Cientos de estudiantes universitarios de Quito se pusieron al servicio de los indígenas para facilitarles su estadía en la capital de Ecuador. Decidieron colgarse voluntariamente el delantal y cocinar para los miles que llegaron desde los puntos más recónditos del país. Todo se hace con las donaciones que permanentemente ciudadanos anónimos dejan en la puerta de entrada a los centros de acogida El gimnasio de la universidad Politécnica Salesiana permanece colmado con casi 2.500 indígenas. Karla Altamirano, presidenta de la Federación de Estudiantes de la Universidad Politécnica Salesiana (UPS), dirige el contingente de 110 personas, el 60 por ciento estudiantes y el resto personal administrativo y docente, que colabora en la asistencia. "Si algo me llevo de esta experiencia es la unidad familiar de los indígenas, siempre están juntos como familia y en comunidad. Como ellos dicen: como 'un solo puño'", remarcó Altamirano. La tarea, según contó, empieza antes de las cinco de la mañana, cuando la mayoría de campesinos se levantan para asistir a las reuniones donde organizan las acciones de protesta de cada jornada. El viernes, el grupo encargado de la comida preparó "tigrillo", un popular plato a base de plátano verde, y café. A la dirigente le llamó la atención ver como las familias duermen en un solo colchón, aún habiendo otros disponibles. Una vez que los mayores salen, los niños son distribuidos en "misiones", conformadas por los estudiantes que se encargan de su cuidado. Ese este tipo de voluntariado también se reprodujo en otras universidades, como la Central (estatal) y la Católica, donde los estudiantes juega un rol clave en la protesta indígena.
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