El acto de apertura se canceló las ocho de la mañana. A la misma hora, a unas cuadras del Estadio único de La Plata se empezaba a concentrar la marcha de la Campaña Somos Plurinacional. El primero iba a dar inicio al 34 Encuentro Nacional de Mujeres. La marcha, en cambio, iba a reclamar el reconocimiento del 34 Encuentro como Plurinacional de Mujeres, Lesbianas, Travestis, Trans, Bisexuales y No Binaries.
Entre uno y otro acto, el arco tenso de un deseo de transformación que no es formal si no producto de un conjunto de luchas que atraviesan cuerpos y fronteras y que ahora, en este tiempo histórico, con las imágenes del conflicto en Ecuador en la retina y de la marcha de las mujeres indígenas en Brasil denunciando la quema del Amazonas antes de que se transformara una alerta global, en este mismo territorio de la ciudad de La Plata que es también territorio Querandí, ahora es urgente. Los pueblos indígenas están en resistencia y son las compañeras y compañeres quienes están exigiendo memoria desde las heridas coloniales que todos los días se siguen produciendo. Como es urgente que se nombre a travestis, trans, lesbianas, bisexuales, no binaries; porque sí, están/estamos y no llegamos recién, pero mientras se omitan esas identidades quedarán planteadas las jerarquías de una categoría sobre otra. Seguirán nombrando a los talleres como “Mujer y...” como si fuéramos objetos distintos de los temas que tratamos y dejando claramente afuera a quienes no quieren ser más (o no sólo) esa categoría que modela experiencias, que impone la maternidad como destino y a la heterosexualidad obligatoria. Pero sobre todo, serán elididas otras formas de vida, otras trayectorias vitales y comunitarias, otras búsquedas de vivir con la tierra y no de la tierra -que no es un recurso-, otra forma de pararse y caminar con otres siguiendo el deseo de ese cambiarlo todo que es el que nos mueve.
La discusión es profundamente política y atravesó toda la organización de este 34 Encuentro que se esperaba el más grande hasta ahora -aunque no se va a dimensionar hasta hoy domingo cuando por fin la tormenta se retire. Se retoma en el documento que no se leyó en ningún acto de apertura -tampoco se lo atrasó o se lo pasó a ningún otro lugar, simplemente se aludió a la tormenta eléctrica- y se propone discutir la cuestión del nombre en los talleres que sesionaron hoy y lo harán mañana otra vez. Pero la demanda no es nueva, se escuchó en el Chaco, en 2017 y en Chubut, 2018 y las mismas cuestiones formales cerraron la discusión de manera conservadora; esa es la urgencia, la de andar al ritmo del tiempo.
¿Por qué tanta resistencia a modificar un nombre, a hacernos eco de lo que producimos en la calle? En Trelew, el año pasado, decenas de cuadras de cuerpos rebeldes, gritaron al mismo tiempo por el aborto y por el reconocimiento de las naciones que existen desde antes que el Estado nacional y que además fueron masacradas por ese mismo estado. Dijimos aborto legal y plurinacional como la misma intensidad. Viéndonos ahí, en esa ciudad del sur y cada vez que salimos a la calle es obvio: somos quienes somos, en una heterogeneidad que hace de cada manifestación una declaración de libertad sobre nuestros cuerpos. ¿Y entonces? ¿Cuál es el miedo? ¿Que dejemos de ser sujetos que demandan asistencia y reconocimiento al Estado para reconocernos a nosotres mismes? Y suene mal o bien, es con e. Con ese lenguaje que también lo cambió todo por fuerza de los feminismos.
En los talleres de la facultad de periodismo, en La Plata, en la tarde del sábado mientras diluviaba, se discutía en una decena de talleres sobre identidad indígena y el genocidio. En muchos talleres se preguntaban les asistentes por qué había tan pocas compañeras indígenas. Llamaba la atención que nadie reconociera sus propios lazos con las comunidades originarias. Como si de verdad hubiéramos bajado de los barcos. ¿Qué se representa cuando se dice habla de pueblos originarios o indígenas? Es fácil reconocerlas en quienes están en la defensa de los territorios y se presentan como parte de sus pueblos, con las ropas de su tierra y que eligen llevar. Ahí estuvo la fuerza de Lolita Chavez , de Guatemala, llamando a las ancestras a dar fuerza para dar la lucha por las formas de vida anti extractivistas.
¿Pero qué más? No vemos a las personas indígenas porque no vemos el racismo cuando nos miramos al espejo. No vemos el racismo cuando vemos pobres antes que pueblos originarios con el valor de resistencia que eso implica, con sus saberes menospreciados, con su propia historia y una herida tan profunda por el genocidio que nos atraviesa a todes. ¿Será que es más fácil para las organizaciones formales tratar con “mujeres” con lo que eso implica en cuanto poder leer que siempre andamos con les hijes a cuestas y que hay que demandar porque les falta -comida, salud, educación- antes que con identidades que al reconocerse y encontrarse se hacen poderosas? Porque es desde organizaciones partidarias verticalistas que frena la transformación del Encuentro.
No podría haber habido debate completo sobre el aborto legal si no se hubiera discutido en los barrios más pobres, entre los territorios más alejados, con los dolores y las libertades de cuerpos con nombres e historias, femeninos pero también transmasculinos, cuerpos negros con sus propios recorridos. Esa potencia de reclamar autonomía para los cuerpos pero también luchas comunes para terminar con el saqueo a nuestro tiempo, nuestra vitalidad; para terminar con la violencia machista y patriarcal que es completamente transversal y nos atraviesa como el genocidio indígena que consolidó lo “nacional”; esa fuerza de poder narrar la asfixia económica de una vida haciendo cuentas al mismo tiempo que se narra lo que implica encarnar una existencia en fuga del mandato biológico y de la heterosexualidad obligatoria, ahí está la agenda feminista. Y es esa potencia lo que tendría que nombrar este 34Encuentro para estar a todo de los que hemos construido juntas y juntes: una oposición muy clara a cualquier propuesta neoliberal y extractivista y un deseo por cambiarlo todo: desde las bases del patriarcado; contra toda crueldad.