“Lila y las luces” es el único de mis textos en el que se cruzan, de manera deliberada, la ficción y un trabajo de investigación del que formé parte. Éste se llevó a cabo en el Instituto de Lingüística de la facultad de Filosofía y Letras de la UBA y al equipo lo dirigió Dra. Ana María Borzone. Tuvo como eje el fracaso escolar en chicos por debajo de la línea de pobreza y dio lugar al correspondiente trabajo de campo, primero en Salta y Jujuy; luego en el conurbano bonaerense. El tema fue la situación de desventaja de los chicos que viven en condiciones de pobreza extrema, especialmente en medios rurales y suburbanos, y que terminan expulsados del sistema formal de enseñanza. Lo nuevo y notable de este trabajo fue que giró el paradigma: no se trató ya de cómo enseñar desde la escuela, sino de cómo cada chico aprende según sus condiciones particulares de vida y entorno. La propuesta parte de conceptos teóricos distintos a los de la escolarización oficial, por lo que hubo que crear todo desde cero: libros de lectura y de ejercicios que incorporaran la vida cotidiana de los chicos, sus personajes familiares, su entorno físico y geográfico, sus costumbres, su cultura. Incluso sus ruralismos en el habla. El propósito fue que el chico no se sintiera rechazado por el libro sino incorporado a él y que comprendiera la utilidad de la escritura.
De esto trata “Lila y las luces”, de esos chicos que nada tienen que ver con la ficción; son muy reales, igual que sus circunstancias. Vivieron y siguen viviendo hoy en nuestro país porque hay cosas que, a pesar de los discursos de turno, nunca cambian. Que la ficción los alcance como un homenaje.
El cuento “Lila y las luces” pertenece al libro El país del viento, Alfaguara, Buenos Aires, 2015.