1. Alberto Fernández sacó luz en el debate, en primer lugar, por su mayor capacidad para la polémica. Es abogado, o sea que está acostumbrado a argumentar. Es profesor universitario, con lo que habitualmente explica y debate con alumnos. Tiene una larga carrera partidaria, lo que significa un entrenamiento en las polémicas políticas. Durante los últimos seis meses --y antes también-- aceptó entrevistas con periodistas que se lo querían comer crudo, lo que le agregó más training todavía. Del otro lado, un ingeniero con poco vocabulario, que nunca pasó por una asamblea universitaria o política, acostumbrado a las entrevistas más bien condescendientes, y que llegó a sus cargos --en Boca, en la Ciudad, en Nación-- por su ubicación empresaria más que por su desempeño intelectual. Tampoco Lavagna, economista, se distingue por su habilidad para polemizar.
2.- Alberto Fernández se vio beneficiado por el sorteo. Siempre habló después de Macri. Eso le dio una enorme ventaja, porque tuvo la oportunidad de retrucarle todo y lo hizo con firmeza y espontaneidad. En televisión es de máxima importancia tener la última palabra.
3.- Para Macri empatar el debate era, en la previa, una proeza. Su gobierno no produjo ni un número positivo. Ni uno solo: inflación, desempleo, crecimiento, dólar, endeudamiento, presupuestos, salud, educación. Todo mal. No tenia nada para exhibir. Sus chances eran mínimas y dependían de meter algún bocadillo marketinero, al estilo de la frase burda que tenía preparada contra Axel Kicillof. Impactó poco y nada.
4.- Por lo tanto, el único saldo que puede exhibir el presidente es que Fernández fue "agresivo" y lo apuntó con el dedito. En la Casa Rosada dicen que la última intervención del presidente, diciendo que "el kirchnerismo no cambió" fue lo mejor de la noche. Es más, afirman que con eso Macri ganó el debate. Yo diría que tal vez (sólo tal vez) dejó satisfecha a su tribuna anti-peronista, la que ya está convencida. Una hipótesis es que no perdió votos, entre otras cosas porque su caudal hoy es núcleo duro, casi puro.
5.- Se supone que en una campaña o en un debate el candidato apunta a ganar votos que no tiene. O sea que no le interesa tanto convencer a los que ya tiene convencidos sino agregar, sumar, en especial entre los indecisos. La teoría dice que los indecisos son poco interesados en política, que esa es la razón por la que justamente todavía no decidieron a quién votar. ¿Los indecisos vieron el debate del domingo? Seguramente no, aunque la suma de 31 puntos de rating tiene el nivel de un partido de la selección en un mundial. Aún así, el número indica que más de la mitad de la población vio otra cosa o tuvo el televisor apagado. Me imagino que no hubo efecto en la mayor parte del pequeño universo del seis por ciento de indecisos que registran las encuestas.
6.- La teoría también indica que los indecisos son moderados, poco apasionados por una u otra fuerza política. Y ese espíritu hace que, por lo general, no les guste la confrontación, en este caso protagonizada por Alberto Fernández. Sin embargo, esa teoría tiene discrepancias. Hay quien dice que eso es cierto para Uruguay, Chile o Brasil, pero no para Argentina, donde a casi todos les gustan los liderazgos fuertes. Incluso a los indecisos.
7.- La idea de buscar votos que uno no tiene servía el domingo para todos menos para Alberto Fernández, que es el que ya tiene los votos. De manera que un objetivo posible del candidato del Frente de Todos era conservar la mayoría que consiguió el 11 de agosto. Se ve que Alberto y su equipo decidieron que la mejor forma de retener los votos era ir al frente. Buena decisión. A mí me sorprendió, porque pensé que iba a ser más bilardista, más conservador. Sucede que el 70 por ciento de los ciudadanos están furiosos con lo que pasa en el país, de manera que sintonizó con ese espíritu de decir las cosas en forma directa, sin vueltas, sin medias tintas.
8.- La estrategia de plantarse y pegar también sirve para otros objetivos no menores. Por un lado disipar el falso fantasma de que Alberto es un títere de Cristina. Por el otro lado, consolidar la personalidad de Fernández dentro del espacio peronista, como eje de las distintas corrientes.
9.- Macri tuvo malas noticias. Gómez Centurión le recorta votos (pocos) con su discurso anti--derechos, contra la despenalización del aborto. Y Espert, mejor polemista, le quita apoyos al presidente con sus posturas anti-políticas, anti-sindicales y, de hecho, contra la universidad pública. Me pareció que el domingo conservaron lo suyo. Rige aquel dicho de que cuando las cosas te salen mal (o las hacés mal) hasta crecen los enanos del circo.
10.- Lavagna seguramente debe sentirse cómodo en un seminario de economistas. Da más para la teoría, la explicación más larga, que para la polémica con tiempos reducidos. En forma pública dijo que no estuvo cómodo el domingo "porque había demasiada grieta". Se notó. Su desempeño fue flojo, salvo en el momento en que relacionó derechos humanos con hambre. Pero le faltó potencia, contundencia. Su fuerte está hoy en la debilidad de Macri y en rencores que pueden haber quedado en pequeños sectores por el armado peronista.
11.-Del Caño jugó su partido, con mensaje poco cautivante para los que no son propios. En las elecciones presidenciales, cuando las cosas se polarizan, la situación es difícil para la izquierda. No está mal jugar a conservar el voto propio, aunque el bajo porcentaje de las PASO requería salir a pelar en cancha ajena. Hubo un intento poco sólido por hacerlo en el terreno de la juventud y el movimiento feminista.
12.- "Faltaron propuestas", "faltó explicar cómo se van a hacer las cosas", "no se habló de tarifas", "se habló poco de inflación", "no atacó con el tema de la corrupción", "el formato es malo". Todos cuestionamientos que se escucharon en estas horas. Tal vez sean objeciones justas, pero no es que un golpe hubiera significado un knock out. De hecho, no hubo cambios masivos de voto el domingo a la noche y era impensable un viraje de envergadura. Más allá de dimes y diretes, lo que hizo una leve diferencia es que Alberto Fernández se puso en el centro del ring y consolidó su ventaja. Estamos hablando de una diferencia sideral de entre 18 y 20 puntos, aún antes de las 21 del domingo.