Una filtración reavivó el debate sobre la regulación de las grandes compañías tecnológicas. El audio compartido por el sitio The Verge de una reunión privada en las oficinas de Facebook puso en evidencia a un Mark Zuckerberg visiblemente molesto por las propuestas antimonopólicas de la precandidata presidencial demócrata de Estados Unidos, Elizabeth Warren. El desacuerdo entre ambas figuras volvió a instalar la discusión sobre el poderío económico de la red social, manifestado, por ejemplo, a partir de su proyecto de creación de una criptomoneda propia, sin olvidar los múltiples cruces con la política en asuntos tales como el debate por el mayor cifrado de los mensajes, el uso de los datos personales en las campañas electorales y la difusión de mensajes de odio.
“Elizabeth Warren quiere partir las grandes compañías, y si es elegida presidenta, apuesto a que tendremos un gran conflicto legal, y apuesto a que lo ganaremos. (…) No quiero poner una gran demanda contra nuestro gobierno. Queremos trabajar con el gobierno y hacer cosas buenas. Pero mira, en definitiva, si alguien amenaza algo que es tan existencial, bajas al ring y peleas”. Así se expresaba, sin demasiadas vueltas, el fundador y actual presidente ejecutivo de Facebook. En definitiva, ¿existe algún margen para las medidas propuestas por Warren? Y en segundo lugar, ¿qué implicaría o hasta donde llegaría la metáfora pugilística de bajar al ring?
Para el periodista de The New Yorker, Evan Osnos, "Cuando un poder privado concentrado tiene tanto control sobre lo que vemos y escuchamos, tiene un poder que compite con el del gobierno elegido, o lo excede". En diálogo con Página/12, el profesor de Gobierno y Política de la Universidad de Maryland, Ernesto Calvo, avanza sobre ese terreno: “Facebook tiene ganancias netas anuales de más de 20 mil millones de dólares. Esto quiere decir que tiene recursos de sobra para financiar campañas políticas y publicitarias, tanto en Estados Unidos como en el resto del mundo. Por el momento, Facebook no ha usado este vasto capital con la agresividad con que podría ser utilizado”.
Frente a ese escenario, Warren (que por el momento aparece segunda en las encuestas por detrás del exvicepresidente Joe Biden en el camino a la candidatura demócrata) dijo que el gobierno “debe partir los monopolios y promover mercados competitivos”. Las leyes antimonopolio estadounidenses "facultan a los reguladores a deshacer fusiones que reducen la competencia", expresó la senadora. Facebook constituye uno de los ejemplos más poderosos de fusión empresarial, tras la compra de WhatsApp e Instagram. Para Warren, deshacer estos cambios haría que las empresas tecnológicas sientan presión por "ser más receptivas a las preocupaciones de los usuarios".
Calvo no tiene dudas en cuanto a la posición monopólica de la compañía fundada por Zuckerberg: “Facebook tiene aproximadamente 2.400 millones de usuarios. Dado que no está autorizada como plataforma en China, esto quiere decir que casi un 40 por ciento de la población de la tierra tiene cuenta en Facebook. WeChat, usado casi con exclusividad en China, tiene la mitad de usuarios. Esa posición monopólica como red social tiene también inmensos beneficios para el resto de sus negocios integrados”, explica.
En una entrevista a The New Yorker a fines del año pasado, Zuckerberg ya se manifestaba contrario a la idea (visibilizada por Warren pero compartida por varios legisladores demócratas) de dividir a Facebook para favorecer la competencia. "El campo es extremadamente competitivo. Creo que a veces la gente piensa 'Bueno, no hay un reemplazo exacto para Facebook'. En realidad, eso hace que haya mayor competitividad, porque competimos con Twitter y con Snapchat como medios de difusión, y ofrecemos mensajería cuando iMessage viene instalado en cada iPhone". Encerrado en su propia contradicción, Zuckerberg reconoce que Facebook es tan poderoso que puede competir en distintos terrenos con varias compañías más pequeñas.
Pese a las anteojeras del joven empresario, en Estados Unidos existe, incluso entre los sectores más conservadores, la idea de que la competencia es necesaria para fomentar el ingreso de nuevos actores al mercado. Por eso no sorprendió que en 2016 el presidente Donald Trump no permitiera la fusión de AT&T con Warner (aunque este año la Corte de Estados Unidos habilitara la operación). Se suele citar el fallo de la justicia estadounidense de 1998 contra Microsoft, por prácticas monopólicas (al incluir a Internet Explorer en Windows para quedarse con el mercado de los navegadores), como la puerta por la que pudo ingresar Google al mercado, y como antecedente de que se puede avanzar contra prácticas de privilegio.
Uno de los últimos frentes de batalla que abrió Zuckerberg para continuar apostando al crecimiento de su compañía es Libra, la criptomoneda que actualmente se enfrenta a una fuerte resistencia, principalmente desde la bancada demócrata estadounidense. Facebook imagina a Libra como una nueva criptomoneda global, dinero virtual que puede utilizarse a través de smartphones, y permite el ingreso al sistema financiero de miles de millones de personas que hoy no acceden a los bancos. En ese sentido, Calvo no cree que Zuckerberg pueda cumplir con su deseo: “La presentación técnica de la criptomoneda de Facebook fue muy mal recibida. Está muy lejos por ahora de ser técnicamente viable, y la actual configuración no sería aceptable para la mayoría de los entes reguladores”.
Uso y abuso de datos personales
Los debates en torno a la regulación de datos personales, exceden (o se acoplan) al terreno económico. Exhiben la forma en que las compañías operan con distintos gobiernos alrededor del mundo. El jueves pasado, Estados Unidos, Reino Unido y Australia le exigieron a Facebook que permita a sus autoridades esquivar el alto cifrado usado en sus servicios de mensajería. Argumentan que esto permitiría detectar actos delictivos, incluyendo terrorismo y pornografía infantil, en línea con la Ley “Cloud Act”, que permitirá a las agencias policiales británicas y estadounidenses exigir datos electrónicos sobre delitos graves directamente a las compañías tecnológicas.
Pero, ¿no es igual de peligroso permitirle al Estado el acceso a esa cantidad abrumadora de datos personales? "Absolutamente", responde sin dudarlo Calvo. "De hecho, es un proyecto iniciado y al servicio de las agencias nacionales de seguridad de Estados Unidos, liderado por el FBI. Someterse a una mayor regulación del Estado no es una opción interesante si estos Estados después utilizan el acceso privilegiado a información para el control y la manipulación política de sus ciudadanos”, agrega.
Todos los días, a toda hora, le cedemos a Facebook una cantidad innumerable de datos personales y sensibles, que pueden o no pasar el filtro de la red social. El periodista Evan Osnos destaca que en abril, ante inversionistas, Zuckerberg comentó que era "más fácil construir un sistema de inteligencia artificial que detecte un pezón que uno que detecte un discurso discriminatorio". Esa dificultad (voluntaria o involuntaria) para detectar discursos racistas, tuvo tal vez su episodio más dramático en Myanmar. Homicidios y torturas contra la minoría musulmana del país del sudeste asiático forzaron al desplazamiento masivo de la tribu rohingya, desde que en 2014 Wirathu, un monje budista con una enorme cantidad de seguidores en la red social, fomentara la violencia. La reacción de Facebook contra la difusión masiva de ese tipo de contenidos violentos fue tardía y selectiva.
Mucho más cercano a nuestra experiencia resultó el escándalo de Cambridge Analytica. Recién en marzo de 2018, ante la denuncia por abuso de datos privados, y tras conocerse los vínculos con el gobierno ruso, con la clara intención de perjudicar a la excandidata presidencial Hillary Clinton (sin contar las irregularidades detectadas en todo el mundo), Zuckerberg comenzó a aceptar la gravedad de los hechos. A partir de ese momento, Calvo reconoce algunos cambios: “Hay menores grados de libertad para acceder y utilizar los datos de Facebook para la política".
Surgen nuevos desafíos. Y no hay duda de que, en los últimos años, los gobiernos y las grandes compañías tecnológicas se vincularon de manera incestuosa. Habrá que ver si este nuevo intento de partir el monopolio digital de Facebook se hará realidad, o tan sólo forme parte de un juego dialéctico entre poderosos que no habilitará (como de costumbre) cambios profundos y relevantes.
Informe: Guido Vassallo.