Argentina es un país abundante en patrimonio edificado, pero escaso en obras maestras. Viendo cómo las tratamos, hasta se tienen ganas de dar gracias a los cielos –que el Señor, famosamente, es arquitecto- porque sean tan pocas. Es cruel lo que les hacemos, son pocas las que nos sobreviven.
La Casa del Puente que Amancio Williams y su mujer Delfina Gálvez de Williams es una de esas obras maestras y un ejemplo de la sencillez a la que aspira el verdadero talento. Fue una obra de entre 1943 y 1946, plena guerra y primera posguerra, cuando a nosotros nos iba bien y al mundo le iba mal, con lo que esta casa se hizo bastante famosa, quedó de ícono de la época.
La casa está en un campito todavía lejano de Mar del Plata, que ya le anda llegando, y fue creada como refugio veraniego del compositor Alberto Williams, padre y suegro de los arquitectos. De ahí la completa libertad del diseño, como un ensayo de ideas en tres dimensiones. De ahí el diseño íntegro de interiores y exteriores.
La casa va de orilla a orilla de un arroyo algo abarrancado, formando un arco y un volumen que un romano o un burgomaestre medieval reconocerían enseguida, una vivienda arriba de un puente. Pero en este caso, es como la idea de uno de esos puentes, llevado al mínimo con una elegancia de diseño absoluta.
La casa perteneció a los Williams varios años y en 1968 pasó a la familia Lagos, empresarios de medios locales que vivieron glorias y persecuciones. Los Lagos, padre primero e hijo después, mantuvieron la casa hasta que ya no pudieron. No fue una cuestión de presupuesto, no solo. Por alguna razón, la obra de los Williams se transformó en un magneto de los vándalos.
Al principio, el casero pudo defender el lugar, cuando se trataba de descuidistas o pibes. Pero luego empezaron los piedrazos contra los vidrios y más tarde los tiros, y el hombre no pudo más. La Casa del Puente quedó al garete y terminó vandalizada, saqueada y medio quemada. Fue encarnizado y nadie la defendió desde el estado.
En 1997, el lugar fue declarado Monumento Histórico Nacional, pero eso no garantiza nada. Los Lagos le vendieron la casa al municipio de Mar del Plata, y tampoco hubo arreglos. Recién en estos días, 22 años después, puede estar ocurriendo el milagrito: la Comisión Nacional de Monumentos que preside Teresa de Anchorena y el ministerio del Interior, que tiene una sección de Obra Pública, acaban de anunciar la licitación para la restauración, con 20 millones de pesos como presupuesto.
No es cuestión de hablar de cementos a reparar, hormigones a limpiar y reforzar, mobiliarios a reconstruir, actividades a planificar. Es también la revancha después de los balazos, las pintadas, los martillazos a las paredes, la basura y los dos incendios que casi liquidan la casa. Esta licitación, estas obras, son también un pedido colectivo de perdón. Y ojo, que se le habla al Arquitecto…