Poca importancia le han dado la mayoría de los biógrafos a la etapa del Che
en Guatemala. Sin embargo en esos ocho meses se hizo comunista, conoció a su primera esposa, aprendió a usar armas, intimó por primera vez con cubanos castristas.
Hilda Gadea, mujer poco agraciada de algo menos de 30 años, dirigente del ala juvenil del APRA peruano, que colaboraba con el gobierno progresista del presidente guatemalteco Jacobo Arbenz, protegió el desamparo del Che a cambio de su amor. “Hilda Gadea me declaró su amor en forma epistolar y en forma práctica. Yo estaba con bastante asma si no tal vez la hubiese cogido. Le advertí que todo lo que podía ofrecerle era un contacto casual, nada definitivo. Pareció muy avergonzada. La cartita que me dejó al irse es muy buena, lástima que sea tan fea”.
Fue Hilda quien le presentó al profesor marxista norteamericano Harold White, quien dejará su impronta ideológica en Guevara “Conocí a un gringo extraño que escribe boludeces sobre marxismo y las hace traducir al castellano. El intermediario es Hilda Gadea y los que laburan Lumila y yo. Hasta ahora cobramos 25 dólares. Yo le doy clases de inglés-castellano al gringo”. Fue en casa de Myrna López, una nicaragüense exiliada, donde conoció a los primeros rebeldes cubanos, Antonio “Nico” López –quien le pondría el mote de “Che”-, Armando Arencibia, Antonio “Bigotes” Darío López y Mario Dalmau, todos sobrevivientes de la fracasada toma del cuartel militar de la Moncada el 26 de julio de 1953, por la que el jefe revolucionario Fidel Castro Ruz estaba preso.
Nico causó una fuerte impresión en Ernesto y rápidamente se hizo su amigo. “La noche que Nico conoció al Che en mi casa habló con él a calzón quitado. A pesar de su juventud el cubano vislumbraba con toda honestidad el futuro de su país, hablaba ya de que la revolución cubana iba a ser una revolución socialista. Fue el primero que le habló al Che de Fidel” (Myrna Torres, comunicación personal).
La influencia del ambiente guatemalteco se hace evidente en las cartas del Che: “Es hora de que el garrote conteste al garrote y si hay que morir que sea como Sandino y no como Azaña.” El primero fue un revolucionario nicaraguense asesinado por el ejército por no transar en sus convicciones y el segundo un presidente de la República Española que, según Ernesto, no había tenido el coraje de llegar hasta las últimas consecuencias favoreciendo así el triunfo de sus enemigos falangistas.
“Le molestaba mucho el asma y eso le impedía a veces participar en reuniones y en especial en las excursiones y los paseos. El gran contraste con los cubanos se daba en cuanto a la música. Los cubanos eran tremendos bailadores, por ejemplo Nico López sólo con una cuchara podía organizar una reunión. El Che se quejaba siempre, con simpatía, de la bulla que hacían”. (Myrna Torres, c.p.)
El presidente Arbenz, social demócrata, convirtió en ley la reforma agraria, moderada, que establecía la expropiación de latifundios no cultivados de la United Fruit, empresa monopólica que mantenía vínculos estrechos con el gobierno de Eisenhower a raíz de los intereses económicos de los hermanos Dulles, secretario de Estado uno y director de la CIA el otro. También el secretario adjunto de Asuntos Latinoamericanos, John Moors Cabot, poseía importantes inversiones en la United Fruit y la secretaria privada del presidente Eisenhower estaba casada con el gerente de Relaciones Públicas de la empresa.
Otras medidas progresistas del nuevo gobierno fueron el impuesto a la renta que perjudicaba a las pocas familias que se repartían la riqueza del país, además de acordarse sorprendentes derechos laborales como el derecho de huelga, la contratación colectiva, el salario mínimo, etc. medidas que no podían sino desagradar a ‘la frutera’, como llamaba el argentino a la United Fruit.
El 14 de junio Ernesto cumplió 26 años. Cuatro días después el coronel Castillo Armas entró a Guatemala al frente del “Ejército de Liberación”, organizada, armada y financiada por la CIA. El Che, por primera vez, experimentó la emoción de hallarse bajo fuego. En una carta a su hermana confesaría que “se sentía un poco avergonzado por divertirme como un mono”. Fue en esos días cuando por primera vez el Che tuvo en sus manos un fusil ametralladora y alguien le enseñó a manejarla.
“La militancia política de Ernesto en Guatemala fue dentro del grupo de la Alianza de la Juventud Democrática, rama del Partido Comunista. La juventud universitaria y trabajadora se organizó para la defensa del país y de la revolución, leales a una estrofa del himno nacional ‘Si mañana tu suelo sagrado/ lo amenaza invasión extranjera/ tinta de sangre tu hermosa gándara/ a vencer o morir llamará’” (Myrna Torres, c.p.).
Arbenz y los suyos se rendirían rápidamente y a renglón seguido Castillo Armas y la CIA, con el apoyo de los ‘marines’ estadounidenses, comenzaron a detener a los que tuvieran vínculos con el régimen depuesto. Hilda fue presa en tanto Ernesto pidió y obtuvo asilo en la embajada argentina., que luego abandonó para refugiarse en Méjico. Fue allí donde se casó de mala gana con Hilda y donde conoció a los hermanos Castro.
Fue en Guatemala donde en el naciente revolucionario estalló un sentimiento hasta entonces desconocido por él mismo, una tumultuosa ansia de pelear por lo que él consideraba justo, una voluntad de defender sus convicciones con los puños o con las armas. La pusilanimidad de Arbenz le había enseñado algo que sostendrá hasta el fin de sus días: ninguna revolución verdadera puede sostenerse sino es sobre la violencia, y el imperialismo jamás cederá un ápice de su poder si no le es arrebatado por las armas.