Once días después de que King Crimson actuara para varios miles en el Greek Theatre de Los Ángeles, Adrian Belew bromea en el escenario del pequeño club Teragram Ballroom. Habla de su pasado en un grupo del que no podía recordar el nombre, aunque sabía que tenía que ver con castillos y reyes. Broma infantil, pero efectiva: este show como solista, para presentar Pop Sided, su muy buen disco lanzando en marzo 2019, acababa de comenzar con “Matte Kudasai”, una de las canciones más populares de las publicadas por King Crimson entre 1981 y 1984.
Que conste que a esa época dorada en la vida de la banda británica prácticamente no se la recuerda en esta gira mundial que lleva a King Crimson a la Argentina, este martes y miércoles en el Luna Park . En aquel cuarteto, Robert Fripp estaba acompañado por su compatriota, el baterista Bill Bruford, y por los norteamericanos Adrian Belew y el bajista Tony Levin, el único que se mantiene en la actual formación del grupo.
El show de Belew es casi lo opuesto a lo que presenta King Crimson en la gira por su 50 aniversario. Audiencias de varios miles versus salas mucho mas modestas. Y acá no juega el fervor, nada tiene que ver cómo reacciona una audiencia y la otra. Pero habla del estatus de cada artista en este momento en que están presentándose casi en simultáneo.
El show de Belew es recibido con el mismo énfasis, pero es mucho más entretenido. No es muy difícil entenderlo, Belew es un gran animador, conoce el oficio, se adueña del frente del escenario con un lenguaje corporal que lo muestra cómodo, relajado en su rol. Repite la rutina de presentación de su power trio (que noche a noche incluye olvidarse de mencionar a la bajista Julie Slick), bromea con la gente, explica las letras de sus nuevas canciones y, entre solo y solo de guitarra, invita a comprar sus discos en el stand atendido por su propia mujer, Martha Belew. Ah, y además canta con ese registro vocal que no parece envejecer, mientras toca guitarras comandadas por su pedalera de efectos espaciales.
En el otro rincón, los 7 músicos de King Crimson, excepcionalmente talentosos y rígidos, incapaces de moverse del espacio asignado pero capaces de tocar todas y cada una de las notas que se les reserva en la partitura. Nadie espera menos y nadie sale defraudado. Con Crimson la vara siempre es muy alta. Y nunca fallan. Pero no siempre es fácil absorber y empatizar con lo que viene desde el escenario. Todas las reglas están dichas o entendidas. Como en la cancha, están los de seguridad que no miran el partido. A ellos les preocupa que la gente no grabe con sus teléfonos. No llegan al extremo de Jack White, que de tan preocupado por que la gente “disfrute”, te embolsa el teléfono en la entrada y solo te lo deja abrir una vez concluido su show. A King Crimson le preocupa la piratería, grabes un minuto para Instagram o todos los minutos para YouTube.
El hecho de que Belew permita filmar es otro detalle que los diferencia, y que invita a relajarse en su show como contraposición a los nervios de sacar el teléfono y ser amonestado. Ojo, está claro que si Belew hoy estuviera con King Crimson tampoco se podría usar el teléfono en los shows de la banda porque el que manda es Fripp… pero eso no quita que se lo extrañe horrores en estos shows con que Crimson celebra sus 50.
Cuando esta versión de la banda descrita como La bestia de las 7 cabezas comenzó a rodar por los escenarios del mundo, hace 6 años, llamaban la atención dos cosas: que la formación de siete músicos incluyera a tres bateristas, y que los sentaran al frente del escenario, como entonces ya pasaba con los bandoneonistas de la Orquesta Fernández Fierro.
Esta formación del King Crimson 2013-2019 domina con naturalidad los dos extremos del repertorio de la banda formada a fines de 1968: el material de sus primeros cinco años de vida y las grabaciones mas cercanas en el tiempo, registradas en este milenio pero hace ya bastante. Todo lo que se edita de esta formación es generalmente en vivo. Por eso también el celo ante los desalmados piratas.
Cuestionar el nivel de ejecución de los músicos que suelen rodear a Robert Fripp no tiene sentido. El guitarrista, único denominador común en las múltiples formaciones de la banda, ha sabido rodearse de caras nuevas y por eso también ha sido señalado como el malo de la película, siempre a partir de su decisión, desde aquel debut en 1969, de seguir adelante con el nombre King Crimson pero con diferentes integrantes.
A los actuales siete, en la lista histórica se agregan otros 15 músicos, es decir que, en 50 años de la banda, Fripp ha tenido como “compañeros” a 21 colegas. El tema es que, justamente, al estar celebrando 50 años de King Crimson no es tan fácil disimular ciertas ausencias. No alcanza con que la banda actual interprete las canciones de sus 8 reencarnaciones. Hay, en la decisión de dejar gente en el camino, una cierta antipatía con la que presumiblemente Fripp ha aprendido a convivir.
Y eso lleva a darle vueltas y vueltas a las mismas preguntas: ¿cómo es posible salir de gira por el mundo para celebrar la historia de tu banda sin dejarle lugar al cantante que más años se mantuvo (33)? ¿Por qué salir sin tu cara ante el mercado internacional?
Desde la euforia consumista de los ‘80 y ‘90 para acá, la exportación de King Crimson incluye al cuarteto de los años ‘80. Y esa etapa está prácticamente ausente en esta gira porque no hay forma de reemplazar al cantante, el frontman, la voz distintiva de muchas de las canciones más populares. Una decisión inexplicable.
La indignación es un buen aliciente para moverse a buscar algo más, y con todo tan a mano, en una operación tan casera, cuando Belew anuncia que aunque se lo puede conseguir por internet la gente puede ir a comprar su disco de manos de Martha, es señal de que no hay que perder tiempo.
Martha camina en círculos en el hall del club, al ritmo de lo que suena adentro. Le causa gracia la analogía de que King Crimson sin Belew es como el cannabis sin THC. Y no resiste la pregunta de por qué Adrian no está en la banda para celebrar este 50 aniversario. “No fue invitado… no es el indicado para este momento del grupo” suelta con una sinceridad y un dolor que se le nota en sus gestos.
-¿Es una cuestión de divismo entre Robert y Adrian, uno no invita y el otro entonces no quiere participar?
-No, ni siquiera fue considerado.
-¿Es Fripp quien ha decidido no contar con él en esta gira del 50 aniversario?
-Sí, claro. A él no le gusta la gente que lo contradice, le gusta que le digan a todo que sí. Ojo, nosotros también tenemos un negocio con esto y nos gusta que nos digan que sí, pero…
-¿Habrá que esperar al 2021 para ver al cuarteto de los ’80 celebrar el 40 aniversario de Discipline?
Martha se ríe y se aleja.
-Ja, me gustaría ver eso. Me gustaría ver a Bill ahí.
La referencia es para el baterista Bill Bruford, conocido por su temperamento y símbolo de dos etapas geniales: viene del power trio ’72-‘74 (que completaba el desaparecido cantante y bajista John Wetton) y fue el motor de la banda de los ’80. Él tampoco es parte de este 50 aniversario. Siendo un instrumentista exuberante, un símbolo de los ‘70 y los ‘80, en los ‘90 vio a otro baterista sentarse a su lado. Y en estos tiempos puede decir, sin equivocarse, que para reemplazarlo hacen falta tres bateristas impresionantes.
Después de pasearse por todas esas canciones de Crimson que la banda no está tocando en esta gira, Belew corrobora la versión de su mujer. La suya es una respuesta espontánea. No hacía mucho la había merodeado en una nota para el diario Houston Chronicle, donde en dos oportunidades aludió a los 33 años de relación con Fripp. En el contexto de analizar sus colaboraciones con artistas como su descubridor, Frank Zappa, o con David Bowie, Nine Inch Nails o Paul Simon; Belew compara esas experiencias con participar en una banda como King Crimson. “Siempre se trata de crear espacio para uno mismo... con Robert hemos tenido una muy buena sociedad durante 33 años... uno se desgasta."
Pequeño detalle. Belew va para los 70, Fripp ya cumplió los 73. En escena, Belew no los disimula, los presume. Un enterito negro contiene las impurezas que la vida le ha agregado a su emblemática y delgadísima figura de otros años. Pero se mueve, toca y canta como siempre.
La otra referencia a los 33 años compartidos en King Crimson tiene que ver con las letras de su nuevo disco. Según Belew, en Crimson aprendió a no ser muy especifico, a no comunicar sus pensamientos. Y si bien lo suyo no es politizarse, esta vez no se aguanta y en varios pasajes del disco Pop Sided –que no solo presenta buenas canciones en el formato pop beatlesco que tanto le gusta- demuestra su desolación ante el panorama político estadounidense. Entre sus agudas y graciosas observaciones de comportamientos sociales 2019, se destaca “The times we live in”, donde canta “cuando escucho el volumen del odio en estos días/ me tapo los oídos/ no tengo nada para decir/ no pertenezco y nunca voy a encajar”.
Abajo del escenario, el trabajo del artista integral de estos tiempos incluye virtuales meet & greet con aquellos que han comprado su disco y quieren llevárselo autografiado. Después de casi dos horas de escucharlo, es un lujo hacer una cola para poder decirle cosas al oído. Con atención y respeto, escucha el enunciado barrabrava:
-He visto la actual formación de King Crimson con siete músicos tres veces en los últimos 5 años, y en cada una de las tres oportunidades me dije, ¿dónde mierda está Belew?
-¡No fui invitado!
Lo dice con un gesto ampuloso, brazos abiertos y ademanes casi italianos, presumiblemente ajenos a un nativo de Covington, Kentucky. Con sus movimientos, se aleja del tema y de la situación de tener que explicar decisiones que no ha tomado él sino Fripp. La mención, el recuerdo de su sorpresa en el Sheraton de Retiro en octubre de 1990, donde debió improvisar una rueda de prensa para varios periodistas argentinos que pedían notas con él cuando en ese mismo hotel estaba David Bowie, en ese momento su empleador, funciona como bálsamo. Y lo predispone a escuchar un nuevo intento de sustracción periodística.
- Un bajón no verte ahí con Crimson... ojalá se celebre a Discipline como corresponde, en 2021.
Belew toma distancia, un sorbo de su margarita, levanta la vista, mira al resto de los que lo esperan en el pasillo y responde.
-Estoy muy bien aquí, feliz de poder tocar para todos ustedes.