Si hay algún motivo para quedarse esta noche despierto hasta la madrugada, prendido a la televisión, no va a ser precisamente para saber cuál será la ganadora del Oscar a la mejor película. Desde los analistas de Hollywood hasta los sitios de apuestas, todos dan por seguro el triunfo de La La Land, la comedia musical escrita y dirigida por Damien Chazelle que acumuló catorce candidaturas y parece destinada a llevarse por lo menos la mitad, como quien en una racha triunfal barre con las fichas en una mesa de casino. La expectativa, en todo caso, estará puesta en otro lado: ¿hasta qué punto la ceremonia de esta noche se convertirá en una plataforma política? ¿Será Donald Trump el protagonista de la velada, aunque esté a 4.300 kilómetros de distancia? ¿Verá el show? (Dijo que no lo haría, pero tratándose de un adicto a la televisión, parece difícil que se resista). ¿Habrá guerra entre Hollywood y Washington? Utilizando un lenguaje cinematográfico, hoy será tan importante lo que pase frente a cámaras como aquello que suceda fuera de campo.
Un fuera de campo relativo. Se sabe que Trump está casi más pendiente de lo que dicen los medios (y el Oscar es un acontecimiento mediático mundial) que de su propia gestión política. Y que no duda en utilizar su cuenta de Twitter para responder a todos a quienes considera sus enemigos, que cada vez son más, desde periódicos y cadenas noticiosas hasta organizaciones sociales, pasando por jueces y fiscales. Por lo cual habrá que estar muy pendiente de @realDonaldTrump en caso de que su incontinencia verbal, plena de mayúsculas y signos de admiración, lo lleve a responder en vivo algún ataque proveniente del escenario del Kodak Theatre de Los Angeles.
Hasta ahora, debe reconocerse, con Hollywood no se ha metido, a pesar de que el grueso de la comunidad artística está en la vereda de enfrente, especialmente actores y actrices. Al ya famoso discurso de Meryl Streep en la ceremonia de los Globos de Oro, donde sin mencionarlo por su nombre la actriz cargó duro y parejo contra su política de inmigración y su racismo, Trump decidió responderle con el más rotundo silencio. Pero el Oscar es otra cosa, tiene una proyección mundial que los Golden Globes no tienen. La transmisión original corre por cuenta de la cadena ABC, a quien Trump considera “enemiga del pueblo estadounidense”. Y ya hay quienes en Hollywood –como Jack Black, por ejemplo, según dijo un par de días atrás– quieren que la estatuilla a la mejor actriz la gane Meryl Streep solamente para que vuelva al asalto contra Trump. “I just hope she wins the Oscar and talks some more shit about that asshole”, pidió el actor y rockero, en un lenguaje coloquial, por decir lo menos.
Parece difícil que eso suceda, sin embargo. Nominada por vigésima vez, en esta oportunidad por Florence, de Stephen Frears, donde interpreta a “la peor soprano del mundo”, Streep no es la favorita en su rubro, donde corre con ventaja Emma Stone, coprotagonista de La La Land. Quien tampoco se ha quedado callada con respecto a Trump y su política de vetos y expulsiones compulsivas. “Tenemos que alzar la voz”, dijo a fines de enero cuando en la ceremonia del Sindicato de Actores de Hollywood (SAG) ganó el premio a la mejor actriz, en lo que se vislumbra como la previa de esta noche. “Estar callados sólo ayuda al opresor, no a la víctima. Espero que la gente que ve cómo lo que se está haciendo es anticonstitucional e inhumano diga algo. Que la gente luche por lo correcto y lo verdaderamente humano”, subrayó.
¿Y si en cambio el premio se lo lleva Ruth Negga, la protagonista de Loving? Nacida en Etiopía (donde casi el 34 por ciento de la población es musulmán), la actriz interpreta en la película, basada en un caso real, a la primera mujer de raza negra en pelear judicialmente por acceder a un matrimonio interracial, algo impensable en el estado de Virginia, en 1967. De subir al podio, podría ser una de las “luvvies” como llaman despectivamente en las redes sociales los activistas ultraconservadores a los actores y actrices tendientes a los discursos emotivos donde predomina la palabra “love” (amor).
Y no son pocos los que prefieren predicar la guerra antes que el amor. En un reciente acto de homenaje al ex protagonista de películas de artes marciales Steven Seagal, racista confeso y amigo personal de Vladimir Putin, quien a fines del año pasado le concedió la nacionalidad rusa, el animador mencionó deliberadamente a Meryl Streep para que toda la concurrencia pudiera abuchearla a gusto. En las redes sociales estadounidenses incluso se ha llegado a llamar a un boicot a la ceremonia del Oscar, que simplemente consistiría en apagar el televisor o sintonizar otra emisora, para no tener que escuchar a los “luvvies” de turno. Y los anunciantes de esta noche, que pagan fortunas por cada segundo al aire, están teniendo muy en cuenta la amenaza.
Volviendo a Ruth Negga: es una de los 17 artistas afroamericanos que este año han sido nominados, en una rápida respuesta de la Academia ante el escándalo de los #OscarsSoWhite del año pasado. Todo indica que no tiene muchas chances, pero analistas de Hollywood consideran, en cambio, que Denzel Washington muy probablemente sea el ganador del Oscar al mejor actor por Fences, una película que él mismo dirigió y que no tiene estreno previsto en Argentina, donde las películas sobre la comunidad afroamericana no interesan al público argentino.
A pocas semanas de haberse estrenado en Buenos Aires, cuesta por ejemplo encontrar salas y horarios para ver en la cartelera local a las dos principales rivales de La La Land: Luz de luna y Talentos ocultos, con ocho y seis candidaturas respectivamente. Un mes atrás, cuando se conocieron las nominaciones, se hablaba de Luz de luna como la contrincante más seria de La La Land, pero ahora están quienes se inclinan por Talentos ocultos, la historia de tres matemáticas expertas que allá por 1961 lucharon contra el racismo y el sexismo y consiguieron finalmente puestos de importancia en la agencia aeroespacial estadounidense, la NASA, a pesar de ser negras y mujeres. El caso, cuándo no, es real (algo que siempre paga en los Oscar) y un insider de Hollywood, alto ejecutivo de un estudio, consultado la semana pasada en la Berlinale, agregaba dos datos a tener en cuenta, aunque siempre manteniendo a La La Land como favorita: el cast de Talentos ocultos ganó el premio al mejor elenco del Sindicato de Actores (SAG), el mismo que anticipó el triunfo de Primera plana el año pasado; y el grueso de los votantes de la Academia (que al día de hoy suman 6.944) son actores y actrices siempre dispuestos a honrar a sus pares.
Sea como fuere, la acción pareciera que va a estar más en los micrófonos que en las urnas. Por ejemplo, ¿qué pasaría si la película iraní El cliente gana el Oscar al mejor film extranjero (algo bastante probable) y sus distribuidores en los Estados Unidos tienen que recordar que el director Asghar Farhadi (que ya había ganado la estatuilla en 2012 por La separación) no está allí en el escenario porque Irán es uno de los siete países de religión musulmana a los que Trump prohibió el ingreso de sus ciudadanos?
Si no fuera así, si la ceremonia de esta noche ni siquiera sirve para ponerle un poco de sal y pimienta a la política estadounidense, la verdad mejor irse a dormir temprano.