Rodeado de pájaros y calles sin asfaltar, Sergio Sainz mira los árboles que rodean impávidos y relucientes su hogar de City Bell. “En este momento solo se escucha un hornero que está alardeando de su obra maestra. Por suerte no estoy grabando”, describe y se ríe, como incrustado en la naturaleza. Allí vive y desde allí habla con Página/12. Un poco lejos le ha quedado San Nicolás, la tierra donde nació, y donde viven su madre y su familia primaria. También Rosario, la ciudad donde puso su bajo en disposición de la Nueva Trova rosarina. De esa tromba que hizo tronar su dulce escarmiento en los primeros ochenta. “Recuerdo que cuando llegué a Rosario fue para estudiar arquitectura, pero duré solo unos meses porque aparecieron Baglietto, la trova, Tiempos Difíciles y pasó lo que pasó. Ahora, desde hace un tiempo estoy ligado a la construcción y siempre trabajando con amigos, pero jamás dejé de tocar... porque la música me hace muy bien”.
Porque la música le hace bien, entonces, El Muerto (así le dicen desde que un compañero de la secundaria lo descubrió dormido en el último pupitre del aula) volverá a escena este viernes 11 de octubre a las 22 en El Fileteado Bar (Defensa 219) con un espectáculo cuyo nombre va de suyo: La música nos hace bien. Explica razones: “La música modifica los estados de ánimo y nosotros los músicos, tenemos la responsabilidad casi militante de hacer lo mejor posible nuestra tarea. Me refiero a que debemos enriquecer una armonía y usar las palabras justas para que el que escucha quede, de alguna manera, comprometido con lo que sucede en ese instante. Entonces se genera allí el fenómeno más preciado, que es ese silencio cómplice mientras dura cada canción. Cuando logramos generar ese ida y vuelta allí, la música nos hace bien a todos”.
-¿Toda, pero toda la música nos hace bien?
-(risas) Bueno, no toda, claro. Existe una creencia de que, en los lugares públicos, en los comercios, la música debe estar todo el tiempo y a gran volumen porque eso anima a los posibles clientes, y yo creo que es todo lo contrario. En lo personal, no puedo tomar ninguna decisión importante con un reggaetón al palo. Habría que hacer un estudio sociológico. Un ejemplo: vas a comer a un sitio donde la comida es buenísima, el lugar es limpio y acogedor, y la atención es buena y respetuosa, pero la música es rítmica y obstinada. En ese caso deberíamos decirle al dueño que seguramente quiere brindar lo mejor "amigo, probá con Debussy". Por otro lado, creo que escuchar un poco de Mercedes Sosa, unos minutos de Bach y una dosis infaltable de The Beatles, además de mejorar nuestros metabolismos nos haría mejores personas.
Sainz comparte un trío con su hijo Tomi en batería y Sebastián Lans en guitarra, pero esta vez tocará solo. Prevé revisar canciones de distintas épocas, entre las cuales figuran “Disfrazada de luna”, “Fuga”, de Luis Alberto Spinetta, y “Cualquier tren a ningún lado”, tema que dio título al disco que grabó con su gran amigo Adrián Abonizio en 2004. “Voy a tocar unas cuantas canciones, de distintas épocas, que se vienen acumulando, y tenía ganas de hacerlas todas juntas. A veces, cuando compartís el concierto con otros músicos, tenés que acotarte a una lista determinada y algunas canciones no las puedo tocar, eso no va a suceder esta vez. La idea es soltarlas a todas”, sostiene el autor de “No estamos a salvo” y “La noche”, dos grandes temas del disco a dúo con Abonizio.
-¿Cómo te llevás con tus ex compañeros de la Trova?
-Bien. Cada tanto me lo cruzo a Rubén Goldín en algún escenario compartido, y a Juan (Baglietto) lo veo más seguido, porque nuestros hijos tienen una banda (Huevo) y nosotros somos sus fans. Con el resto, tal vez algún saludo de cumpleaños por las redes. Pero los quiero, los respeto y los admiro a cada uno de ellos.
-¿Qué opinión te merece el retorno del grupo?
-Buenísimo. Es un movimiento que ha dado muchísimo y hay en el medio una generación que seguramente cantaba las canciones y nada sabía de sus autores. Voy a tratar de verlos el 14 de diciembre en el Gran Rex.
-¿Por qué no sos parte del reencuentro?
-Cuando se originó la Trova, yo era el bajista de la banda y me siento un privilegiado por haber vivido esa experiencia, y de haber grabado Tiempos Difíciles, Actuar para vivir, esos discos maravillosos, además de tocar en miles de conciertos. Pero hay que recordar que cuando llegué a Rosario, si bien eran unos pibes, Abonizio y Fander ya existían, y también Rubén, y Lalo, y Juan… Lo mío con la composición vino después. Quiero decir: está bien que así sea.