“Si tuviera un hijo y me dice que quiere ser trans, lo mato”, afirma, seria, Mariana Genesio. La actriz trans que protagoniza Pequeña Victoria en Telefe (lunes a jueves a las 22.15) mantiene un silencio incómodo tras pronunciar esa frase que quiebra con lo esperado. “¡Mentira! ¡Mentira!”, dispara luego de unos segundos de zozobra, y suelta una carcajada estruendosa y desprejuiciada para el cansino ritmo matinal del bar de Belgrano que oficia de confesionario. Esa falta de solemnidad, sin pontificar ni tampoco subrayar por demás su condición sexual, riéndose de sí misma, será una constante durante la entrevista con Página/12. Haciéndose cargo del lugar que por estos días ocupa su Emma de la ficción, pero sin anteponer como única verdad esa manera de ver el mundo, Genesio parece disfrutar por igual haber llegado a protagonizar una tira diaria como que Pequeña Victoria le dé a la comunidad trans un lugar distinto al habitual. “Es una ficción que aplica una inclusión real. No formamos parte desde un lugar marginal ni tampoco desde lo payasesco”, subraya.

En la línea iniciada por 100 días para enamorarse, la ficción cuya trama estaba atravesada por la identidad de género y sexual, Pequeña Victoria también se anima a abordar temáticas en tensión en la sociedad argentina. La subrogación de vientre, la maternidad compartida y las múltiples formas del amor se visibilizan permanentemente en la historia creada por Erika Halvorsen y Daniel Burman. Sin perder el entretenimiento, la ficción que Genesio protagoniza junto a Julieta Díaz, Inés Estévez y Natalie Pérez no parece eludir su tiempo e, incluso, se antepone a la legislación vigente.

“Todas las tiras diarias son comedias dramáticas”, reconoce la actriz, casada con Nicolás Giacobone, el guionista ganador del premio Oscar por Birdman. “Es un género que tiene por objeto sumar a la mayor cantidad de televidentes. Abundan las comedias dramáticas porque así es la vida: drama y alegría. La diferencia es que Pequeña Victoria asume un compromiso social”, agrega.

En la ficción de Viacom International Studios, junto a The Mediapro Studios y Oficina Burman, Emma es una mujer trans que fundó la “Casa Diana”, una suerte de refugio de chicas trans que las contiene del afuera. Ese espacio -que lleva el nombre en homenaje a Diana Sacayán, la activista asesinada por su ex pareja y cuyo caso derivó en la primera condena por travesticidio- no es antojadizo: fue la excusa que encontraron desde el guión para contar la cotidianidad de la comunidad. Bienvenida: Pequeña Victoria es la primera tira diaria con un elenco trans. En total, son siete las actrices que forman parte de la producción, visibilizando un vínculo colectivo que trasciende el típico caso individual.

“Esa mirada colectiva es interesante, porque expone una dinámica grupal. La ficción aplica una inclusión real. No ponen como parte de un elenco a un personaje trans, desde un lugar marginal o desde lo pintoresco. En Pequeña Victoria hay muchas chicas trans reales, que son actrices, que vienen peléandola hace mucho, que nos conocemos casi todas desde toda la vida, por haber trabajado juntas. Me emociona muchísimo estar con ellas y ver que cada una tiene un lugar y que cada una pudo componer un personaje y una historia propia. Nosotros teníamos miedo de que se nos tilde de naïf o que estábamos fuera de la realidad”, revela.

-¿Por quiénes?

-Por la comunidad.

-¿Por qué?

-Porque no reflejamos todo el tiempo la cruda realidad que siempre se muestra de la personas trans. Pero la verdad es que sí lo hacemos. Se habla de la prostitución y de cómo Marlene nos salvó a todas. Incluso, algunas van a tener algunas recaídas. Mostrar que nuestro mundo no es solamente eso también fue una elección.

Esa complejidad en el abordaje llevó a Genesio a tomar una decisión a la hora de pensar cómo debía ser Emma y cómo se relaciona con los demás, especialmente con Antonio (Facundo Arana), el pediatra por el que se siente atraída. “Necesitaba ponerle mucha verdad a Emma. No me preocupé tanto por componer un personaje sino por prestarle de mi persona. No quería hacer un monstruito ni una caricatura”, cuenta.

-¿Qué tiene Emma de vos?

-Le presté mucho de mí. Sentí que era un personaje que necesitaba mucho de verdad. Es la primera vez que se cuenta en TV una historia de amor con una mujer trans, rodeada de amigas trans que pasan situaciones adversas y ella se dedica a ayudarlas. De mí tiene mi ternura, mi belleza... (risas). Emma es más culta que yo. Es un personaje más intelectual, que tiene fuertes principios, no como yo (vuelve a reír). Es un personaje con ideales, que naturalmente lucha por los demás. Se encuentra con una relación que la sorprende y va al frente, con mucho miedo pero sin dar marcha atrás.

-Emma sufre el rechazo de su propia familia cuando decide convertirse.

-Emma nació en una clase social muy acomodada. Su madre murió cuando nació y su padre, un intelectual, cuando Federico decide convertirse en Emma, se resiste a aceptarla y la excluye de su vida. Emma acude a la Zona Roja, en donde conoce a Marlene, que la acoge y la ayuda a terminar sus estudios. Cuando hereda la casa de su madre, junto a Marlene decide convertirla en un refugio para las chicas trans. El nacimiento de Victoria hace que Emma tenga la necesidad de presentársela a su padre y se reencuentran, siendo Emma y con una hija en brazos. Va a estar en el trabajo de Emma y la bebé en ablandar el corazón de su padre.

-En un momento de la serie, Emma plantea una problemática de la mujer trans, cuando dijo algo así como "nosotras tenemos muchos hombres, pero pocos amores". ¿Es una situación cotidiana de la mujer trans?

-Sí. Me parecía importante poder contar esa particularidad que nos agrupa. La mayoría de las mujeres trans se han encontrado con relaciones en las que las obligaron a mantenerse en las sombras, porque la otra parte no se anima a blanquearlo. Lidiamos muchas veces con relaciones en las que no sabemos si es amor o no, porque nos ocultan. Esa situación, confusa, nos pone permanente en un lugar de "amante" mas que de relación estable.

-No debe ser sencillo de disfrutar una relación con esa duda, psicológicamente hablando.

-No es fácil ser una mujer trans. Pero también es cierto que el ocultamiento de pareja nos pasa a todos, todo el tiempo. Uno de mis objetivos es desestigmatizar a las trans, desmitificar que sólo somos víctimas de una sociedad que no acepta a las minorías. Eso sucede, pero no es lo único. Nos pasa lo que nos pasa a todos.

-¿Qué es lo que más molesta de los otros?

-Hay algo de la buena intención de la gente, cuando te quieren incluir, pero que termina generando mayor exclusión. Todo el tiempo me preguntan sobre cómo quiero que me traten, si como trans, como mujer, como travesti... Entiendo que muchos y muchas no sepan. "Es por mi ignorancia, quiero que te sientas incluida", me, nos, dicen. Ese exagerado interés puesto en la sexualidad no hace falta. Nos hacen sentir más bichos raros aún. La gente tiene que olvidarse de todas esas preguntas. Soy una persona como cualquier otra. Mi nombre es Mariana y me tenés que tratar como lo que ves. No hay ninguna otra cosa que necesites saber. ¿O a todo el mundo les preguntan qué son?

-¿Sentís que nunca podés correrte de tu condición sexual? ¿Te pesa la mirada del otro?

-El problema es que a mí me gusta la mirada del otro, por eso soy actriz (risas). No es que me molesta la mirada de los demás, depende qué mirada y cómo te miran.

-¿Creés que Pequeña Victoria puede ayudar a mejorar la inclusión social?

-Pequeña Victoria ayuda mucho. Es un momento histórico y la ficción cumple un rol. Nos llegan muchísimos mensajes, que además de felicitarnos, nos transmiten que aprenden con el programa, que lo ven en familia, que les está ayudando a entender, que aprenden de los personajes y las situaciones. El otro día recibí un mensaje que me decía: “Soy jubilada y no entiendo mucho, pero igual la veo”. Hace poco hubo una escena en la que Emma le presenta a Victoria a mamá Marlene (Osmar Núñez), y ésta la mira a los ojos a la bebé y le dice: “Vas a tener todos los abrazos que nosotras no tuvimos”. Era una frase con mucho peso pero me di cuenta de su impacto en la respuesta que hubo. La gente entendió por lo que atraviesan la mayoría de las chicas trans por esa frase. Lo importante que es recibir un abrazo. El abrazo muchas veces le es negado a las chicas trans. De nuestros familiares pero también de la sociedad toda. Esos pequeños detalles, esa pequeña línea de una ficción, tiene una penetración mayor. Las ficciones ayudan a vencer barreras, a humanizar a las personas “distintas”.

-¿Vos pasaste por zonas oscuras? ¿Cuáles fueron tus carencias?

-Tuve carencias afectivas de todo tipo. Mi oscuridad pasó más por el rechazo social por mi condición. También recibí muchos abrazos físicos vacíos de aceptación. El abrazo simbólico de la escuela, del trabajo, de los amigos no siempre está. Cuando me vine a vivir a Buenos Aires empecé a buscar trabajo de cualquier cosa, y me decían que “no” en la cara por ser trans. No hay nada más feo que el rechazo. Una vez una mujer me dijo “ni me des el currículum porque al dueño no le gustan las personas como vos”. La falta de aceptación se siente en las acciones pero también en las omisiones.

Una historia como cualquier otra

Genesio no es una militante ortodoxa de las mujeres trans. No parece querer, tampoco, convertirse en un “faro”. No cree que las cosas deban ser de una única manera. Entiende que cada una carga con una historia particular y con procesos personales y sociales muy diferentes. Pelea por las injusticias, le duele la discriminación, pero puede llegar -incluso- a comprender a quienes la ejercen. Aún siendo ella quién la padece. Sabe que es cuestión de tiempo. Que las cosas llegan. Prefiere vivir y dejar vivir. No tiene ataduras ni quiere caretearla. “Me gusta que me vean”, dice.

“Mi primer sueño no fue ser actriz sino famosa”, dice, sin remordimiento por ese status que en la era de la imagen se transformó en aspiracional para muchos. "Más que actriz, quería ser famosa, mi deseo era ser una estrella de Hollywood desfilando por la alfombra roja", reconoce la cordobesa. "Recuerdo que la cortina musical de El mundo del espectáculo me traumó para toda la vida, me arruinó el cerebro. Pasaban actrices y actores de todas las épocas en esa apertura, rodeados de reflectores, subiendo las escaleras para recibir un Oscar, todas perfectas y divinas... Yo quería ser una estrella de Hollywood en modo evento: perfectamente maquillada, despampanante, famosa, rica, con una sonrisa impecable...".

-¿Siempre quisiste llamar la atención? ¿Lo conseguías?

-Paradójicamente siempre fui muy tímida, pero de alguna manera me las ingeniaba para volverme centro. Mi primera experiencia en un escenario fue traumática. Estaba en segundo o tercer grado. Me tocó hacer de Cristobal Colón. ¡Era el protagonista! Me dio muchísima vergüenza, porque salí al escenario y estaba todo el colegio mirándome. Mi mamá me había puesto una blusa de ella, amplia, que era medio de pirata, con un cinturón y me sentí ridícula. No disfruté nada. Después, empecé a estudiar baile y hacíamos muestras, pero me terminaron sacando del grupo porque mi papá no quería que hiciera actividades tan femeninas.

-¿En esa época ya te sentías mujer?

-Sí, jugaba a escondidas, me disfrazaba. La actuación la transitaba a escondidas, jugando, y siempre era interpretando un rol femenino.

-¿Por qué a escondidas?

-Porque si no me encajaban un sopapo. Si mi papá me llegaba a ver...

-¿Tu papá no quería saber nada?

-Y... no. Ahora los padres están más permisivos. Pero en mi generación, si tenías un hijo y lo llegabas a ver con una pollerita, la más probable era que lo mandaras a un colegio militar.

-Es decir que, al igual que tu personaje en la ficción, ¿vos transitaste esa resistencia familiar, esa dificultad para ser lo que quería ser?

-Sí, claro. Pero lo entiendo, en tanto la sociedad se manejaba con otros parámetros. Mis padres eran muy jóvenes y era una época donde ser trans era ser marginal. Una persona travesti hace 30 años era casi indefectiblemente vivir en una villa, morir de SIDA, en la mayor parte de los casos vivir de la prostitución porque nadie te aceptaba... Ningún padre quiere eso para un hijo y una hija. Lo entiendo desde ese lugar. También es difícil no poder comprender su elección sexual, su identidad de género. Desde el lugar de padre, ¿cómo guío a un hijo o una hija que le pasa algo que no puedo incluso entender? Debe ser una situación difícil.

-Sos comprensiva.

-Me pasa a mí como trans. Si tuviera una hija trans, seguramente tendría un montón más de herramientas que una persona que no lo es, pero no dejaría de ser una situación compleja. Tanto personal como socialmente. La sociedad va entendiendo, pero todavía falta mucho. Siempre va a haber otras preguntas. Nunca la aceptación va a ser total. Hoy en día, yo podría ayudar a una sobrina adolescente que está atravesando al necesidad de “transicionar”, pero si noto que alguien a los 5 años se siente identificada con otro género con el que nació físicamente, le daría toda la libertad para que se exprese como quiera. Pero no sé si acompañaría el proceso hormonal que ahora muchos padres permiten.

-¿Por qué no?

-No sé por qué. Pero ¿qué poder de decisión puede tener una persona a los 5 años? Lo consultaría con profesionales, no sé. No es algo tan simple.

-¿Vos iniciaste un proceso hormonal?

-No, nunca tomé hormonas.

-¿Por qué?

-Nunca sentí la necesidad. Mucha gente sí lo hace y está perfecto. Yo tuve suerte.

-¿En qué sentido?

-Las hormonas te ayudan a feminizar toda su figura, te acomodan los músculos de otra manera, te crece menos vello, te crecen senos, te forma la cadera de una manera...

-¿Te lo planteaste?

-Pocas veces. Averigüé pero me da fiaca tener que tomar algo todos los meses. Aprendí a quererme como soy, a aceptarme. Tengo hombros anchos, tengo caderas chicas, tengo voz profunda... Soy esto y no quiero ser otra cosa. Cuando era más chica quería “ser mujer”. Ahora no quiero ser mujer. Quiero ser trans, quiero ser lo que soy yo. Me gusta como soy. ¡Soy hermosa!



Mick Jagger, el mimoso

Pareja de Nicolás Giacobone, quien forma parte del equipo de guionistas del director mexicano Alejandro Gonzalez Iñárritu, Genesio tuvo la posibilidad de codearse con la estrellas de Hollywood. El Oscar ganado por su esposo -junto a Armando Bo y Alejandro Dinelaris- por Birdman le permitió, incluso, formar parte de las exclusivas fiestas de celebración post premiación. En una de ellas, cuenta, la sacó a bailar nada más y nada menos que Mick Jagger, el cantante de los Rolling Stones, quien intentó seducirla. “Fue  muy gracioso", detalla. "Fue en el marco de una de las tantas fiestas que se hacen después de la ceremonia de los Oscar. Hay muchas fiestas, la de Vanity Fair, la de Fox y otras. Hay una que la hace el manager de Madonna, que es una de las últimas, porque te van llevando de fiesta en fiesta. Es una gira loquísima. En esa fiesta, alcohol y cansancio de por medio, los famosos se relajan más que en las anteriores. Están todos alcoholizados, en patas, transpirados, super humanizados... Es muy gracioso porque ves a gente muy famosa . Yo tenía al lado a Beyoncé, Leo Di Caprio, Bradley Cooper... En un momento apareció Mick Jagger, me sacó a bailar y se puso medio mimoso”.

-¿Un poco pesado?

-Sí, me incomodó un poco porque estaba todo el mundo mirando. Así que lo busqué a Nico y le dije que me acababa de avanzar Mick Jagger. Y me respondió: “¡pero es Mick Jagger! ¡Le hubieras dados un beso!” (Risas). Así que volví a ver si me pasaba lo mismo con Brad Pitt. Pero no pasó.