El primer debate presidencial no sorprendió, especialmente porque no hubo ninguna novedad sustancial que agregue a lo que la ciudadanía ha venido escuchando en los últimos meses. Con mayor o menor precisión cada uno de los aspirantes a la presidencia se dedicó a reafirmar las ideas ya conocidas y expresadas durante la campaña en marcha. Al mismo tiempo, cada uno de ellos eligió a su propio adversario, destacándose el contrapunto entre Mauricio Macri y Alberto Fernández. Buscando mostrarse diferente a todos José Luis Espert alternó sus ataques contra Roberto Lavagna, con otros dirigidos a Fernández y a Macri. Juan José Gómez Centurión y Nicolás del Caño… solos contra el mundo, lugar que también pretendió disputar Espert en algún pasaje. Pero el Presidente se llevó las mayores palos sin poder mostrar en ningún momento resultados exitosos de su gestión (cuando pretendió hacerlo fue desmentido). Después de cuatro años de gestión, Macri ni siquiera pudo dar cuenta de cabal conocimiento de las cifras, de los datos y las estadísticas.
Sin acusar recibo de las críticas Macri insistió en desconocer las consecuencias de sus actos y afirmó, una y otra vez, que lo mejor está por venir. No solo no hay reconocimiento de los errores, sino que buscó reiterar algunos de los argumentos usados hace cuatro años como si en medio no hubieran transcurridos cuatro años de gestión.
Macri no mencionó en este escenario que “sí se puede” pero si repitió que “el kirchnerismo no cambió” y con ironía de mal gusto le sugirió a Axel Kicillof, a quien asumió ya como gobernador de la provincia de Buenos Aires, que impulse la “narco capacitación” en las escuelas.
Alberto Fernández, con equilibrio y mesura en sus expresiones, fue quien arremetió con mayor claridad contra el gobierno de Macri subrayando especialmente, con claridad y firmeza, las mentiras planteadas (“solo lo dice, no lo hace”), antes y ahora, por el Presidente, quien en algún momento, cual comentarista de la realidad, intentó interpretar palabras del candidato del FdT. Pero más allá de las críticas Fernández fue quien más insistió en proyectarse como un hombre que piensa en la gestión de gobierno.
Apelando al libreto ultra liberal Espert arremetió contra el sindicalismo, pidió quitarle las obras sociales a los gremios y mencionó por su nombre a Hugo Moyano Roberto Baradel.
Fue un debate presidencial por televisión pero, de alguna manera, negando el lenguaje televisivo. Un debate en el que los moderadores sobraron, más allá de las condiciones personales de cada uno de ellos, porque apenas fueron cronometristas.