EL fin de semana fue la segunda edición de la elección de Miss Trans Formosa, en el teatro de la ciudad. Como no tuve tiempo de colaborar con la producción, me ofrecí ser la fotógrafa del evento. La compañera trans que lidera la organización, se llama Karla Estrella de Mar Argañaraz, y es una genia. Karla viene militando la inclusión laboral trans y el evento gira en torno a visibilizar esta consigna.

En las redes circularon los comentarios obvios, diciendo que una elección de reina refuerza el estereotipo de no sé qué gilada. Victoria Jael Vega, otra compañera trans militante, salió al cruce con un texto que publicó en sus redes y también en un periódico local, titulado “Cuerpos Indóciles”. Respondió contundentemente: “Las elecciones de reinas trans son necesarias, para contarle a nuestra provincia, que nosotras existimos y resistimos.”. Mi parte favorita del texto es: “Nuestra historia no es la mejor, pero el análisis apunta claramente a la RESISTENCIA que se pudo obtener siendo fronterizas, periféricas , latinoamericanas. Siempre es necesario una cuota de realidad, pero como me supo decir una travesti Chaqueña de más de 60 años, sobreviviente «una travesti no se ahoga en un vaso de agua»…”

Yo llegué temprano para fotografiar el backstage. Kathhya era la única que se estaba preparando, así que pedí permiso y empecé a disparar. Me dijo “Sos un pesado”, después de que le pidiera dos o tres retratos. “Pesada” le dije yo, compartiéndole una continua discusión conmigo misma. “No, pesado. ¿Cómo te llamás?”. “Ile” repondí sonriendo, “Pero decime gringo”. Eran las 8:10 y yo ya estaba on fire. Más tarde Karla entregó una distinción a Kathhya, por ser una histórica militante de Formosa. Era la concursante con más experiencia, tiene 53 años.

El evento fué un éxito, 12 travestis de distintos pueblos de la provincia, desfilaron por el escenario del teatro más importante de la ciudad, a sala llena. Otras tantas aplaudieron desde el público, compuesto en su mayoría por doñas de entre 20 y 60 años de edad. Algunas pibas lesbianas y bisexuales de la militancia, que estaban mayormente en la organización, un porcentaje alto de maricas y dos o tres chongos un poco tensos, que después relajaron.

Abrió la noche un video de Lohana Berkins hablando de la belleza del cuerpo travesti. Le siguió una compañía de teatro paraguaya, con algunos fragmentos de la obra drag “Ser o no Ser”, que entre risas, bailes y estereotipos de señoras católicas y de militares, recordaba los crímenes de la dictadura de Stroessner.

En el primer desfile, el que se hace con ropa casual, las chicas desfilaron con las remeras de inclusión laboral trans. Ni bien salieron al escenario, el público estalló en aplausos al ritmo de Lady Gaga, en una celebración colectiva que opacaba el carácter competitivo del certamen, marginando al jurado, al que nadie le dió mucha cabida en toda la noche.

En vez de concurso de talentos, hubo homenajes a las compañeras travestis asesinadas. Lloramos. Gritamos basta de travesticidios. Karla entregó un ramo de flores a la mamá de Erika, una compañera asesinada cuya sentencia se conoció hace poco, con un sabor amargo porque la justicia se negó a reconocer la figura de travesticido en el caso. La madre de Erika es una incansable luchadora y ha levantado un altar a su hija, con flores de plástico alrededor de su foto, y los zapatos de tacones que más le gustaban. Me lo mostró cuando pintamos un mural en su casa, que da la canchita del barrio donde creció.

Como para que las lágrimas no corrieran tanto el rimel, después del homenaje, una drag formoseña realizó una coreo con 5 bailarinxs y el público entró nuevamente en éxtasis. Mientras las concursantes se preparaban para el desfile de gala, se sortearon algunas remeras de inclusión laboral trans, pero no me gané ninguna.

Aproveche la actuación de la chica cis que cantaba “Libre Soy”, para salir a fumar un pucho. Las pibas discutían con la cana porque, obvio, nos excedimos en el tiempo permitido para el uso del teatro. En el grupito que se armó en la vereda, circundando la discusión para hacer acto de presencia, me encontré con Jhana, una chica trans de Clorinda que se recibió de maestra jardinera este año. Me acordé que en una de las asambleas por el 8M, Karla había anunciado por micrófono la buena noticia del título de Jhana, y todes aplaudimos con el orgullo de la familia que celebra su primera generación de universitaries. Jhana me contó que empezó a trabajar en una guardería y que vino de paso, a participar del Congreso Pedagógico de la provincia. Le dije que iba a visitarla a Clorinda algún finde pero no me creyó mucho.

Bajaron a la piba cis del escenario y arrancándole unos minutos extra a la ley, las concursantes desfilaron con los vestidos de gala, a puro glamour, en un certamen que derrumbaba estereotipos a diestra y siniestra, salpicando de glitter a una audiencia que gritaba, aplaudía y bailaba en los asientos. No había un sólo cuerpo hegemónico en el escenario. Era sin duda, una celebración de la belleza.