La forma en que se naturalizan ciertos rasgos del gobierno saliente, aunque no en forma exclusiva, es abrumadora. O debiera serlo.
Si fuese con candor, se llamaría insensibilidad mediática.
Pero va más allá. Alcanza a eso que el macrismo denomina “calidad institucional”.
El Presidente inició a comienzos de mes su tour de despedida, pretensión de remontada histórica, acción catártico-artística o como se quiera significarlo.
Va de ciudad en ciudad y de pueblo en pueblo (cordobés), y así seguirá prácticamente hasta el domingo de elecciones. En Casa Rosada no le ven el pelo y, que se sepa, no pidió licencia alguna. De la vice Gabriela Michetti gracias si se conoce que el año próximo se dedicará a escribir sus memorias, sin duda conmovedoras, por si fuera cuestión de que reemplaza formalmente al jefe de Estado mientras culmina el período preelectoral. Los actos de campaña oficial son justamente eso, oficiales, tanto como las imágenes que toman los medios.
Pongámoslo en sintonía con el republicanismo: todos, qué horror, pagamos con nuestros impuestos la difusión de las impresionantes piezas retóricas de Macri, junto con el acompañamiento de funcionarios que intentan hacer pogo con megáfono delante de cuatro gatos locos. Pero el problema eran las cadenas nacionales de Cristina, por cierto que cansadoras como ella misma supo admitirlo.
Esto no es todo, al respecto.
Además, resulta que Macri recibe elogios de su corte periodística por haber peronizado (e incluso kirchnerizado) sus métodos de relación “con la gente”.
Se cuida que en los alrededores no haya parrilleros asando chorizos y hamburguesas. Eso sí. Pero ahora es un Presidente sensible que toma un tren que casi llega en punto, colmado por los Defensores del Cambio ¡pagos! que Marcos Peña dijo construir. Como si fuese poco y como corresponde a quien no sabe manejar la voz en escenografías masivas, Macri anda disfónico y algún colega, entre sus amigotes, le pide por favor que cuide su garganta.
Allí la República. Bien peroncha, diría cualquier cambiemita de paladar negro o común. O bien de apelación evangélica, pero ya no en escenario 360. Citando a Dios, con besada de pies y todo. Y nada de fijarse en el gasto público.
Es mejor atender que “Alberto F.” y Massa tienen “fisuras” acerca de cómo describir al gobierno venezolano, esperar a último momento para descubrir las consecuencias ecuatorianas de acordar con el FMI, insistir con el cuco camporista que rodeará al próximo primer mandatario y, todo esto, sólo para citar lo suave.
El personaje capusottiano que es candidato vicepresidencial de Ex Cambiemos venía de convocar a la voladura de las villas, pero redobló para advertir -junto con los bufones de lo que en el kirchnerismo designaban “régimen”- sobre el carácter narco de un Axel Kicillof capaz de mandar a matar, llegado el caso.
Ni hablar de los operadores cubanos que rodean a CFK, según ese genio político que era la movida maestra del Gobierno a fin de extender su arco conquistando peronistas.
Menos mal que para ilustrar decencia está la doctora Carrió, quien dijo que a las 6 de la tarde del domingo 27 saldrán a anunciar que ganó el oficialismo por más que no dispongan de un mísero dato o, peor, de que los tengan pero en sentido contrario al que (no) esperan.
También se cuenta con el proyecto macrista de la “Ley Mentira”, más allá de que, a esta altura, toda proposición de este gobierno sea un chiste de dudoso gusto.
Redunda en la opción de condenar a un imputado por no decir la verdad en su declaración indagatoria. Es decir que la mentira se convierte en una prueba del delito que debe certificar la Justicia.
Allí la República. O la verdadera interpretación republicana de quienes llegaron para salvarnos de los bárbaros K.
Será injusto, sin embargo, reparar meramente en estas andanzas de lo que una última encuesta (del Centro Estratégico de Geopolítica Latinoamericana, presencial, creíble) señala como el peor gobierno de la historia, excluidas las dictaduras. El Celag, dirigido por el economista Alfredo Serrano Mansilla, es una de las muy pocas consultoras que se aproximó a acertar el resultado de las PASO.
Hay naturalizaciones que exceden a la calamidad macrista. Puede ser que la incluyan porque una parte -el ninguneo, la distracción- le corresponde a su aparato mediático. Pero no en soledad.
En Chubut sigue habiendo una situación de conflicto que, resaltada hasta hace pocos días, desapareció del escenario periodístico. No solamente del oficial. Hoy comienza la semana 13 de paro docente consecutivo. Pero la provincia ya no está en el radar mediático.
Sobre la aplicación de Emergencia Alimentaria se sabe que algo comenzó a repartirse en forma lenta. Sí hubo la presentación del plan “Argentina sin hambre”, del Frente de Todos; que Alberto Fernández lo previno como un proyecto “alimentario, no contra la pobreza”, y que enardeció a los voceros macristas porque asistió algún obispo católico. Y un alto representante de la DAIA, cosas veredes.
Eso será o sería desde el 10 de diciembre. En el largo entretanto, hay un instrumento que el Congreso ya sancionó con una ejecución que habrá que seguir muy de cerca mientras Macri se dedica a bañarse de afecto populista. Pero ni él ni su pandilla son los únicos que dejan de preguntarse qué pasó con…
Ese ejercicio de la memoria, aun de lo inmediato, es un elemento de construcción política al que la mayoría del pueblo -vale insistir en rescatar la palabra, a más de “sociedad”, “ciudadanía”, y el consabido “la gente”- debiera comprometerse.
Debe tener el concurso, absolutamente decisivo, de la dirigencia política que asoma ganadora.
De lo contrario, el riesgo de repetir errores y horrores puede profundizarse.
Sucesivamente, sin ir más lejos, funcionarios y empresarios ligados al gobierno anterior recuperan la libertad. Ya suman casi una decena, y habrá más.
Nadie puede dudar de que Comodoro Py, por referir el símbolo de la Justicia Federal en su sentido técnico y político, toma nota de los cambios políticos inminentes. Los tribunales de ese tipo jamás dejan de registrar las alteraciones del humor colectivo. En más o en menos, toda la vida fueron y serán oficialistas. Y pre-oficialistas cuando el viento lo indique.
Pero eso no quita que sucede al igual porque se acaba un show de causas armadas, ridículas, algunas tenebrosas, operadas mediáticamente, de las que tarde o temprano se comprobaría que nunca tuvieron ni pies ni cabeza.
Revolearon prisiones preventivas a la bartola. Inventaron cuentas en el exterior como si tal cosa. Se hartaron de denunciar y proceder contra la ruta del dinero K para, inclusive, encontrarse con la autopista M que la prensa oficial escondió prolijamente. Imaginaron bóvedas y taladraron estepa patagónica para hallar los tesoros perdidos.
Cuando este ilusionismo ruin se termine, lo cual no significa desconsiderar a los corruptos individuales, el fin de Macri debería ser bastante más potente que el de un hambreador social.
El fin tendrá que serlo asimismo sobre la ficción de una derecha con honestos valores democráticos.
Sirve repetir, sin cansarse, la advertencia de que se va Macri y no lo que Macri representa.
Sirve tener presente que la prioridad de sacárselo de encima no es. Está siendo.
Entonces, festejo y memoria sin triunfalismos que pierdan de vista lo esencial.
Habrá que repetirlo en la noche del 27 de octubre. Y después, más todavía.