Siempre, los debates previos a los Encuentros son largos y espinosos. No es fácil coincidir, pero es urgente la acción colectiva. En torno a este encuentro hubo uno en particular que posicionará a les presentes mañana, en su apertura. La plurinacionalidad es una reivindicación de muchísimas mujeres originarias, migrantes y afrodescendientes que exige no sólo un nombramiento -si no existe lo que no se nombra, por tanto, se les invisibiliza- sino también requiere acción. El pasado sábado, en la Universidad de Quilmes, se organizó el Primer Encuentro Plurinacional de Naciones, Pueblos e Identidades Indígenas, Afrodescendientes y Migrantes. Ese encuentro fue la síntesis de lo que se logra con la organización autogestiva y colectiva, mujeres y hombres discutiendo sobre sus condiciones de vida, sus deseos y la necesidad imperiosa de transformar su lucha en parte del movimiento feminista. Que aún se debata si el Encuentro deba ser plurinacional o no es una de las muestras de que el movimiento feminista no es algo homogéneo sino diverso, con miles de ramificaciones, posturas y miradas. Con el debate sobre la plurinacionalidad se abre la primera cuestión: ¿Qué significa “plurinacionalidad y por qué es urgente?
“Creemos que en este momento histórico amerita que el Estado argentino reconozca las naciones preexistentes a su conformación. Los pueblos originarios somos portadores de una lengua propia, una espiritualidad propia y un territorio que ha sido avasallado y destruido por el Estado argentino. Nosotrxs planteamos que la ciudadanía nuestra es argentina, pero por tener una lengua, espiritualidad y territorio, nuestra nación es anterior al Estado argentino. Para que este Estado sea plural y democrático de verdad necesita reconocer los derechos políticos de las naciones preexistentes. Tenemos una lengua impuesta por el colonialismo y la Iglesia católica, una religión impuesta y la conformación del territorio tiene que ver con el genocidio de los pueblos originarios”, dice Verónica Aspiroz Cleñán, integrante de la comunidad mapuche Epulafquen, de Los Toldos, provincia de Buenos Aires.
El reconocimiento a las naciones preexistentes implica, además, repensar varias cosas. “Tenemos el problema de que el Estado no reconoce el ejercicio de la justicia ancestral mapuche, sino que hay una única mirada o manera que es acudir a la justicia republicana que está basada en un principio de castigo y no de reparación”, explica Verónica y también refiere sobre un tema que atraviesa al feminismo en su conjunto: la monogamia, la familia heteropatriarcal y las formas de vincularse. Según Verónica, las mujeres mapuches investigan cómo ha sido la poligamia femenina en sus comunidades y qué legalidad tendría dentro del espacio jurídico argentino. “Si vos tenés una familia mapuche con dos esposos eso no está regulado por el marco jurídico argentino”, dice. El proceso de asimilación cultural no se detiene: en la lengua, en la espiritualidad y en la educación. Éste último punto es importante para las comunidades: en muchísimas escuelas del país no pueden enseñar su lengua ni su idiosincrasia.
Francylene Martins es una mujer afroargentina de la agrupación Noviembre Negro. Para ella y tantas otras, las distintas nacionalidades e identidades están sufriendo muchísimo en la crisis que atraviesa el país. “Pensamos en el buen vivir de la población argentina; así como migrar es un derecho, identificarse con su nación también lo es. Como actores de este país decidimos confluir para construir propuestas políticas, afirmativas, y compartir con nuestros hermanos y hermanas. Hace ocho años vivo en la Argentina, me considero argentina, me identifico con la idea de la Patria Grande y con ser una nación plurinacional” dice Francylene.
Ella nació en Brasil y decidió migrar para estudiar un doctorado. En sus estudios y su militancia pudo construir reflexiones acerca de cómo influenció el africano a la lengua española, cómo el Estado niega la africanidad de las comunidades afrodescendientes y cómo las palabras siguen estando cargadas de un racismo profundo. “Hay que fortalecer la política del Mercosur. Hay que escuchar todas las voces y entender las diferencias y conformar la diversidad. El Encuentro tiene que ser participativo de verdad. Me gustaría que trabajemos sobre el fortalecimiento de las políticas públicas para migrantes. Repensar el revisionismo histórico originario y afrodescendiente. Un país no puede negar su origen. Hay que repensar la cuestión lingüística: el español es la lengua del país colonizador, es la lengua oficial, pero hay lenguas originarias que tienen que ser respetadas. El Estado tiene que reveer esto porque no podemos seguir diciendo frases como `negros de mierda` ni `trabajo en negro`”, explica, con la voz firme. El panorama que describe Francylene da cuenta de la invisibilización y la xenofobia que recorren las venas de muchxs en el país y, sobre todo, en políticxs que ocupan lugares de poder.
El debate sobre la plurinacionalidad caló hondo también en las estructuras partidarias. Eliana es estudiante de Ciencias Sociales y mujer quom. Para ella la palabra compromete y el Encuentro no se deben excluir.
“Las mujeres somos solidarias. Hicimos una buena campaña para mostrar que del otro lado hay autoritarismo por miedo a perder ciertos privilegios. Este encuentro es un desafío. Somos muchas, de trayectorias diferentes. Necesitamos que se nombre lo que ya somos, plurinacionales”, concluye Verónica, con firmeza.