondo es una asociación civil y funciona, precisamente, como un colegio, bajo la órbita de la ITF, donde se encuentra registrada, y su sede se ubica en el municipio de San Martín. Sin las luminarias de Crismanich, ellos compiten en los torneos de su federación, con la particularidad que los gastos salen de su propio bolsillo, o en algunos casos con la colaboración de empresas que están dispuestas en invertir en la actividad.
Sus integrantes Walter Capurro, Alejandro Cricelli, Eduardo Uballes, Laura Bicchi, Ivana Bayala, Germán Petrucceli, y Victoria Capurro (hija de Walter) participaron en la Copa del Mundo que se desarrolló en Foz de Iguazú, Brasil, en agosto pasado, representando un día a la Selección Argentina, en las luchas por equipos, y el siguiente a la propia Alianza, cuando las peleas fueron de manera individual. La experiencia la cuenta Walter Capurro, presidente de Alianza Argentina, quien hace la doble función de entrenador y luchador. “La Copa del Mundo fue un torneo fuera de nuestro calendario habitual, de nuestra Federación, que es la ITF. La Unified es la Federación en la cual peleamos, y representamos a la ITF, creada por el maestro británico Dave Oliver, noveno dan. Cuando tuvimos la oportunidad de competir en Brasil no lo dudamos, dado la cercanía que hay”, explica.
Los entrenadores del seleccionado, Daniel Medina y Fabián Lorenzi, lo convocaron a Capurro para que pueda ayudarlos en su trabajo, y como él todavía estaba con ganas de competir, entonces le dieron el rol de capitán.
“Desde ese lugar –cuenta Capurro- pude hacer de nexo con los competidores, y también con el cuerpo técnico. La mitad de los competidores tiene experiencia internacional, y la otra mitad no. Algunos habían sido campeones en otras federaciones inclusive”. Sobre su situación personal, Capurro aclara: “Yo me dedico a esto, tengo mi gimnasio particular, soy el presidente de la Asociación, y también trabajo en el municipio de Vicente López, donde tengo la escuela municipal de taekwondo. Pero la mayoría, cuando salen de su trabajo, que no tiene nada que ver con la actividad, recién pueden ir a entrenarse. Eso va en disparidad con los rivales a los que enfrentamos, ya que son semi-profesionales porque tienen una ayuda grande del Estado, y nosotros todos amateurs”.
Capurro ha insistido ante los dirigentes por un apoyo sostenido pero eso nunca llegó: “Uno sabe que no es un deporte tan masivo, y comercialmente sólo sirve para una parte pequeña de la población. Lo concreto es que no hay una visión de deporte en el país. Hay una ley, a nivel provincial, la 12.108, promulgada desde 1997, y cada vez que buscamos ayuda la hacemos valer porque tiene que ver con los derechos de los deportistas”.
Las próximas competencias que tienen por delante son: el Unión Open, el 25 de octubre en Italia; el Abierto Británico, el 22 de noviembre en Gran Bretaña; y el año próximo el Panamericano, en julio; y luego el Word Championship, en agosto, en Kazajistán. Para poder viajar al exterior dependerán, una vez más, de la ayuda que puedan recibir. “Es muy difícil proyectar porque no sabemos si vamos a viajar. Los rivales ya tienen su cronograma armado y nosotros no sabemos si competimos. No es lo ideal pero es así”, remarca Capurro.
El presidente de Alianza destaca que siente una alegría diferente cuando un alumno suyo consigue un logro: “Es muy difícil conseguirlo, pero yo sé que ellos se entregan por completo, y para mí es una responsabilidad enorme, porque uno sabe lo que ellos dejan para poder estar, inclusive hasta pierden dinero”.
“Este fue el octavo Mundial que fui”
Alejandro Cricelli es uno de los integrantes -además de vicepresidente- de Alianza Argentina, que se consagró campeón mundial de lucha individual, y subcampeón mundial en formas con la Selección. Junto a Líbero, repasó el comienzo de su carrera: “Comencé taekwondo hace 33 años, más de la mitad de mi vida. Cuando era chico veía mucho Titanes en el Ring y siempre quería hacer lucha. No se conocía tanto el taekwondo, y se conocía mucho el karate. Cerca de mi casa se presentó un instructor que dio una exhibición y fui su primer alumno. Cuando entré al gimnasio había una copa que destacaba entre todos los trofeos, y me dijo que la había ganado en Grecia. Le pregunté si un día yo podía ir a un Mundial, y me respondió que con entrenamiento y esfuerzo se podía ir. Este fue el octavo Mundial que fui”. El nivel de competencia de la ITF suele ser superior al de la WTF, y teniendo en cuenta el esfuerzo que hacen ellos para entrenarse, los resultados se valoran aún más. “El que es profesional le dedica mucho más tiempo, pero nosotros tenemos que trabajar, mantener una familia, y luego de eso si podemos entrenamos. Otros gobiernos solventan más al deporte. Acá uno tiene que llegar muy alto para poder recibir un respaldo”, añade Cricelli.