“Siento que la Argentina es el centro actual del reconocimiento de una nueva conexión celta”, dice Carlos Núñez al comenzar la charla con Página/12. El gaitero español, una de las referencias de la cultura celta en el mundo, regresa a Buenos Aires para presentar La hermandad de los celtas, un espectáculo en el que traza conexiones y complicidades con otras culturas, en busca de ese gen celta que todavía retumba en las distintas latitudes musicales del planeta. Tanto, que hasta hay espacio para las que llama “las músicas celtas de Beethoven”.
El viernes 11 a las 21, en el Teatro Coliseo, Núñez desplegará en un show que contará con numerosos invitados. Entre otros estarán Gustavo Santaolalla, Chango Spasiuk y la Orquesta de Instrumentos Autóctonos y Nuevas Tecnologías de la Untref. “También tendremos a otro grande, muy amigo mío, que junto a Santaolalla recorrió la Argentina de punta a punta para cumplir un trabajo de documentación de músicas que hoy es una obra fundamental”, asegura Núñez sin agregar más datos a los ya suficientes para entender que se trata, claro, de León Gieco.
“Con estos artistas tengo una gran conexión. Lo celta, lo medieval y lo de aquí son sonidos que nos interpelan continuamente, y escuchándonos unos a otros encontramos muchos aspectos comunes entre nosotros”, asegura Núñez. “Este encuentro se da de manera muy natural, porque definitivamente los artistas argentinos tienen una gran conexión con sus propias raíces, cosa que ya no se ve en España. Es que en el pasado reciente, España se obsesionó con la modernidad y rompió con las tradiciones, como si hubiesen sido un invento de la dictadura franquista. Y en la actualidad pareciera que los europeos estamos obsesionados en copiar a Alemania. No estaría nada mal que los músicos europeos se diesen una pasadita por la Argentina para entender cómo se puede ser moderno sin desligarse de la propia tradición”, halaga.
La arpista Aída Delfino, la violinista y cantante María Ryan e Itsaso Elizagoien en trikitixa, el acordeón vasco, completan la banda de Núñez, que antes de llegar a Buenos Aires actuó en Tucumán, Mendoza, Santiago de Chile, Punta Arenas, Rosario, La Plata, para terminar el sábado 12 en Mar del Plata. “Se dio una gira muy extensa, que resultó óptima para estrenar las músicas celtas de Beethoven, cuando estamos a punto de celebrar, el año que viene, los 250 años de su nacimiento”, resalta Núñez. “En los últimos quince años de su vida, Beethoven tuvo una relación muy especial con la cultura celta, con Escocia, Irlanda y Gales, y en ese lapso compuso alrededor de doscientas obras que tienen que ver ese universo celta. ¿Qué le atrajo de la cultura celta? Seguramente le brindaba la posibilidad de salir del sistema de la música clásica. La celta no era una música romanizada y eso le sirvió para encontrar otro sonido para su música, probar otras cadencias, usar otras escalas, buscar otras combinaciones melódicas”, analiza.
-¿Cómo fue ese trabajo de adaptar Beethoven a la gaita y a los instrumentos de la tradición celta?
- Siempre insisto en que nosotros hacemos músicas de ida y vuelta, y en este caso fue sobre todo un trabajo de recuperación, un retorno. Beethoven en su momento adaptó el arpa celta, la gaita, los violines y nuestros instrumentos a su piano y a los instrumentos de su orquesta. Nuestro trabajo fue extraerlos de ahí y devolverlos al ámbito sonoro tradicional, cumpliendo un proceso muy natural. El gran problema de estas músicas es que cuando se intentó cantarlas de forma operística perdieron su aura. María Ryan las toca y canta al estilo tradicional, con una voz natural, y la sensación de regreso es muy fuerte y muy grata.
Más que un virtuoso de gaitas y flautas, Núñez representa una visión profunda y abierta del continuo viaje de los celtas. Desde esos instrumentos de sonoridad encantadora y legendaria, que en el edulcorado imaginario común remite a duendes, bosques encantados y whiskies medio pelo, el músico gallego reivindica la permanencia de una cultura que constituyó la otra Europa de la antigüedad y desde entonces está en permanente movimiento. “Lo celta no es un invento del siglo XIX, ligado un imaginario romántico y encantador que de alguna manera llega hasta nuestros días envuelto en una halo de encantadora superficialidad. Lo celta es una transmisión que lleva miles años y ha sobrevivido por su capacidad de adaptarse. Del mismo modo que Beethoven y su época se acercaron al universo celta, en las distintas épocas hubo interpretaciones de esa cultura. Los cancioneros renacentistas, o antes, con las cantigas medievales, o después con la música instrumental del Barroco”, asegura Núñez.
Núñez dejó sentadas muchas estas ideas y otros hallazgos en el libro que, como su espectáculo, se llama La hermandad de los celtas (Espasa). Se trata de una investigación que ya va por su cuarta edición y en la actualidad representa una de las referencias más sólidas sobre el tema. “Pensé que escribir ese libro me llevaría seis meses y al final fueron tres años de trabajo, consultas, investigaciones”, señala. “Con la ayuda de antropólogos, lingüistas e historiadores, pude reconstruir una historia que es fundamentalmente oral, sobre la que había más leyenda que certeza científica. La celta es una cultura de viajeros, es del Atlántico y está fundada en un sistema de intercambios. Es una oralidad extendida en el tiempo”, sostiene.
Esa vocación de diálogo es lo que distingue el modo en que Núñez se acerca a otros músicos. “Allá donde vas, buscas los puntos en común con el otro. Eso es propio de la música celta. No hay colonización sino diálogo. Con The Chieftains aprendí a trabajar con los maestros de cada tradición musical, haciendo siempre el esfuerzo por conectar a partir del reconocimiento y el respeto por lo otro”, enfatiza Núñez. Alice Cooper, The Who, Bob Dylan, Sinead O’Connor, Ry Cooder y Jackson Browne, encabezan una lista en la que también hay andalusís de Marruecos, gitanos de Rumania, sambistas de Brasil y chamameceros de la Argentina.
“En muchas de las músicas del mundo que no fueron romanizadas se escucha una conexión. Hay un hermanamiento que se da a través de ciertos sonidos, de instrumentos construidos con el mismo sentido y con materiales comunes. Basta pensar que la gaita llegó a Escocia más o menos al mismo tiempo que llegó a América, es decir en torno al 1500. Más tarde se transforma en acordeón, en guitarra, y adquiere un lenguaje propio, que sin embargo no olvida esos orígenes”, explica Núñez. “Por eso, para nosotros el encuentro con artistas como los que estarán en este concierto resulta tan fluido”.
La Orquesta de la Untref
Hermandades argentinas
En un pasaje del libro La hermandad de los celtas hay un episodio argentino, ligado a una de las realidades más originales en el campo de la formación musical de estos tiempos. Carlos Núñez cita palabras de Alejandro Iglesias Rossi, director de la Orquesta de Instrumentos Autóctonos y Nuevas Tecnologías de la Universidad Nacional de Tres de Febrero (Untref), acerca del devenir de la música como ritual y de cómo partir del Renacimiento cambió ese concepto que sin embargo se conserva tanto en la música indígena latinoamericana cuanto en las cantigas europeas.
“Con Iglesias Rossi y la orquesta de la Untref hemos establecido una conexión muy importante, a partir de percepciones comunes. Ellos están en contacto con los medievalistas europeos y también con los músicos tradicionales latinoamericanos, y lo más fascinante es que saben que Latinoamérica conserva los instrumentos medievales que llegaron de Europa. Por eso, el trabajo que llevan adelante es fundamental, porque conserva y transmite lenguajes, sensibilidades y formas de entender la música que en Europa ya se perdieron”, dice Núñez.
Para Iglesias Rossi, estas inquietudes compartidas tienen que ver con una actitud común ante la hegemonía cultural impuesta por la historia y su relato. “Algo que nos une con el trabajo de Carlos (Núñez) es la necesidad de salir de la taxonomía heredada de la revolución industrial, que fue una forma de colonización que atravesó Europa y América del mismo modo”, asegura Iglesias Rossi.
Sobre esa lógica, en 2004 el compositor impulsó desde la Untref la Orquesta de Instrumentos Autóctonos y Nuevas Tecnologías, de la que años más tarde derivó una Maestría y poco después una Licenciatura en Música autóctona, Clásica y popular de América. “En aquel momento se dio el encuentro con Isabel Aretz y de ahí nació el Instituto de Investigación y Creación en Artes Tradicionales y de Vanguardia, donde hoy está su biblioteca. La idea era que la vanguardia y la tradición estuvieran en el mismo nivel ontológico, y al mismo tiempo que no fuera un instituto de etnomusicología sino de creación. En 2006 se dio una maestría y en 2015, la licenciatura, con la misma visión con que formamos la orquesta”, asegura Iglesias Rossi.
La investigación, la creación, la interpretación y también la construcción de instrumentos sobre aquellos modelos originarios, son los motores de la orquesta que regularmente viaja por América y Europa, y también de una licenciatura que promueve un perfil distinto en el quehacer musical. “Ante la lógica de la división del trabajo que indica un constructor no interpreta, un intérprete no compone, un compositor no construye instrumentos y un investigador sólo investiga, proponemos algo distinto: una visión integral que relaciona esos espacios alguna vez separados, sin dejar de lado las nuevas tecnologías”, explica Iglesias Rossi.
“Concebimos la actividad musical de otra manera. No nos preocupa el músico virtuoso, de matriz decimonónica, sino un artista abierto a las alternativas que presenta la realidad actual. Hay un vínculo muy director entre la orquesta como usina de conocimiento y lo que de baja hacia la licenciatura, que tiene que ver con hacer música dentro de una lógica comunitaria en la que el hecho artístico es una declaración de principios cultural y por lo tanto política”.
El mismo Carlos Núñez y el compositor cubano Leo Brower son profesores honorarios de lo que Iglesias Rossi no duda en definir como un proyecto único en su tipo, en una universidad pública, abierta a la comunidad. “Lo maravilloso es que, aun siendo únicos, continuamente encontramos interlocutores para dialogar, como se da en este caso con Núñez o se da en otros ámbitos con orquesta sinfónicas tradicionales. Nos atrae la posibilidad de una gran conversación, de buscar los rasgos comunes con otras culturas desde el deseo de mostrar que América es original, que no necesitamos andar copiando lo que se hace en otras partes”.