El sentido común y los manuales de guion aconsejan no duplicar ciertas cosas. Los villanos son una de ellas: salvo que se trate de villanos asociados, que haya dos o más de ellos en una película no hará más que distraer la atención y el interés. Otra son los acontecimientos extremos e imprevistos: más de uno generará sensación de saturación en el espectador. Esto último es lo que sucede en El pasado que nos une, remake estadounidense de la película danesa que en 2006 se conoció internacionalmente con el título After the Wedding (el mismo que lleva ésta originalmente). Dirigida por Bart Freundlich, la película cuya versión original compitió por el Oscar al Mejor Film Extranjero saca de pronto de la manga una condición de hija adoptiva, una pareja abandónica y una filiación que son como meteoritos cayendo sobre la narración, hasta entonces plácida. Y “como si esto fuera poco” (como decían antes los vendedores de colectivo), media hora más tarde hay cáncer en puerta. De a una calamidad por película, maestro.

Isabel Pederson (Michelle Williams) dirige un orfanato en la India, y lógicamente falta de todo: camas, medicación, ropa. Llega un mensaje de una empresa estadounidense, que sin que se sepa cómo ni por qué ofrece una donación que se anuncia importante. Para concretarla, Isabel deberá trasladarse a Nueva York y entrevistarse con la dueña de la compañía, Theresa (Julianne Moore). Cuando Isabel llega, la hija mayor de Theresa está por casarse. Theresa invita a Isabel a la boda. La familia nada en dólares y en buen gusto (Oscar, el marido, es artista plástico). La hija casadera, Grace (Abby Quinn) ama a su novio, a sus padres, a todo. Otra regla dramática no escrita indica que sobrevendrán la oscuridad, el dolor, los reproches. Y así será, cuando Isabel llegue retrasada a la ceremonia y mire por primera vez hacia delante, donde están la novia, el novio y los padres de ella. Descubrirá algo que nada hacía pensar que descubriría.

Hay otro problema en los cataclismos dramáticos que propone el guion, escrito originalmente por los daneses Susanne Bier y Anders Thomas Jensen: el espectador no tiene forma de preverlos. Las cosas suceden “a carta tapada”, sin que el asistente pueda jugar. Sólo queda tomarlas como vienen. En lo que acierta Freundlich es en bajarle el tono al melodrama, haciendo de un potencial culebrón un drama de relaciones. ¿O tal vez se trate de que entre la gente con mucha plata los muertos se sacan del ropero con delicadeza? En cualquier caso, el realizador contó con un terceto actoral (el tercero es Billy Crudup, que hace de Oscar) que garantiza matices, sutileza y amplitud de rango. Lo cual hace de El pasado que nos une una película muy “mirable”, más allá de los mazazos del guion.


EL PASADO QUE NOS UNE 6 PUNTOS

(After the Wedding, EE.UU, 2019)

Dirección y guion: Bart Freundlich

Duración: 112 minutos

Intérpretes: Julianne Moore, Michelle Williams, Billy Crudup, Abby Quinn.