Es uno de los músicos más reputados del circuito de Nueva York, algo así como la Acrópolis del jazz actual. De él, por ejemplo, Pat Metheny supo decir que "encarna las características personales de un verdadero líder y visionario”. Alrededor de doscientas grabaciones, como líder o sideman, acreditan a Carl Allen, baterista, productor, emprendedor y educador. Desde mañana jueves, Allen estará en Buenos Aires para dar clases y cumplir una serie de actuaciones. El jueves a las 17.30, una Master Class en Bebop (Moreno 364), donde viernes y sábado actuará a la cabeza de un quinteto que se completa con excelentes músicos locales: Mariano Loiácono en trompeta, su hermano Sebastián en saxo tenor, Ernesto Jodos en piano y Jerónimo Carmona en contrabajo. De esta manera el reducto jazzero de San Telmo cierra el ciclo de conciertos con referentes del jazz de Nueva York, que tuvieron a Mariano Loiácono como anfitrión. Para culminar su periplo porteño, el martes a las 20 Allen será el invitado de la Big Orchestra en el Auditorio Nacional del Centro Cultural Kirchner, con entrada gratuita según la modalidad del más grande centro cultural de Latinoamérica.
“Hay diferencias entre tocar con quinteto y tocar con una Big Band, pero también hay muchas cosas en común”, asegura Allen al comenzar la charla con Página/12. “En el quinteto, claro, el diálogo es más directo, hay más interacción entre los músicos. En una Big Band en cambio pareciera que el trabajo del baterista es limitado, pero no es necesariamente así. Hay muchas formas de acercarse a una formación numerosa desde la perspectiva de los bateristas. Tipos como Sonny Payne, Buddy Rich, Louis Bellson y Mel Lewis, de los que soy fanático, plantearon la batería dentro la Big Band como un pequeño grupo extendido, que participa del sonido general con ductilidad. En cualquier caso, me encanta tocar con Big Band tanto como en grupos más chicos, así que tengo muchas ganas de conocer Buenos Aires y tocar con músicos de allá”, explica Allen.
Repasando sus ascendentes estilísticos, Allen habla también de Art Blakey, Art Taylor, Elvin Jones, Billy Higgins. “Son tipos que cada vez que se sentaron detrás de una batería lo hicieron con swing”, asegura
- ¿Qué significa "swing" para usted?
- Esta es una pregunta muy compleja y podríamos estar discutiendo durante años. Pero yo tengo mi respuesta. El swing para mí es un sentimiento, una actitud y un estado mental basado en la improvisación, el blues y el intelecto. Creo que estas tres cosas deben estar siempre en un músico de jazz, como un pulso subyacente.
Clase 1961, Allen creció entre el góspel, R&B y funk. Descubrió el jazz de jovencito, escuchando al legendario saxofonista Benny Carter y más tarde comenzó su camino en el género tocando con otros dos notables del saxo: Sonny Stitt y James Moody. Antes de graduarse en el William Patterson College en New Jersey, ya era parte de la banda del trompetista Freddie Hubbard, con quien grabó en disco como Double Take (1985) y Life Flight (1987). Michael y Randy Brecker, Herbie Hancock, Branford Marsalis, Benny Golson, J.J. Johnson, Wayne Shorter, Mike Stern, Phil Woods, Benny Green, Cyrus Chestnut y Joe Henderson, son algunos de los nombres con los que colaboró. Su discografía personal comenzó en 1989 con Piccadilly Square. The Dark Side of Dewey (1993), The Pursuer (1994), Testimonial (1995), Get Ready (2007) y Work to Do (2009), consolidan un estilo clásico, que destila la elegancia y calor.
Allen es también productor. En 1988 fundó Big Apple Productions, junto al saxofonista Vincent Herring, sociedad con la que produjo numerosas grabaciones para Japón. Antes, había creado Nella Productions, para impulsar proyectos y desarrollar talleres de jazz en todo el mundo bajo el nombre de The New York Jazz Symposium. “En realidad empecé a producir discos por necesidad. Resulta que cuando hice mi primer disco como líder, el sello me pidió que lo produjera yo mismo y que les enviara el master una vez terminado”, cuenta Allen. “En ese momento yo no tenía idea de qué significaba producir, por dónde se empezaba, que había que hacer. De pronto me encontré ante un trabajo que demanda gran creatividad y después de esa experiencia, quedé enamorado de ese trabajo y como músico muy interesado por la etapa producción. Me atrae ese proceso, ir viendo cómo una idea, un concepto o por lo menos una intuición de pronto cobra vida y se hace música, así, de la nada”, asegura el baterista.
-¿Qué le parece interesante en la escena actual del jazz?
- Sobre todo la diversidad de conceptos e ideas.
- ¿En esa diversidad, cómo imagina el jazz del futuro?
- Creo que todo es cíclico, por lo que me encantaría ver más tutorías. Quiero decir, que los músicos más establecidos trabajen con los artistas más jóvenes para guiarlos y así continuar con la tradición. Eso hacía Art Blakey y de ahí vengo yo. Por eso me entusiasma venir a la Argentina a tocar.