Desde Rosario
Es imposible revisar la lista de invitados de este año a Crack Bang Boom y no reparar en un nombre italiano: Eleuterio Serpieri. El europeo es una figura clave de la historieta erótica de los ’70 y ’80 junto con otros grandes nombres, como su compatriota Milo Manara o el argentino Horacio Altuna (quien también circula por los pasillos de la convención rosarina). Pero más allá del peso de su propia obra (Drunna se consigue en algunos stands del evento), su presencia permite observar el fenómeno de un género narrativo que después de un tiempo de ausencia, vuelve a aparecer entre los autores nacionales. Junto a revistas con perspectiva feminista, como Clítoris, Internet ayudó a la aparición de colectivos artísticos con nuevas miradas respecto de las cuestiones de género, como el portal Secuencia disidente o el festival Vamos las pibas, en permanente crecimiento.
Entre una generación y la otra hay no sólo diferencias viñetas adentro, sino también en lo discursivo. Consultado por PáginaI12, el italiano señaló que no se considera un autor de historieta erótica per sé, sino que el erotismo aparece en sus trabajos “porque es parte de la vida” y que busca “que las escenas eróticas sean funcionales al relato”. “El nudo de lo que quiero contar está en otro lado, pero tampoco puedo evitar que sea parte de mi trabajo”, entiende. En numerosas entrevistas, su colega argentino Altuna ofreció perspectivas similares. El dibujante suele anotar que “apenas” 400 o 500 páginas de las varias miles realizadas en su historia son eróticas o pornográficas. Los nuevos autores y autoras, en tanto, parecen abrevar en el genero como uno más de los tipos de relatos que quieren contar y no reniegan de abordarlo. Incluso, mujeres y disidencias lo reivindican como parte del proceso de tomar su propia voz en la sociedad que históricamente soslayó sus voces en el discurso del goce.
“Quería tomar un género súper trillado y bastardeado con una asociación negativa para resignificarlo y mostrarlo afectivamente”, cuenta Paula Andrade, autora de Pornipulpis, un libro que –como sugiere su título-, presenta una relación sexual entre pulpos y tentáculos. Libro que, además, le valió una nominación a los Premios Trillo, que se entregan en Crack Bang Boom. “Quería correrme de la fantasía del varón cliché, con la mujer en un estado objetivizado y sacar al género, porque al poner personajes hermafroditas ya no entra en juego el preconcepto”, explica. Habitual en el manga, el porno con tentáculos suele estar asociado a la representación de violaciones, algo que Andrade también buscaba evitar. “La bajada tradicional es que el varón asume que la mujer cumple tal rol y es súper falocéntrico todo”, considera. “No está centrado en el mutuo disfrute, y si aparecen disidencias se muestran desde el morbo”, plantea la autora. “Pero hoy estamos en un momento en que las mujeres y todo el espectro de disidencias habla por sí misma y nadie necesita que otro le diga qué el gusta o le tiene que gustar”.
Algo más veterano, el guionista Diego Agrimbau escribió historieta erótica para revistas españolas durante varios años, de 2003 a 2009, hasta que el declive del mercado las llevó al cierre. Agrimbau es crítico de su propia obra y reconoce que buena parte de esas páginas “no envejecieron bien” y que hoy evita el género en su trabajo “para no meter la pata”. “Si lo abordara hoy, sería desde un lugar muy diferente”, asegura. “En otro tiempo el género estaba impregnado del machismo clásico de la historieta industrial de toda la vida y las rerferencias obligadas eran los grandes maestros del erotismo anatómicamente virtuoso, como Altuna, (Richard) Corben, Manara o Serpieri”, recuerda el guionista. Y pese a que las revistas donde colaboraba tenían muchas lectoras, esa proporción no aparecía en sus staffs. “Estaba Giovanna Casotto y unas pocas más, muchas veces los nombres de mujeres escondían autores hombres”, revela. Con la caída de la industria en papel el género se refugió en la web y ahora, observa, eso dio paso a otro abordaje del erotismo. “Este modo es casi diametralmente opuesto, incorpora cuestiones claves como el feminismo, la salud sexual, el espectro LGBTI y la diversidad de cuerpos”, analiza y considera que “el futuro claramente va por ese lado”.
La necesidad de cuestionar mandatos e imposiciones sociales es una constante en la obra de nuevos y nuevas autoras. Sucede en la obra de Luciano Vecchio o Patricio Oliver tanto como en la de Agostina Cassot o Paula Suko (una historieta corta suya suele aparecer en distintas antologías y allí la protagonista le sacude el mundo a un acosador mostrándole todo un espectro distinto de lo sexual).
Sole Otero, flamante premio FNAC de novela gráfica y temporalmente residente en Angoulême, Francia, es autora de Intensa, un libro en que utiliza como excusa a una alienígena para explorar las relaciones de pareja. “Incorporé las escenas eróticas por la necesidad de incluir la sexualidad como un espacio más dentro de la comunicación de la pareja, porque las confusiones de los personajes respecto de los códigos humanos también aparece en esas situaciones”, explica.
Todo esto también aparece en otros trabajos menos obviamente militantes, como la tira web La negra gedienta, de Majox (o Colorada Majo, también invitada en Crack Bang Boom). “Ahí lo que planteo es cambiar los roles, mostrar cómo se ve una mujer haciendo lo mismo que hacen los tipos, y si la dibujo con una cinturonga puede parecerle erótico a alguien, sí, pero eso es algo muy personal y muy interno de cada uno”, señala. Entusiasta consumidora de pornografía audiovisual y copada con el bdsm, observa que “fetiches y parafilias siempre son algo muy propio de cada uno, de qué es lo que a cada uno lo calienta”. Por eso le cuesta calificar a su personaje como “erótico”. Su generación, entiende, está “hablando más de la sexualidad, porque es una problemática, porque las autoras mujeres tenemos la necesidad de hablar de este tema por el lugar en que la sociedad te pone, más allá de cómo te sientas vos”.