"Si no hay una CGT fuerte, se nos empieza a acabar el tiempo”, dice Hugo Yasky. En diálogo con PáginaI12, el dirigente de la CTA de los Trabajadores hace un balance del congreso en el que la central avaló unificarse con la CGT y apoyó la fórmula de Alberto Fernández-Cristina Fernández de Kirchner. “No podemos seguir entregando el país a los mesadineristas, a las corporaciones financieras, a los CEOs de los bancos, las compañías energéticas y de la obra pública que vivieron colgados de la teta del Estado. Eso significa deuda, destrucción del aparato productivo, las economías regionales, desempleo, fuga de capitales y hambre", afirma.
--¿Cuál es el primer balance del congreso de la CTA que convalidó iniciar la unificación con la CGT?
--Para nosotros fue un día histórico. Significó poner en marcha la posibilidad de unificar a todo el movimiento sindical de la Argentina que se discutió muchos meses en la CTA y que logró un apoyo unánime. Queremos avanzar en un camino que dé respuesta a una demanda que, sobre todo en estos años de gobierno macrista, escuchamos repetida una y otra vez: “Únanse, tenemos que estar unidos, no podemos dejar que estos tipos sigan avanzando, avanzan con la división”. Así que comenzamos la cuenta regresiva para fortalecer al movimiento sindical en Argentina, a contrapelo de lo que está ocurriendo en la región y en el mundo.
--¿Cuáles fueron los ejes centrales que llevaron a la división de la CTA hace 28 años y los que generan la posibilidad volver a unirse con la CGT?
--Lo primero es que cambió el mundo. En los ’90 el Consenso de Washignton recién comenzaba a aparecer con el tacherismo y reaganismo, que si bien habían logrado horadar las defensas del movimiento sindical, en América Latina todavía las centrales sindicales eran fuertes. Hoy hay una regresión enorme, un retroceso en las tasas de sindicalización en todo el continente que también se da en otros países. Pero en la región hay un retroceso enorme, muchas centrales sindicales que supieron tener fuerza, hoy están convertidas en escombros y el neoliberalismo en esta fase financiera arrasó con los derechos de los trabajadores. Frente a esta realidad no podemos seguir imaginando que puedan prevalecer aquellas disputas que terminan siendo en el fondo secundarias. Creo que el elemento detonante fue la aparición de un gobierno como el de Macri, que tuvo el apoyo de todos los grupos dominantes de este país: las corporaciones financieras, la vinculada a la obra pública, la energía, las mediáticas, que intentaron que este Gobierno se prolongara en un proceso largo que llevara a la Argentina a una suerte de pre peronismo.
--¿Y la experiencia de la CTA?
--Aprendimos que también podría fracasar nuestra propia experiencia y de hecho ocurrió cuando se fracturó la CTA, luego de un proceso electoral en el que se comprobaron denuncias de fraude. Eso que queríamos mostrar como un camino absolutamente distinto de construcción, con métodos democráticos, en un determinado momento tenía su grieta.
--¿La decisión de unificar al peronismo también incidió en la idea de unificar al movimiento obrero?
--Si pudimos derrotar la estrategia del macrismo de enterrar al peronismo construyendo el Frente de Todos, si (Héctor) Daer, (Hugo) Moyano, (Ricardo) Pignanelli y yo formamos parte de la mesa de acción política del PJ como respuesta al intento de intervenir ese partido, si fuimos capaces de todo eso, ¿qué sentido tiene no proyectar la misma construcción unitaria en el terreno sindical? En última instancia, tenemos que aceptar que habrá distintas miradas, tensiones, debate interno, pero tenemos que resolverlo en el marco de la unidad.
--¿Son conscientes de que hay dirigentes cegetistas que plantean dudas y tal vez resistan la unidad?
--Creo que existen dirigentes sindicales con los que estuvimos juntos peleando estos años, la Corriente Federal, el Frente Sindical para el Modelo Nacional, las regionales de la CGT. También que hay dirigentes que miran con recelo esta unidad y van a intentar poner trabas en el camino y dilatar los plazos de esa unidad, pero creemos que la demanda de los trabajadores es muy fuerte.
--Ustedes destacaron la importancia de las regionales de la CGT en el interior del país en este proceso de unidad, ¿cree que la misma empezará por ahí o tiene que darse a nivel nacional y en la superestructura sindical?
--En la mayoría de las provincias la unidad ya está en marcha, un proceso absolutamente natural. Pero hay que hacerlo a nivel nacional, porque no queremos que esto resulte de una suerte de presión desde la provincias, desde la bases. Acá tiene que haber un proceso en el que acordemos cuáles son los pasos que damos hacia la unificación, en qué condiciones. Si hay dirigentes sindicales que quieren trabar la puerta de la CGT que digan que es lo que proponen y por qué, cual es la visión que tienen, con quienes están comprometidos. Nuestro mandato nos habilita a dar esa discusión, que independientemente del puerto al que arribemos, ojala sea el de la unidad total, tenemos que decir que es lo que vamos a poner en práctica.
--Si la unidad avanza, ¿cómo imagina la conducción cegetista? ¿Tendría que ser colegiada, con un solo secretario general?
--La experiencia de una dirección colegiada no fue la mejor. Por ahí un solo secretario general con un colectivo que exprese a todos los sectores, que sea capaz de contener las distintas miradas, puede ser una alternativa para ese colectivo, que son todas las organizaciones que componen el movimiento obrero en Argentina. Lo importante es que haya voluntad de expresar en la vida orgánica de la CGT a los distintos sectores. Eso se puede conseguir con un secretario general.
--En el congreso de Lanús estuvo Pablo Micheli, ¿es posible sumar a la CTA Autónoma al proceso de unidad en la CGT?
--En este momento hay una fractura expuesta judicializada. Creo que a Pablo Micheli le cobraron su determinación de intentar avanzar a la unidad con nosotros. Hay una discusión que una vez saldada va a permitir que el otro sector levante la vista y sea capaz de advertir que tenemos que ir a un proceso de unidad, porque el mundo en el siglo XXI no es el mismo que cuando nos fuimos de la CGT. Hoy las corporaciones del capitalismo financiero y las nuevas formas de trabajo nos plantean el objetivo de construir una CGT que tenga la posibilidad de dialogar con la sociedad, que sea un punto de referencia respetable y creíble como representación del conjunto de los trabajadores para sentarse a discutir una alianza estratégica con los sectores de la producción. No podemos seguir entregando el país a los mesadineristas, a las corporaciones financieras, a los CEOs de los bancos, las compañías energéticas y de la obra pública que vivieron colgados de la teta del Estado. Eso significa deuda, destrucción del aparato productivo y de las economías regionales, desempleo, fuga de capitales y hambre. Si no hay una CGT fuerte, se nos empieza a acabar el tiempo.
--¿En algún momento Alberto Fernández o CFK le plantearon la necesidad de unir al movimiento obrero en una sola central?
--No de manera directa. Pero está claro que si Alberto Fernández vino a nuestro congreso donde se iba a votar la unificación, eso significa un aval y un compromiso. Del mismo modo que cuando Cristina vino a la Mesa de Acción Política del PJ dijo algo que me quedó muy grabado: dijo que hace falta la unidad para ganar la elección, que si no estábamos unidos el peronismo no ganaba la elección. Y agregó que hace falta mucha mas unidad para gobernar porque nos va a quedar un país destruido, endeudado, empobrecido, sin empleo y un nivel de indigencia como nunca antes conocimos. Y es así. Si no hay más unidad corremos el riesgo de quedar encerrados en un laberinto de pobreza y atraso. Todavía estamos a tiempo.
--¿Los reclamos del movimiento obrero en su conjunto se pueda resolver a través de un nuevo contrato social?
--Es una herramienta para empezar a discutir. La Argentina necesita generar empleo y trabajo productivo. No digo que se pueda empezar a crecer, porque puede haber un crecimiento económico expresado desde el sector financiero, de las actividades extractivas, el complejo sojero, que no significa el desarrollo social. Necesitamos que el crecimiento económico se exprese en generación de empleo y eso no se puede hacer si no se recompone la plana productiva. Tenemos que tener una mesa para definir los caminos a seguir, con las pymes que estuvieron al frente de cualquier convocatoria, a los movimientos sociales, a las centrales sindicales, a los sectores universitarios, en determinado momento a los gobernadores. Tenemos que ir discutir las urgencia: la gente que no come, los precios, los salarios, las tarifas y frenar este frenesí de la rueda loca de las tasas de interés, la fuga y la deuda. Para eso tenemos que construir el interlocutor que pueda representar de manera incuestionable al movimiento obrero en los escenarios que se van a abrir a partir de la asunción del nuevo gobierno. Necesitamos una CGT más fuerte y unida para el tiempo que viene, en el que nuestro protagonismo va a ser político, en la discusión de un proyecto de país.
--En su discurso usted sostuvo que “la independencia del movimiento obrero no significa neutralidad política”. ¿Cómo repercutió entre las quince centrales sindicales internacionales (de America Latina y Europa) que participaron del congreso?
-- La Federación Sindical Internacional, que reúne a todas las centrales internacionales, dijo el año pasado en Dinamarca que en la democracia moderna o siguen definiendo las políticas los mercados y las corporaciones financieras o empezamos a definir las políticas en el marco del contrato social para sacar a la democracia del cerco en el que la pusieron los sectores financieros. Para los compañeros de Brasil, Uruguay, Paraguay, la posibilidad de un triunfo de la fórmula del Frente de Todos es prácticamente una bocanada de oxígeno puro. La derrota de Macri va significar la derrota de uno de los alfiles de Donald Trump para la región, el otro es (Jair) Bolsonaro. Para ellos es fundamental y se sienten absolutamente identificados con la determinación que tomamos. Acá la disputa es entre un proyecto que quiere retomar el respeto a los derechos laborales, con escuela pública, con industria, con movilidad social ascendente, como dijo Alberto en el Congreso, o una Argentina con más ajuste, endeudamiento, miseria, pobreza y declinación productiva. Ante esos dos proyectos en pugna, la neutralidad no existe porque en uno de los dos modelos los trabajadores sobreviven, en el otro pasan a ser carne de cañón.