A modo de apertura del Festival de Teatro Internacional Mercosur que el viernes pasado abrió en el marco de la 5º edición de La Noche de los Museos, la Comedia Cordobesa ofreció Trílogo Filloy, función de teatro performático con dirección de Sergio Osses, sobre textos del escritor cordobés Juan Filloy. Con la intención de elaborar un homenaje poético musical, el espectáculo puso en diálogo fragmentos de tres de las novelas del autor fallecido en 2000: Caterva, de 1939, Ignitus, de 1971, y L’Ambigú, de 1982. Así, en forma coral y sobre un fondo de proyecciones, los actores pasaron de la historia de los vagabundos anarquistas que desbaratan a un grupo nazi, a la desesperación del que prende fuego a todo lo que ama por no poder pagar sus impuestos, y a la tragedia de dos críticos literarios que no pueden congeniar vida intelectual y familiar. Proveniente de San Marcos Sierra, Ensaya Teatro presentó la misma noche inaugural La narradora impura (Teatro para cuentos), unipersonal de Eugenia Cora sobre textos de Osvaldo Bayer, Angélica Gorodischer y Hebe Uhart, poniendo el acento en la problemática femenina, con humor y contundencia militante.
De pequeño formato, delicado armado y destacada actuación de María Rosa Pfeiffer y Raúl Kreig, ¿Por qué demoró tanto?, de Santa Fe, con dirección de Edgardo Dib, toma un pasaje de La gaviota, de Chéjov, para referirse a la recuperabilidad del tiempo y la experiencia además de hacer foco sobre la relación entre la vida y la ficción teatral. Por su parte, Mauricio Dayub dio cuenta de todo su poder de transformación al servicio de los personajes creados para El equilibrista, bajo la atenta dirección de César Brie, espectáculo que mereció una ovación en la sala mayor del Teatro Real. Allí también se presentó a sala llena Luis Machín, con El mar de noche, de Santiago Loza y dirección de Guillermo Cacace.
En el recientemente remozado Teatro San Martín, la compañía Berardi Casolari, de Italia, aportó un singular espectáculo al Festival. Bajo la dirección de Gabriella Casolari, ¡Yo trato de volar!, unipersonal del histriónico Gianfranco Berardi, contó la accidentada historia de un joven aspirante a actor que decide seguir la impronta del cantante Domenico Modugno, nacido en Apulia, “el taco de la bota”, al igual que el personaje y el mismo intérprete. Lo que Berardi narra en su espectáculo es parte de su propia historia. Aunque el protagonista no es, como él, ciego: “Perdí la vista en el último año del secundario -cuenta el actor en diálogo con Página/12-, y puedo decir que fue mala y buena suerte a la vez, porque desaparecieron para mí los mandatos familiares y sociales, debí comenzar de nuevo, reconstruir el mundo. Y elegí el teatro, algo que en otra circunstancia no hubiese hecho”, explica el actor. En su espectáculo, según cuenta, “la ceguera aparece como metáfora de la condición humana, hoy perdida en su individualismo, sin darse cuenta de que la fuerza está en el acto de agruparse”, sostiene Berardi, al tiempo que dice haberse liberado del prejuicio que pone a la tragedia por encima de la comedia: “el humor y algunos encuentros pueden cambiar la vida”, asegura.