En la rotonda de la calle 51 comienza el chapoteo de zapatillas y borceguíes que imprimen en el barro las ganas de encontrarse. La Facultad de Humanidades es uno de los lugares destinados a cobijar una veintena de talleres repletos entre los que están el de Sexualidades; el de Lesbianismo; Bisexualidades; Pansexualidades y polisexualidades; relaciones afectivas y/o sexuales. La lista de temas habla tanto de goces como de temores, de deseos y de dificultades para habitar el mismo mundo que se viene creando con la marea feminista.
La ansiedad es tan intensa como la tormenta y las puertas cerradas no serán impedimento para quienes recién llegaron a la ciudad de La Plata: “Nunca entrar por un lugar normal ¿no?”, se escucha decir a una que espera su turno para entrar por un pequeño orificio en el enrejado. “Estamos haciendo cola para entrar por un agujero”, describe otra mientras pisa un pedazo de puerta para evitar mojarse las medias desde temprano.
Les talleristas deambulan de un lugar a otro hasta encontrar esa coincidencia deseable de poder formar un grupo y ponerse a debatir sobre sus vivencias cotidianas: identidades, cuidados, vínculos amatorios y goce son apenas una cata de toda esa efervescencia experiencial que circula por los talleres-pasillo: “Hagamoslo acá, pero busquemos a otres porque con ustedes hablamos siempre”, le dice Sofía a sus amigas, todas oriundas de Gualeguaychú, un poco perdidas en la marea pero con decisión de pensar con otres, que esa es la potencia del Encuentro.
Los pilotos entonces se convierten en lona para sentarse en el pasto y empezar con las charlas, en este caso de “Mujeres, disidencias y relaciones sexo y/o afectivas”. Lucia todavía no cumplió los 30, habla muy bajito, quienes están en la ronda estiran el cuello como tortugas: “Para mí, es fundamental ocuparse del cuidado en las relaciones, no nos enseñan a cuidarnos, nos enseñan a tener celos y a amar para siempre, pero lo del cuidado es algo que por ejemplo yo aprendo con mis amigas, ni siquiera lo aprendí en mi familia. Y después lo traslado a los vínculos sexo afectivos que son parejas, amantes o novies. Mis amigas son como la escuela de los cuidados”. Después de sus palabras se produce un silencio que deja suspendido en el aire los derroteros de las ronda hasta que alguien aplaude llenando a cuenta gotas el espacio de la interrogación introspectiva.
Intensificar el sentido de la escucha, visualizar quién está esperando para hablar desde hace rato e intentar no monopolizar la palabra son algunos de los pasos que componen la coreografía de los talleres.
¿Se puede normar la fantasía? Es una pregunta que circula en uno de los desdoblamientos del taller de sexualidades, en relación a esto se pone en tensión el rol de la pornografía hegemónica y el del posporno como una vía para no restringir la producción de fantasías y por el contrario incitar su estimulación. “La cosa no es porno sí o no, porque al final es caer una vez más en el encasillamiento que producen los pensamientos binarios”, dice Demi con su experiencia casi adolescente. Prefiere que le llamen con pronombre neutro. “Yo miro un montón de posporno, hay mucha producción y además tiene algo de lo casero, lo podés hacer vos misme y se contrapone al porno cis heterosexual y hegemónico”, concluye y la charla deriva hacia la no mercantilización del placer y la necesidad de comenzar a desarticular los mandatos que se aprenden en la profusión de imágenes del buen coger que se imponen en la pornografía en regímenes discplinadores que tienen los cuerpos en relación al goce.
“Educarse desde el autoplacer es revolucionario”, se escucha en otra ronda, esta vez sobre las infancias y la sexualidad. Allí se reconoce la dificultad para trasmitir a niños y niñas cuestiones relacionadas con la genitalidad y el placer. “Ya tienen sexualidad, es algo que ya está, que es así. No hay una hipersexualización de les niñes, lo que hay que ver es de que manera utilizamos las palabras para nombrar y que sepamos que estamos hablando de lo mismo”. Dice Juliana, mientras explica la importancia de la Educación Sexual Integral y específicamente de los modos de nombrar las partes del cuerpo. “Por ejemplo la vagina devenida en ‘cachufleta’, ‘chucha’, ‘chuchita’ etc, genera una dificultad a la hora de la generación de vínculos de reconocimiento entre niñes, en donde es fundamental que puedan saber que están hablando de lo mismo a la hora de experimentar su sexualidad”, dice esta educadora que entiende que nombrar devela el mundo y es uno de los aprendizajes fundamentales en la infancia.
El taller de lesbianismo tiene asignadas dos aulas que tampoco son suficientes para albergar la demanda que genera el pensar cuestiones relacionadas con los estereotipos y la multiplicidad de identidades lésbicas que tienen su germen en la frase de Monique Wittig “las lesbianas no somos mujeres”. Chelo, coordinadora, dice: “Puede haber tortas, transtortas, transbianas, lesbianas, mujeres lesbianas, lesbianas masculinas, lesbianas no binaries, lesbianas femeninas y así hasta donde cada una desee y quiera estar en relación a su identidad y después poder moverse también. Yo ahora me identifico como transbiana y antes fui una lesbianas chonga o masculina”.
En el grupo hay aproximadamente 50 talleristas que ocupan el vértice de un pasillo, formando una “L” de lesbiana en donde hay una parte que no puede mirar a la otra, pero el silencio se hace cada vez que alguien toma la palabra. Las lesbianas y el caudal, por momentos poético, de posibilidades de nombrarse que mencionaba Chelo tiene su principal fondeo en esa impronta fugitiva de la heterosexualidad, de allí se le da forma o deforma como si fuese hierro caliente a las múltiples maneras de vincularse, de diseñar los propios cuerpos, de habitar el goce, de pensar y repensar las violencias.
Los talleres en Humanidades fueron multitudinarios, en el desborde esta crónica puede recoger algo del aire o del barro, retazos pasados por agua de experiencias relacionadas con los cuerpos habitando un mundo que intenta modelar las formas de nuestros sentidos. La masturbación no es lineal, al orgasmo a veces se llega y a veces no, los modos de erotizarnos no acaban en la genitalidad ni empiezan en las relaciones de a dos, son tantos como los que puedan ser imaginados. Son fluidos y a veces estancos. Son frustrantes y a veces exitistas, por momentos tienen que ver con el amor y por momentos no. Es imprescindible que las relaciones sean consensuadas, se repite en casi todos los casos, que se pueda enunciar lo que a cada quien le gusta que no. “Que se pueda y disponer de nuestra autonomía erótica para enredarnos en el placer y no en nuevas formas de anquilosamiento del goce”, se escucha en uno de los pasillos y se aplaude en más de un taller y las palmas transmiten una empatía que excede a las palabras.
Frente a ese mundo que vigila los cuerpos, instruye los placeres, hace manuales que no dicen nada sobre otras erecciones posibles, aparece la tenacidad de quienes siguen escurriéndose con rebeldía de las nombras, aun temblando de miedo, muchas veces fallando, otras acertando y otras tantas celebrando que algo se devela y que el disfrute no es una utopía.