En la intersección de la crisis del sistema de medios, el desplazamiento de audiencias a otras pantallas y la multiplicación de ofertas en internet, la ficción argentina pierde espacio en la oferta disponible para el público local. ¿Es posible consolidar una industria en tiempos de Netflix? ¿Cómo puede intervenir el Estado?
Los canales de Buenos Aires pasaron de emitir casi 7800 horas de ficción en 2016 a algo más de 6000 el año pasado. En el mismo periodo, la ficción también perdió peso en la participación total de la programación, y pasó del 18% al 14% de las horas emitidas por la televisión abierta porteña. En esta línea, el rating de la ficción más vista en la televisión abierta se redujo a la mitad en ocho años. En 2010, la tira diaria Valientes (El Trece) promedió 29,3 puntos, mientras que en 2018 100 Días para Enamorarse (Telefe) alcanzó 15,1. Un indicador que, con sus limitaciones, deja en claro que la ficción, cruzada por la ubicuidad de pantallas y multiplicación de plataformas en internet, cae más veloz que el resto de los contenidos televisivos.
Argentina no es una isla en este punto y según datos del Observatorio Iberoamericano de Ficción Televisiva (Obitel) la oferta de horas de ficción nacional (2016-2018) cayó además en Brasil, uno de los mercados con mayor capacidad productiva, en Chile, Colombia, Portugal y el mercado hispánico de Estados Unidos. Ante la crisis del sector, según observa Obitel, en algunos países los canales públicos salieron al rescate de la industria. En Perú, el canal estatal aumentó considerablemente su producción de ficción, mientras que en Brasil dos canales públicos produjeron 12 títulos el año pasado, en compensación de dos emisoras privadas que dejaron la producción de ficción.
Paradójicamente el consumo de contenidos televisivos goza de buena salud. Según datos de Carrier y Asociados, el 37% del consumo audiovisual en internet corresponde a contenidos de la televisión tradicional. A su vez, el 55% de los usuarios argentinos que accede a YouTube consume contenidos televisivos. Sin embargo, la ficción en particular plantea una problemática económica y cultural a la vez. Según datos difundidos por la Multisectorial Audiovisual la producción audiovisual alcanza el 2,5% del PBI nacional. Su crisis ya crónica repercute en la contracción de la industria y pérdida de puestos de trabajo que afecta a autores, directores, técnicos, actores, músicos e intérpretes.
En medio de flujos de contenidos desde todas las geografías, la ficción local resiste con el arma de la proximidad cultural y el alineamiento de sus temáticas a la agenda nacional. La ficción más exitosa del 2018, 100 Días Para Enamorarse (Telefé), desarrolló en tono didáctico una narrativa resonante entorno al proceso de transición de uno de los personajes (Juana/Juan). Según Obitel, la violencia contra la mujer, el femicidio y acoso sexual estuvieron presentes en relatos de ficción en Brasil, México y Perú, mientras que el abuso sexual infantil, el racismo y la xenofobia fue retratado en Brasil y Portugal, mientras que en México estuvo presente la desaparición forzada, tema actual en ese país.
Con chances de dar pelea, la ficción local necesita del Estado en su rol de productor, pero también como promotor de marcos regulatorios específicos para la actividad, y un marco fiscal que alimente fondos de fomento que permitan a la producción local ser competitiva en tiempos de Netflix.
* Becario Conicet- Magíster en Industrias Culturales (UNQ/UBA)