Desde Roma
Al inaugurar este domingo el sínodo sobre el Amazonas, con una misa en la basílica de San Pedro, el papa Francisco denunció la “avidez de los nuevos colonialismos” atribuyéndoles el fuego que ha devastado recientemente la región amazónica. “El fuego de Dios es fuego de amor que ilumina (…) Cuántas veces el don de Dios no ha sido ofrecido sino impuesto, cuántas veces ha habido colonización y no evangelización. (…) Dios nos guarde de la avidez de los nuevos colonialismos. El fuego aplicado por los intereses que destruyen, como el que recientemente ha desvastado la Amazonia, no es el Evangelio”, dijo el papa en la homilía de la misa.
“El fuego de Dios es calor que atrae y reúne. Se alimenta con el compartir, no con los beneficios. El fuego devorador en cambio se extiende cuando se quiere sacar adelante sólo las propias ideas, el propio grupo, quemar lo diferente para uniformar todos y todo”, agrego el pontífice que concluyó diciendo que “muchos hermanos y hermanas en Amazonia llevan cruces pesadas y esperan la consolación liberadora del Evangelio y la caricia de amor de la Iglesia. Por ellos, con ellos, caminemos juntos”.
Del sínodo, titulado “Amazonas, nuevos caminos para la Iglesia y la ecología integral” participan 185 exponentes de la Iglesia de todo el mundo, 114 de ellos de la Amazonia que comprende nueve países (Brasil, Bolivia, Perú, Ecuador, Colombia, Venezuela, Surinam, Guyana francesa y República de Guyana) También indígenas de la región amazónica, invitados especiales y expertos.
En la misa, los indígenas se vieron con las caras pintadas, según sus tradiciones, y con coronas de flores o de plumas además de collares importantes. Y participaron llevando las ofrendas hasta el altar donde estaba el Papa. A más de uno de ellos se lo vio con ojos asombrados mirando el techo de la basílica lleno de decorados imponentes.
La mayor parte de los prelados que participaron de la ceremonia, incluso el papa Francisco, estaban vestidos con una casulla (vestidura que el sacerdote usa encima de todo para celebrar la misa) verde y el grupo visto desde el alto de la basílica como lo mostró la televisión vaticana, parecía representar algo simbólico: una selva verde en un mar de otros colores, casi como muchos quisieran que fuera el Amazonas.
El sínodo, que terminará el 27 de octubre, se supone que deberá dar respuesta a varios de los temas planteados en su documento de trabajo, el Instrumentum Laboris, elaborado por la secretaría general del Sínodo de Obispos en 2018. El documento tiene tres partes principales: La voz de la Amazonia, Ecología integral: el grito de la tierra y de los pobres y la Iglesia profética en Amazonia, desafíos y esperanzas.
El texto no ha evitado las críticas y algunos miembros de la Iglesia alemana, por ejemplo, hasta lo han calificado de “herético”, sobre todo porque plantea para la discusión dos temas importantes: la posibildiad de consagrar sacerdotes a hombres casados pero respetados por las tribus, y la posibilidad de asignar un rol importante a las mujeres, dos puntos planteados por los mismos indígenas a los cuales miembros de la Iglesia entrevistaron en estos últimos dos años para elaborar el documento de trabajo.
“La región Amazónica pide a alta voz una respuesta concreta y reconciliadora”, dice el Instrumentum Laboris, y entre sus muchas sugerencias pide “hacerse cargo, sin miedo, de poner en práctica la opción preferencial por los pobres en la lucha de los pueblos indígenas, de las comunidades tradicionales, de los migrantes y de los jóvenes”.
En sus más de 50 páginas, el documento recuerda los sufrimientos de los pueblos originarios latinoamericanos por mano de los colonizadores que “a menudo hacían el anuncio de Cristo en connivencia con los poderes que explotaban los recursos y oprimían las poblaciones”. “Hoy la Iglesia tiene la oportunidad histórica de diferenciarse netamente de las nuevas potencias colonizadoras escuchando a los pueblos amazónicos”, añadió en otro párrafo, destacando que “vida, territorio, tiempo y diálogo” son las llaves de una iglesia con “cara amazónica”.
El territorio del Amazonas tiene una extensión de 7,8 millones de Km2 distribuidos en los nueve países de la región. La selva amazónica propiamente dicha sin embargo ocupa cerca de 5,3 millones de Km2 que representan el 40% de la superficie global de selvas tropicales. La deforestación hoy oscila entre el 15 y el 20%, afirma el texto.
La vida en la Amazonia está amenazada por la destrucción y la explotación ambiental, por la sistemática violación de los derechos humanos fundamentales de las poblaciones amazónicas. Según las comunidades amazónicas que han participado de los encuentros de preparación del sínodo, las amenazas derivan de intereses económicos y políticos de los sectores dominantes en la sociedad, en particular las compañías que extraen minerales, a menudo en connivencia con los gobiernos locales y nacionales y las autoridades indígenas. Entre las amenazas, el documento menciona el asesinato de los líderes locales, la apropiación y privatización de los bienes naturales como el agua, la caza y pesca saqueadora, los megaproyectos hidroeléctricos, deforestación, construcción de rutas y vías de ferrocarril, proyectos minerarios y petrolíferos, la contaminación de la industria de extracción que ha producido enfermedades en niños y jóvenes, el narcotráfico, la pérdida de su cultura e identidad y la pobreza a la que son condenados los pueblos locales. “En contraste con esta realidad, el Sínodo de la Amazonia se transforma en un signo de esperanza para los pueblos amazónicos y toda la humanidad”, añade el documento.
“Los pueblos amazónicos originarios tienen mucho para enseñarnos. Reconozcamos que por miles de años se han encargado de cuidar la tierra, el agua, la selva y han logrado preservarlos hasta hoy, a fin de que la humanidad pueda beneficiarse de la alegría de los dones gratuitos”, dice sucesivamente.
Ante la injusticia es necesario indignarse y luego a través del diálogo, encontrar un acuerdo, propone el texto que recuerda el Concilio Vaticano II y la “opción preferencial por los pobres, los marginados y los excluidos” - que levantó la Teología de la Liberación de los años 70, aunque no está mencionada esta vez porque fue condenada durante el papado de Juan Pablo II -. “Son los pueblos del Amazonas, sobre todo los pobres y culturalmente distintos, los principales protagonistas del diálogo. Nos ponen de frente a la memoria del pasado y a las heridas provocadas durante los largos períodos de la colonización. Por eso papa Francisco ha pedido humildemente perdón no sólo por las ofensas de la propia Iglesia sino también por los crímenes contra las poblaciones indígenas durante la llamada conquista de América. En este pasado, la Iglesia ha sido a veces cómplice de los colonizadores y eso ha sofocado la voz profética del Evangelio”, subraya el texto.
Entre las muchas sugerencias que hace el documento para la Iglesia que trabaje en el Amazonas se destaca el hecho de “hacerse cargo de la denuncia contra los modelos de extracción mineraria que violan el territorio y los derechos de la comunidad”, “aliarse a los movimientos sociales de base”, “promover la formación y la defensa de los derechos humanos”, “promover la dignidad y la igualdad de la mujer en la esfera pública, privada y de la Iglesia combatiendo la violencia física, doméstica, el feminicidio, el aborto, la explotación sexual” y “promover una nueva consciencia ecológica” además de la opción preferencial por los pobres. A esto se agrega la posibilidad de consagrar sacerdotes a indígenas, respetados por su gente, pero casados, y se impulsa buscar un “ministerio especial que pueda ser conferido a la mujer”.