Hace tres años y medio que una agente policial denunció a sus jefes inmediatos por acoso sexual y laboral, y la Justicia, mucho menos la Policía de Santa Fe o el Ministerio de Seguridad, hicieron nada para investigar semejante acusación y, llegado el caso, sancionar a los responsables. Al contrario, solo los cambiaron de destino. La dignidad de rebelarse ante la violencia de género le costó a la joven policía perjuicios laborales, económicos y de salud. Mañana se constituirá como querellante en los tribunales sanlorencinos, para buscar la justicia que el sistema le niega.
"Me cansé de esperar y de recibir maltratos de todos lados por contar lo que pasó. Y en tres años nadie hizo nada. Cuando puse un abogado, fue y averiguó que la denuncia no existía, la habían hecho desaparecer". Quien habla en esta nota es una suboficial que en 2015 se graduó y fue asignada a la Policía Comunitaria de Capitán Bermúdez. Tiene 33 años, cuatro hijos, y a los efectos de esta nota será nombrada como Mariela.
Mañana ante el juez penal de San Lorenzo, Juan José Tutau, se constituirá como querellante para impulsar la denuncia por abuso sexual agravado contra el subinspector Sergio C., y la demanda civil y laboral contra el Estado provincial por el hostigamiento que padeció en su trabajo, a instancias de su jefe, el comisario Alfredo R. Sus apellidos se mantienen en reserva hasta que sean imputados. La denuncia penal estaba en poder del fiscal Juan Ledesma, pero transcurrió desde 2016 sin pena ni gloria.
El abogado de Mariela, Jonás Kucich, consideró el hecho como "muy grave porque la denuncia fue cajoneada en Fiscalía, no se hizo nada, a pesar de que en ese momento, marzo de 2016, las cuestiones de violencia de género ya despertaban alta sensibilidad social".
Tres años cajoneada, se reimpulsa la demanda contra la Provincia por acoso laboral, y contra un oficial por abuso sexual agravado.
La Red de Mujeres Policías de Santa Fe divulgó la semana pasada una encuesta en la que el 52% de las empleadas de la fuerza dijo sufrir o haber sufrido alguna forma de violencia de género (psicológica, simbólica, sexual, económica y física). En el 69 por ciento de los casos, el agresor es un jefe. El 86% reveló que la institución no resolvió la situación ni sancionó al responsable.
El calvario de Mariela empezó en noviembre de 2015, cuando Alfredo R. y Sergio C. asumieron funciones en la delegación bermudense de la Policía Comunitaria, en barrio Copello. Y soportó hasta el 3 de marzo de 2016, cuando decidió denunciar.
-Lo conté en mi familia, así que mi papá me fue a buscar y me llevó a denunciar en Jefatura. El primero que me escuchó fue el Chino (Gonzalo) Paz, jefe de la URXII, que me mandó a una oficina de la mujer y ahí hice la denuncia. Y no pasó más nada. Mi denuncia desapareció.
-¿Cómo fue volver a trabajar?, preguntó Rosariol12.
-Es que no volví. Enseguida me dieron licencia psiquiátrica, como si yo tuviera un trastorno. Me retiraron el arma. Estuve tres años así, obligada. Me trataron de loca. Hace siete meses que volví a trabajar, obvio que no a Policía Comunitaria. Estoy trabajando con tareas diferentes, por suerte ya contenida, con buenos compañeros y un buen jefe. Pero hasta entonces estuve bajo licencia, cobrando menos, y en ese momento estaba sola con mis hijos. Me ayudaban mis padres.
-¿Cómo era esa rutina de acoso diario?
-Si no iba a trabajar me iban a buscar a mi casa. C. empezó diciéndome que para Navidad me iba a regalar ropa interior con la condición de que me la probara delante de él. Así era siempre. A la semana de haberme conocido, yo estaba parada en la oficina del jefe, esperando que terminara de hablar con el subjefe, para entregarle unas planillas y entró C. y me pegó un chirlo en la cola delante de ellos, y nadie lo retó, como si fuera lo normal. Cuando salió de la oficina le dije que era la última vez que hacía eso porque yo no le había dado confianza. El solo chifló y se rió, siempre respondía así. Pasaba y me tocaba la cola, se paraba atrás y me decía cosas en el oído. Una vez me sacó de jurisdicción para llevarme a un telo, y en ese viaje me puso las manos en los pechos. Así era todo el tiempo. Quería mostrar que tenía poder. Una vez me subió al móvil para enseñarme a patrullar, y había un masculino en una esquina tomando una gaseosa y lo levantó del brazo, lo puso contra la pared y la pistola en la cabeza. El chico me conocía, y decía "Mari vos sabés que yo no hago nada", y él le dijo "Ella no es más Mari, ahora es policía". No era eso lo que me enseñaron para ser policía.
"En la primera semana, entró C. y me pegó un chirlo en la cola delante de los jefes, y nadie lo retó, como si eso fuera lo normal".
-¿Tus compañeras sufrían el mismo trato?
-Ellas no me hablan. Les pasaba lo mismo y muchas aceptaban esas cosas, porque les resulta más fácil estar con el jefe que salir a trabajar. A otra de las chicas, embarazada, la hicieron empujar el móvil. Siempre la molestaban. Hoy las veo en la calle y agachan la cabeza. La pasé muy mal, no podía ni comer, no me pasaba la comida. Tuve ataques de pánico, brotes agresivos.
-¿Qué hay de Alfredo R.? ¿También te acosaba sexualmente?
-Me invitó una noche a recorrer comisarías. Me dijo: 'De paso recorremos, tomamos algo y nos conocemos'. Yo me negué porque no tenía porqué salir de mi jurisdicción y tenía mi familia y esto era mi trabajo. Luego el jefe tomó licencia y él quedó a cargo, y como no accedí a lo que él quería, empezó a recargarme de trabajo. Mi horario era de 8 a 14 y a las 19 me llamaba de nuevo porque a las 20.30 tenía que estar en tal lugar. Empezaron a buscarme en mi casa a cualquier hora, a pedirme planillas, a decirme que me la rascaba pero escuchaba música en casa, o barría la vereda, un montón de cosas. Tengo una hernia de abdomen, C. lo sabía, yo esperaba para operarme, un día desde que entré hasta la tarde que llovió mucho me la pasé sacando agua porque se había inundado todo y no debía hacer eso. Me dejó de cama. Me hicieron un montón de cosas de pura maldad".
Mariela vio su carrera interrumpida. Luego de su licencia le asignaron un destino de "tareas diferentes", y por esa razón no se le permite aún cursar la carrera de oficial, tal como ella proyectaba.
El abogado Kucich explicó que al comisario R. le cabe la acusación por los hechos de abuso de autoridad, y por su obrar para con su subalterna es que mañana entablarán una demanda civil y laboral contra el Estado provincial. Para el subinspector, en cambio, pedirán la imputación de abuso sexual agravado.