“La humanidad nunca fue tan desigual como en esta época”, dice el filósofo Ricardo Forster, que acaba de publicar La sociedad invernadero (Akal/ Inter Pares), un libro fundamental para analizar la trama de la contemporaneidad y sus estrategias de dominación; un itinerario intelectual que indaga en las herencias y tradiciones diversas –de David Harvey a Immanuel Wallerstein, pasando por Joseph Vogl, Wolfgang Streeck, Slavoj Zizek, Ernesto Laclau, Fredric Jameson, Mark Fischer, Boris Groys, Nicolás Casullo y Wendy Brown, entre otros- para desentrañar los peligros del neoliberalismo, las paradojas de la libertad, la fábrica de subjetividad, el neofascismo y la digitalización del mundo.
“Si uno mira el giro del capitalismo de bienestar al capitalismo neoliberal, a partir de los años '80 aumentó dramáticamente la desigualdad y generó un proceso creciente de precarización que fue ampliando los índices de pobreza”, plantea Forster, autor de Crítica y sospecha. Los claroscuros de la cultura moderna, Mesianismo, nihilismo y redención, La muerte del héroe y La anomalía kirchnerista, entre otros. “El neoliberalismo desarma el Estado de Bienestar y no logra contener la caída exponencial de las clases medias y los sectores que siendo parte del mundo popular no eran excluidos del sistema, pero que con la precarización, la pérdida de empleos y el aumento exponencial de los precios devienen pobres sin que el Estado tenga los instrumentos ni los recursos ni el objetivo de contenerlos”, explica Forster en la entrevista con Página/12. “El peronismo impidió que la pobreza se naturalice y generó lo que podríamos llamar una memoria igualitarista”, advierte el filósofo.
-Los movimientos progresistas en América latina aplicaron políticas de ampliación de derechos, pero esos sectores favorecidos después votan a las derechas. ¿Cómo evitar caer de nuevo en la misma trampa?
-El neoliberalismo es una trama que va generando sentido común, disciplinamiento social y nuevas formas de subjetivación. Hasta fines de los '70, la movilidad social ascendente era una virtud que estaba ligada también al aumento del consumo. Esa movilidad todavía se asociaba a un proyecto en el que el Estado cumplía un rol fundamental atendiendo la salud, la educación pública y el acceso a la vivienda, con altísimas tasas de sindicalización que implicaban una cultura del trabajo. Desde los años '80 se produjo una mutación en las sociedades que fue transformando la relación del individuo con la pertenencia social y cultural. El neoliberalismo es la fragmentación de lo público y la exacerbación de la autorreferencialidad. Eso implica que la relación con la movilidad social ascendente ya no tiene la misma característica que tuvo en la Argentina de los años '40, '50, '60, donde, por las peculiaridades del peronismo, la relación con el consumo estuvo muy mediatizada por una conciencia de igualdad y de pertenencia. La sociedad fue acelerando su fragmentación y el Estado fue acelerando su descomposición. Frente a la crisis monumental de la década de los '90, que dejó a la sociedad literalmente destrozada, la respuesta del kirchnerismo fue una recomposición de aquellos que habían sido brutalmente excluidos, con un problema que no se pudo resolver: el problema de la subjetividad. A diferencia del cardenismo en México, del peronismo en la Argentina o la socialdemocracia europea hasta los '70, había una relación directa entre construcción del Estado de Bienestar y conciencia social e igualitarista. Eso es lo que desmonta el neoliberalismo.
-¿Antes se construía ciudadanía ahora solo consumidores?
-Exactamente. En América latina, la primera generación de populismo amplió ciudadanía bajo la forma de los derechos sociales y también civiles. La segunda generación de populismo, la de los años 2000, no solo tuvo que atacar las causas brutales del neoliberalismo en la vida social sino que amplió ciudadanía civil bajo la forma de políticas de género, matrimonio civil igualitario, ley de salud mental y voto a los 16 años, e intentó volver a juntar lo que el progresismo en los '90 había separado: derechos civiles y derechos sociales. El neoliberalismo puede ampliar derechos civiles - por ejemplo, el macrismo habilitó el debate en el congreso sobre la ley del aborto-, pero lo que busca es restringir los derechos sociales. El gran problema de los gobiernos democráticos-populares de esta generación fue que mientras lograron recomponer en parte el mundo social bajo la lógica de una movilidad social ascendente lo hicieron con el impacto inmenso de los imaginarios consumistas de la sociedad del espectáculo. El ciudadano consumidor deja de pensar en el otro para mirar la vida a través del espejo que le devuelve su propia imagen. No hay en el consumo altruismo, solidaridad; lo que hay es un goce individual, un deseo de seguir gozando, y a su vez también la introducción de la culpa: una vez que se acaba ese goce que parecía indefinido, la respuesta del sistema es que sos culpable por haber gozado demasiado. Los gobiernos populares están obligados a mejorar las condiciones de vida de los que menos tienen, sobre todo cuando heredan -como va a suceder con el gobierno de Alberto Fernández- una destrucción socioeconómica enorme.
-En el libro te referís al neologismo igualibertad. A las derechas les interesa más poner el énfasis en la libertad que en la igualdad, ¿no?
-Sí, pero es una libertad falsa. En sociedades que fueron avanzando cada vez más hacia modelos neoliberales, la idea de libertad se asoció cada vez más a lo patrimonial –la libertad de propiedad-, pero bajo el precio de destrozar las formas que el capitalismo previo había logrado en términos de igualdad. Una de las características del neoliberalismo es que agujerea dramáticamente la igualdad. La humanidad nunca fue tan desigual como en esta época. El desafío de un proyecto emancipatorio es cómo ampliar la igualdad ampliando la libertad. En el caso de los gobiernos de la segunda generación de los populismos latinoamericanos, el aumento de derechos civiles junto a los derechos sociales me parece que funcionó. Pero el problema es que en un momento queda desenganchada la trama de la igualdad cuando las demandas de consumo crecen aceleradamente y cuando las restricciones de distintos tipos atacan a los proyectos de distribución. Lo más inquietante es lo que algunos han llamado “la fábrica de subjetivación”, que es la discusión que ha colocado Jorge Alemán cuando plantea la diferencia entre subjetividad y sujeto. El capitalismo en su forma neoliberal no ha podido penetrar en el corazón del sujeto, que es el corazón del lenguaje, pero sí ha logrado penetrar profundamente en las formas de subjetivación. El capitalismo es una lógica de lo ilimitado que no ha dejado nada afuera; pero estamos viviendo una crisis muy profunda de esa lógica de lo ilimitado. Durante todas las etapas de desarrollo, el capitalismo logró apropiarse de los insumos de sus contrincantes; logró que aquello que era crítica se convirtiera para él en un insumo de su propia expansión. El ejemplo más claro en la segunda posguerra es la construcción del Estado de Bienestar, que fue producto de haber negociado con las corrientes socialistas, socialdemócratas y bajo la tradición keynesiana un rol que el liberalismo tradicional no veía por parte del Estado; un capitalismo en el que había una suerte de equilibrio o de empate en la distribución, bastante favorable para los sectores del trabajo.
-¿Qué pasa cuando el capitalismo neoliberal no tiene más contrincantes?
-El capitalismo neoliberal se convierte en autófago y comienza a devorarse a sí mismo; fragiliza la vida social, se flexibiliza el trabajo, aumenta la desigualdad, la pobreza. Hay una famosa frase de (Fredric) Jameson que dice que es más factible imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo. El neoliberalismo es el punto más exacerbado de un proyecto civilizatorio que está extenuado, aunque todavía tiene una enorme capacidad para seducir y producir tecnologías de consumo. El universo de la política puede poner en debate las lógicas de la dominación, pero el gran problema en la Argentina es que cada vez que la derecha fracasa gobernando logra que la sociedad se incline un poco más a la derecha. La frustración y la crisis generada por el macrismo no implica la ampliación de una sociedad que descubre los valores de la emancipación y la igualdad, sino que queda chantajeada por un posibilismo, una especie de situación de emergencia: “esto es lo que se puede hacer”, “nos dejaron una situación imposible”. Hoy en las filas de la propia oposición, del kirchnerismo y el peronismo, hay un cierto retorno al posibilismo porque el macrismo deja una deuda colosal, ha destruido la industria, ha lastimado a la sociedad y el mundo es otro. Detrás de ese discurso está de nuevo el virus de una derechización de la sociedad, que me parece que va a ser el gran desafío del gobierno de Alberto Fernández. Alberto tiene una mirada progresista de la vida cultural y social, y en términos económicos se mueve entre la moderación, la negociación, el liberalismo democrático y la refundación de un Estado que funcione mínimamente como un Estado de Bienestar.
-Alberto Fernández dejó en claro que piensa pagar la deuda heredada del macrismo. Si hubiera insinuado lo contrario, quizá sus chances electorales hubieran estado más jaqueadas, ¿no?
-Es probable que para poder construir este frente muy amplio, que ha logrado cobijar a prácticamente todos los sectores del peronismo, Alberto haya moderado la oferta y el tono con que se dirige a la sociedad. No me parece mal que la política pueda ser pensada también como un ejercicio de diálogo. Lo que pasa es que otra parte fundamental del universo de la política es cómo procesar los conflictos. La sociedad argentina no ha podido salir de la tensión que ha generado una disputa por la distribución de la renta, disputa que generó el primer peronismo, que a su vez impactó en la conciencia más profunda de los sectores populares. A eso se refieren en el macrismo cuando hablan de los setenta años de la vida negativa de la Argentina. Si no somos capaces de pensar una sociedad más allá del capitalismo, el destino será cada día más crudo. Pero mi horizonte inmediato ahora es la alegría de la noche del 27 de octubre. Después veremos…