Desde San Salvador de Bahía

Estamos ante el despliegue cada vez más brutal y violento de una geopolítica patriarcal, racista y colonial. Los hechos de estos días en Ecuador sintetizan la escena del despojo a manos del Fondo Monetario Internacional, a través del “pack” neoliberal de medidas de ajuste que pusieron en estado de levantamiento a todo el territorio. Mientras tanto, Guatemala sigue con estado de sitio en diversas partes del país. Perú en crisis sistémica de su arquitectura democrática. Honduras y El Salvador con una represión sin pausa. Colombia en récord de asesinatos a luchadorxs territoriales. México con una escalada de femicidios. Argentina en el ojo de la tormenta de una crisis financiera que se traduce en empobrecimiento masivo y aumento de las violencias machistas. Y, en Brasil, el laboratorio extremo del conservadurismo neoliberal del continente, se militarizan las ciudades, se incendia el Amazonas a favor del agronegocio y se prohíbe por decreto hablar de “violencia obstétrica”. El efecto de conjunto no deja dudas: la violencia es, en este momento, la principal fuerza productiva, la que abre nuevos espacios de valorización para el capital a costa de invasiones, conquistas y criminalización de cuerpos y territorios concretos. Por eso, las escenas de la caza de brujas, de las privatizaciones de recursos comunes y de la persecución de las subjetividades rebeldes y heréticas de las que habla la teórica y militante Silvia Federici están repletas de actualidad. De estas cuestiones conversó en su gira por Paraguay, Argentina y Brasil en las últimas semanas. Sin embargo, a pesar de la contra-ofensiva (y de la renovación de formas de contra-insurgencia), esta región no logra ser pacificada. Y esto se debe a que las luchas feministas, comunitarias y populares logran sostener, reinventar y radicalizar una trama plurinacional, transnacional e internacionalista de resistencia y dignidad. Aquí una crónica de algunas de esas conversaciones de la feminista italiana más popular en América Latina.

La nueva conquista

“¿Quiénes son hoy los nuevos conquistadores y misioneros, los que nos permiten decir que estamos en un nuevo momento colonial?”, pregunta Federici, pañuelo verde al cuello, ante un auditorio repleto en la Universidad Federal de Bahía. Y responde sin dudarlo: “El FMI y sus gobiernos obedientes, los fundamentalismos religiosos que vuelven a acusar a las mujeres para destruir los entramados comunitarios históricos y los que se están creando ahora y las empresas extractivistas”. Los personajes no son medievales, sino a la altura del neoliberalismo conservador que ha relanzado su ataque en nombre de la “ideología de género” persiguiendo vidas y deseos que no se someten a la norma heteropatriarcal y a la austeridad como mandato de los planes de ajuste. “La esclavitud, la misoginia, la acusación a mujeres y pueblos indígenas de estar aliadxs con el demonio y la expropiación de tierras son el inicio colonial del capitalismo a manos de la Inquisición y el imperialismo que ayer y hoy se vuelven a disfrazar de acciones humanitarias y proceso civilizatorio”, agregó Federici.

La siguen en la conversación Vilma Reis, candidata a intendenta de la ciudad que suma dos escenas clave (luego de festejar el triunfo de tres parlamentarias negras en Portugal): el súper encarcelamiento de la población negra y pobre, y la llamada “guerra contra las drogas” como plan contra-insurgente que, desde Estados Unidos, sigue siendo la narrativa adoptada por los gobiernos para criminalizar los barrios y favelas y justificar los acribillamientos, a puro gatillo fácil. “Nosotras sobrevivimos a la travesía del Atlántico, como dijo Toni Morrison, y acá estamos alimentando una pedagogía de la desobediencia, ante los nuevos colonialismos: desde la industria farmacéutica a todas las formas de pacto patriarcal contra nuestro saberes”, dice frente al auditorio cada vez más repleto.

Luego, Carolina Rocha, investigadora de la caza de brujas en Brasil y autora del libro O Sabá do Sertão. Feticeiras, demónios e jesuitas no Piauí colonial (1750-1758) (El aquelarre del Sertón. Hechiceras, demonios y jesuitas en el Piauí colonial (1750-1758), habló de la estética política que impulsan las organizaciones neofundamentalistas pentecostales a favor de la intolerancia religiosa y agregó: “hoy todas tenemos en claro que el capitalismo neoliberal no subsiste sin el control de nuestros cuerpos, de las aguerridas del pueblo garífuna en Colombia a las mujeres kurdas, y a todas las que cultivan formas de feminismo popular. Hay que agregar que hoy también se criminaliza nuestra memoria histórica, que nos sirve para sentir que las que murieron quemadas están acá vivas entre nosotras”.

El debate siguió en el seminario internacional titulado “Perspectivas feministas contra la geopolítica global, patriarcal y racista”, organizado por el Instituto EQUIT de Brasil, a cargo de Graciela Rodríguez. Helena Silvestre, militante feminista afroindígena y escritora señaló: “En Brasil estamos en una línea estabilizada de escándalos diarios del gobierno, tanto en los dichos del presidente como en los ataques que se concentran en destruir derechos y servicios públicos. Al mismo tiempo, se está fortaleciendo una red de mujeres haciendo resistencia y llamando la atención sobre violencias estructurales que quieren pasar desapercibidas. Por ejemplo: hoy se está proponiendo la privatización de la enseñanza de niñes de 0 a 6 años, es decir, guarderías y jardines de infantes. Siguiendo el camino de otros servicios ya privatizados, sospechamos que esto quedará a cargo de organizaciones privadas y muchas con fines religiosos. En simultáneo, el gobernador de San Pablo acaba de acordar con Bolsonaro militarizar la gestión de la escuela primaria. Entonces, imagínense: niñes de 0 a 6 años a cargo de organizaciones religiosas y de 6 a 14 con gestión militarizada. Después de los 14 años ya podés ir directo a la cárcel. Ese es el modelo que está en la cabeza del gobierno brasileño”.

Las escuelas fueron un elemento de la resistencia de los últimos años en Brasil. La ocupación masiva en 2015 fue contundente y por eso hoy son un blanco de disciplinamiento en nombre de la “ideología de género”. Es en los establecimientos educativos que van desde la escuela primaria hasta las universidades donde se criminaliza la educación con perspectiva feminista porque abre un tipo de elaboración sobre el deseo que pone en suspenso el mandato de la familia heteropatriarcal como único destino posible para las vidas de adolescente y niñxs, generando un tipo de politización de lxs jóvenes que es perseguido en todo el continente. Esto es notable también en Chile, donde la ocupación de las escuelas por parte de fuerzas policiales (“los pacos” literalmente en los techos de algunos edificios emblemáticos de modo permanente) es otro caso extremo de esta caza de brujxs regional, criminalizando también la insurgencia de las nuevas generaciones que protagonizaron el mayo feminista en 2018, pero que viene de una continuo de fuerzas del movimiento estudiantil desde hace años. Hoy, junto al reclamo por educación pública para no tener que endeudarse para acceder a la universidad, se pide educación no sexista. Es cada vez más evidente cómo la recolonización financiera de nuestro continente que propone el neoliberalismo conservador exige en simultáneo la producción de juventudes endeudadas y disciplinadas bajo el mandato de la familia heteropatriarcal. Refuerza esta idea Lana de Holanda, joven activista trans-feminista, que trabajó como asesora de Marielle Franco y sigue militando en el PSOL. Ella explica que la caza de brujxs ataca hoy sobre todo a la población trans: “Lamentablemente el presidente autoritario fascista que tenemos es ejemplo del ciudadano medio brasileño, no es un monstruo aislado. Aquí vemos cómo el neoliberalismo está casado con el conservadurismo, especialmente encarnado por las iglesias evangélicas, y su resultado es más violencia y persecución contra la población LGBTIQ, especialmente a las personas trans, que en Brasil son las más asesinadas”.

Contra la globalidad de las finanzas, plurinacionalidad de luchas

Es un diagnóstico común en muchos países de la región que el sostenido incremento de los femicidios va en paralelo al avance de la financierización de nuestras vidas. La pregunta que aparece es cómo enfrentar la geografía global del capital financiero si restringimos nuestras prácticas políticas a un imaginario nacional, que atrasa, incentiva el racismo y es impotente frente a la avanzada neoliberal. “La deuda es el instrumento privilegiado para la reestructuración del capitalismo en sus momentos de crisis. Y tenemos que entender que el dinero sólo funciona como dinero en el capitalismo después del despojo”, explica Silvia Federici tras escuchar muchas intervenciones en el seminario y periodiza: dice que estamos en la cuarta década -después de la crisis de los años 70- que el capitalismo se recompone endeudando al tercer mundo y, en particular, a las mujeres y lxs trabajadorxs.

La retoma Francy Junior, militante lesbiana del Foro Permanente de Mujeres de Pernambuco: “Para nosotras, las mujeres del Amazonas, la deuda es culpa frente a los bancos cuando tenemos que pagar el precio altísimo del gas en un territorio que produce petróleo”. Ella habla de modelos predatorios que se anudan: endeudamiento y extractivismo. Esos modelos, dice, explican los incendios del Amazonas, que tienen en la zona franca de Manaos un punto de condensación de los megaproyectos extractivos, que van junto a la cesión forzosa de terrenos para entrenamiento del ejército, la construcción de un polo naval-portuario y de un polo turístico. Jessica Gonzaga Napoleáo Valois, joven militante del Colectivo Punta de Lanza, detalla que la construcción de la terminal portuaria Porto das Lajes, que será construida en el encuentro de las aguas del Amazonas, implica el desalojo de comunidades ribereñas que hoy están bajo el proceso de cesión obligatoria de sus tierras.

Violencia contra las mujeres, violencia contra las personas trans, contra las lesbianas y maricas, aborto, agroecología, cárcel, economía solidaria y popular y jubilaciones: de estos temas hablan las feministas de la ciudad del nordeste brasileño de Ceará, que aprovechan las filas que hacen las mujeres que van a cobrar el subsidio Bolsa Familia, en su mayoría del sector rural, a partir del 15 de cada mes, durante quince días, cuenta Liliana De Carvalho Silva, militante del Movimiento Ibiapabano de Mulheres. “Para nosotras conversar, hacer pedagogía popular feminista sobre estas cuestiones, en los lugares donde las mujeres tienen que pasar obligatoriamente tantas horas esperando, es fundamental. Ahí por ejemplo hicimos un trabajo de encuesta y de problematización sobre la reforma previsional que fue muy importante para visualizar cómo va a impactar sobre nosotras. También trabajamos organizando feria con las productoras agroecológicas, para que circulen sus productos y aprovechando la feria como espacios de formación feminista”. Escuchan y conversan ahora las mujeres del Sindicato de Trabajadoras Domésticas de Bahía diciendo que la lucha de clases en Brasil es lucha de razas. “Hemos pagado la universidad de nuestrxs hijxs con nuestro trabajo pero aún así, como población negra, aun siendo profesional no consiguen trabajo”.

Hay un punto que se reitera y vuelve al debate. Es la dinámica transnacional de luchas la que ha visibilizado los impactos del neo-extractivismo como fórmula de recolonización del continente y la que ha puesto en discusión las nuevas formas de explotación de los trabajos históricamente despreciados y mal pagos. Y por eso no es casual que la plurinacionalidad se presente hoy como una bandera de encuentros, asambleas y protestas. Se trata de la expresión de una composición concreta de las luchas más vitales en contra de la alianza neoliberal y conservadora. Y es empujada por las mujeres indígenas que en Argentina agitan queSomosPlurinacional/" target="_blank"> #NosQueremosPlurinacional, de la campaña de muchas organizaciones y colectivas que gritan #SomosPlurinacional, de las compañeras de la campaña #MigrarNoEsDelito, de #NiUnaMigranteMenos y de la composición plurinacional histórica de las movimientos sociales y las asambleas feministas. Esa plurinacionalidad es también la del protagonismo indígena que empuja #ElParoNoPara y la resistencia de #MujeresContraElPaquetazo en Ecuador.

Se trata de un acumulado de luchas que tiene la tarea concreta de descolonizar nuestra lengua y nuestras prácticas, nuestros imaginarios y nuestros cuerpos. Y, sobre todo, ampliar esa dinámica plurinacional a otros debates: por ejemplo, al debate sindical. Compañeras del Comité de Trabajadoras y Sindicalistas de la Coordinadora 8M de Chile están pensando “un sistema plurinacional de cuidados” tal como lo ha argumentado recientemente la dirigente gremial Diva Millapan. También Delia Colque, de # NiUnaMigranteMenos, explicó en un encuentro intersindical con Silvia Federici que la semana pasada se realizó en Buenos Aires que “hoy las trabajadoras costureras, todas migrantes, estamos en mayor precariedad frente a las violencias machistas porque si denunciamos a las parejas violentas, enfrentamos el riesgo que se use esa denuncia para su deportación. Quedamos como trabajadoras migrantes rehenes de ese chantaje”. Por eso, Colque subrayó que es impensable un sindicalismo que no se haga cargo de la realidad migrante del trabajo, en general en los segmentos más precarizados de la economía. En el mismo encuentro, después de su nutrida agenda en Neuquén junto al Colectivo La Revuelta y la Intersindical NiUnaMenos, Federici subrayó que en Estados Unidos la dinámica sindical está siendo reinventada e impulsada por lxs trabajadorxs migrantes que en sectores como la docencia, la enfermería y varios servicios dan cuenta de unas nuevas modalidades de lucha: “Hoy en Estados Unidos donde hay un tasa bajísima de sindicalización de apenas el 8 por ciento, los sectores que están organizándose y revitalizando la lucha sindical son aquellos en donde hay una presencia mayoritaria de migrantes”.

 

Lo plurinacional, como fuerza transnacional concreta, es también una perspectiva y un método que permite tramar agenda común, que ensancha los cuerpos-territorios que nutren los feminismos movilizados. Federici se despide diciendo que estamos en “el punto cero de la revolución, que es cuando se pierde la ilusión en lo viejo y se comprende que todo se puede cambiar y que no hay cambio sin cambiarlo todo”.