Luego de dirigir un par de cortometrajes en tiempos de cambio de milenio, la realizadora paranaense Celina Murga regresó a los pagos entrerrianos, desde su Buenos Aires adoptiva, para filmar su ópera prima en el largometraje. Ana y los otros, presentada en sociedad en la cuarta edición del Bafici, allá por 2002, se transformaría no sólo en la carta de presentación de una nueva y potente voz femenina en el universo del cine local, sino también en uno de los títulos fundantes de ese infante llamado Nuevo Cine Argentino. Casi dos décadas más tarde, la filmografía de Murga ha sumado varias películas –entre otras La tercera orilla, apadrinada por Martin Scorsese, y el documental Escuela normal–, y producido alguna que otra de su compañero Juan Villegas. Pero 2019 termina con un papel inédito en su vida: al frente de un festival de cine. La segunda edición del Festival Internacional de Cine de Entre Ríos (Ficer) la encuentra precisamente en el rol de directora artística, un lugar que, según describe en conversación con Página/12, “me hizo preguntarme por qué me acerqué al cine en un primer momento, qué fue lo que me fascinó. Y llegué a la conclusión de que hay algo ligado al hecho de ir al cine como una aventura. De entregarse a un viaje, a un recorrido, en el que naturalmente no estaríamos. Me entusiasma la idea de ofrecerles eso a los espectadores de cine de mi provincia”.
Con entradas gratuitas en todas las funciones y organizada por la Secretaría de Turismo y Cultura de la Provincia de Entre Ríos, la segunda edición del Ficer, que comienza hoy martes y se extenderá por cinco días, hasta el sábado 19 de octubre, se propone “acercar el cine nacional e internacional al público entrerriano y potenciar la producción audiovisual en la provincia”, según consigna la carta de intenciones publicada en su sitio web oficial. El programa incluye una competencia nacional de nueve películas –con un premio de 150.000 pesos para el ganador–, una selección de largometrajes internacionales que contará con la presencia de invitados especiales, un foco en el cine italiano –con tres películas contemporáneas y tres clásicas– y una sección dedicada al cine hecho en Entre Ríos, que es la le dio origen al festival. “La edición el año pasado fue más acotada”, detalla Murga, “porque no tenía competencia y estaba más centrada en la sección entrerriana. Pero tuvo una respuesta muy buena: la gente acompañó mucho, al punto de que las salas se llenaron y las expectativas fueron ampliamente superadas”.
--¿Cuál fue la idea rectora a la hora de pensar en un festival de cine en la ciudad de Paraná?
--El festival surge por una idea de la Secretaria de Cultura y Turismo, cuya responsable, Carolina Gaillard, es una gran interlocutora, tomando como base algo realmente notable: aunque con un crecimiento un tanto azaroso, se viene haciendo cine en la provincia de Entre Ríos desde hace unos veinte años y de manera ininterrumpida. Paraná no es una ciudad central y ni siquiera tiene una escuela de cine, pero así y todo se produce un montón. Todas esas películas se han hecho gracias a voluntades individuales, con algunas participaciones y ayudas del estado, pero muy poco organizadas. Pienso en la producción cinematográfica de Paraná mismo, en la usina de cine de Crespo, en los directores de la costa del Uruguay, en la producción de Nogoyá. Se han armado algo así como pequeños polos en la provincia. De alguna manera, el festival surge para comenzar a instalar el tema de una ley de fomento audiovisual que nuclee a los productores y directores entrerrianos y que termine de darle un apoyo firme a algo que viene sucediendo de manera espontánea.
--¿Cuál siente que es su principal responsabilidad al frente de esta segunda edición del certamen?
--Fue un desafío que tomé con muchas ganas junto a los programadores Nicolás Herzog y Maximiliano Schonfeld. Lo que más tiempo nos llevó a la hora de discutir ideas fue definir los criterios de programación: para qué es el festival, qué recorte hacer, qué miradas destacar. Lo que fuimos “afilando” tenía que ver, por un lado, con la idea de que el festival debía ser una suerte de ventana hacia algo diverso. La posibilidad de ver cine en nuestro país, en las salas de cine, se ha ido achicando mucho. Más aún en las provincias, donde es infinitamente peor. Hace tiempo el estreno de una película de Kiarostami era todo un éxito y hoy eso sería impensado. En Paraná hay, con toda la furia, dos salas de cine, y la programación es totalmente pochoclera. Entonces, la primera idea rectora era esa: diversidad. Algo que tiene que ver con la posibilidad de ver películas de distintos lugares del mundo, con sus culturas, pero también con la idea de ver a otros diferentes a uno. A veces siento que uno va al cine a verse reflejado, buscamos espejos que nos agraden, que nos complazcan. Pero el cine también tiene otro potencial que es el ver a otros, que quizás sean mucho más parecidos a nosotros de lo que creemos. Por eso programamos Yara, del iraquí Abbas Fahdel, y Sinónimos: un israelí en París, de Nadav Lapid, que se presenta en calidad de preestreno. O la película de apertura, La camarista, de Lila Avilés, que va a estar acompañada por la actriz principal, Gabriela Cartol, y es el film elegido por México para representarlo en los premios Oscar. Pero no es solamente una cuestión de geografías, de países, sino también de recortes, de diversidad en cuanto a las realidades que describen esas películas. Hay otras dos cuestiones que tienen que ver con lo federal y con la temática del género. La sección nacional tiene un porcentaje alto de películas dirigidas por mujeres, algo que este año, afortunadamente, no nos costó armar en lo más mínimo: la oferta era muy amplia.
--Además de las diversas proyecciones de películas dentro y fuera de competencia, el festival también propone una serie de actividades especiales.
--Como la ciudad no tiene escuela, nos interesó aprovechar presencias como las de Fahdel –quien dará una masterclass sobre sus películas– y demás invitados para generar espacios de intercambio y formación. Por eso el crítico Roger Koza va a dar un curso de formación de audiencias y Rafael Spregelburd, que interpreta un personaje en la película Baldío, de Inés de Oliveira Cézar, dictará un taller de actuación. Todo esto puede parecer una obviedad, pero no lo es tanto en el marco de una provincia donde no existe una tradición de festivales. Nos parece que tiene que ver con la idea de formar públicos. Ojo, no en el sentido de decir ‘acá vengo yo a decir cuál es la verdad’, sino con la intención de generar un puente para que las películas puedan ser vistas en cierto marco, con un contexto. Soy de la idea de que si uno contextualiza y tiende líneas, que ayuden a la gente a acercarse a las películas, todas son disfrutables.
* 2° Festival Internacional de Cine de Entre Ríos. Del 15 al 19 de octubre en el Centro Provincial De Convenciones y el Centro Cultural Vieja Usina de Paraná. Entradas gratuitas. Programación completa, días y horarios en el sitio web https://ficer.com.ar/" style="background-color: rgb(255, 255, 255);">https://ficer.com.ar