Desde sus comienzos, el cine ha contribuido a unir con cadenita de oro al lesbianismo y la criminalidad. A partir de la representación de chicas esbeltas, de cabello sedoso y ojos delineados (la femme fatale que va desde La hija de Drácula de 1936 hasta la Sharon Stone de Bajos instintos en los 90) o mujeres gordas y torvas que sudan en abundancia sus remeras, pero siempre taimadas. Como si el hecho de desear a personas del mismo sexo sea la puerta de entrada a una pulsión homicida.  Así, más allá de los resultados artísticos, esas obras funcionan como dispositivos diseñados para sembrar la duda, la inquietud y hasta el pánico ante la posibilidad de que las hijas de occidente prefieran la tijera al cepillo. 

LESBIANA: FEA SUCIA Y MALA

La primera vez que se adaptó a la pantalla grande el crimen más famoso de Nueva Zelanda fue en 1971 por el director francés Joël Séria. El Caso Parker-Hulme, que avivó en 1954 el amarillismo de la prensa europea, puso a la ciudad de Christchurch en el ojo de los prejuicios, cuando dos adolescentes que mantenían un vínculo lésbico fueron condenadas a prisión luego de asesinar con un ladrillo envuelto en una media a la madre de una de ellas, Honora Rieper. Don't Deliver Us from Evil presenta a las quinceañeras como dos estudiantes, con otros nombres, que van a un colegio católico y un buen día, unidas en una relación perversa y caliente, abandonan a Jesús para adorar a Satanás. Una película erótica machista que muestra a las lesbianas siempre ardientes, y provocando a los ojos que las miren, como la fantasía sexual del hombre heterosexual. 

23 años después, se estrena Criaturas celestiales: la excepción a la nefasta regla. Justo a 40 años del asesinato de Honora Rieper y la condena a las adolescentes: 5 años de prisión y la prohibición de que vuelvan a tener contacto entre ellas por el resto de sus vidas. ¿Cómo se narra una relación amorosa que carga con un asesinato? ¿Le corresponde a un director juzgar la conducta de chicas que, además de ya ser castigadas por la Ley, fueron señaladas por todos los habitantes de Nueva Zelanda como las lesbianas diabólicas? Por supuesto que no. Cuando Peter Jackson, nacido en Nueva Zelanda, decidió filmar una pelicula sobre el Caso Parker-Hulme investigó, junto a la co-guionista Fran Walsh, los artículos de los diarios sobre el crimen y el juicio. Pero lo único que encontraron en el trabajo periodístico local fue puro sensacionalismo. Fue entonces cuando decidieron viajar a la ciudad de Christchurch para entrevistar a quienes fueron los vecinos, maestros y compañeras de clase. Hablaron con más de 40 personas, pero lo más impactante sucedió en la secundaria Christchurch Girls, el lugar donde Juliet y Pauline se conocieron. La directora de la escuela borró a las adolescentes de sus registros, en la biblioteca los anuarios disponibles solo estaban a partir de 1953. No existen fotos de Juliet y Pauline en ningún documento de la institución. Cuando los productores de la película visitaron a la directora del establecimiento: "¿Por qué no hacen una película sobre los alumnos de los que estamos orgullosos?", contestó furiosa. 

UN CUARTO MUNDO PROPIO

Ni Jackson ni Walsh querían contar esta historia en base a miradas ajenas que señalan y discriminan, por eso decidieron construir el relato a partir de la voz de una de ellas: Pauline Parker. El diario de Juliet no sobrevivió porque fue destruido por su padre. Director y guionista, y matrimonio puertas adentro, leyeron y estudiaron el diario de la adolescente que amaba dibujar caballos para entender cómo eran aquellas chicas que crearon un universo de fantasía, el "Cuarto mundo", para vivir juntas. Fue a partir de la primera lectura de esos escritos que dilucidaron la distancia que existía entre la imagen despiadada que dibujó la prensa y lo que en realidad eran las dos chicas de 15 y 16 años. Criaturas celestiales no es una película sobre el crimen sino sobre la amistad y el romance que existió entre Juliet y Pauline, entre los discos de Mario Lanza, los disfraces de reyes y princesas y los muñecos de arcilla que moldeaban noche y día para habitar la maqueta que transformaban en un planeta donde solo cabían ellas dos. ¿Es una historia de amor? ¿Qué es realmente el amor? ¿Que hayan cometido un crimen pone en duda o anula la pasión que sentían una por la otra? Claro que no: Jackson y Walsh separan al vínculo, representado de forma lúdica y vital, del terrible final. Poniendo el cuerpo en la piel de esas chicas y no en los ojos de quienes las observan con desprecio. La primera vez que los personajes de ficción, interpretados por unas desconocidas Kate Winslet y Melanie Lynskey, detectan que la otra no es una compañera más sucede a partir de un diálogo sobre heridas y cicatrices. "¿Puedo mirar otra vez?", le pregunta Juliet a Pauline en la clase de gimnasia. Pauline hace una mueca que rompe el gesto rígido de tristeza que caracteriza su rostro, y luego, desestimando su timidez, baja su media color tostado. La enorme cicatriz que ocupa la mitad de su pierna obnubila a su nueva compañera. "Es tan impresionante" ¿Puedo tocarla?", dice abriendo tan grande los ojos que pareciera que sus pupilas pueden escapar. "Yo también tengo cicatrices. En los pulmones". Pauline descubre en ese intercambio lleno de seducción que su pantorrilla puede no ser un defecto, sino una belleza singular. Consecuencia de las operaciones que sufrió por la osteomielitis que transforma a sus huesos en tiza. Ya no tiene que ocultar su pierna deforme, ni disimular su costado de monstrua. "La mejor gente tiene mal el pecho, o enfermedades en los huesos. ¡Es terriblemente romántico!", grita Juliet. Más tarde, Pauline se enamora de ella al verla parada sobre un puente, disfrazada de reina con un vestido blanco y dorado.

 Criaturas celestiales esquiva los dos estereotipos típicos y extremos de construcción de lesbianas en el cine: ni bombas sexuales 90-60-90, ni salvajes hombrunas y satánicas. Simplemente dos chicas que no poseen características físicas específicas, prefijadas por su identidad sexual. ¿Hubiera sido protagonista de tanta prensa amarillista este caso si el crimen más famoso de Nueva Zelanda hubiera sido cometido por dos personas que mantenían una relación heterosexual? Seguramente bastante menos. En Criaturas celestiales, estrenada en Nueva Zelanda justo hace 25 años, el 14 de octubre de 1994, Juliet y Pauline tienen sus propios códigos que nadie puede entender del todo. Ese misterio que Jackson y Walsh tanto respetan es lo que hace a esta película tan poderosa en su forma de narrar. No buscan responder los interrogantes que invaden las cabezas morales y chismosas de los espectadores que quieren ver detalles escabrosos. Tampoco actúan de abogados que quieren defender de algo a las adolescentes. Porque no hay lugar para jueces ni veredictos en este relato. Criaturas celestiales es una película tan movilizadora y sorprendente que al poco tiempo de su estreno saltó a la luz que la famosa escritora de novelas policiales Anne Perry era Juliet Hulme. En 1996, el periodista Chris Cooke, fascinado con la película, halló a la verdadera Pauline Parker, también con un nuevo nombre: Hilary Nathan. La bibliotecaria del pueblo donde vive, al sureste de Inglaterra, la describió como la lectora más voraz del lugar. Hoy Juliet y Pauline, o Anne y Hilary, viven a menos de 950 kilómetros de distancia. Tal vez alguna vez volvieron a verse, quién sabe. A Anne Perry le ofrecieron una y mil veces escribir, luego de publicar noventa policiales sobre asesinatos, la historia del crimen más famoso de Nueva Zelanda. En 2015, a sus 77 años, dijo que no piensa escribir sobre el crimen que cometieron porque ya se ha hablado lo suficiente. En estos 65 años se ha llevado el Caso Parker-Hulme al teatro, a la literatura y al cine, pero solo una obra lo hizo con respeto y humanidad: Criaturas celestiales