“Está bien percibirse de una manera ‘nueva’. Es como resignificar todo lo anterior. Me enteré de que había géneros posibles, y hay algunos con los que me identifico más”, comparte Nahuel Briones, quien no se está refiriendo a estilos musicales sino a la identidad de género. Y es que el cantautor porteño, apenas se enciende el grabador, pide que se respeten los artículos que usará en la entrevista por su identificación como persona no binaria. “La decisión la tomé hace más o menos dos años. El no haber hecho un asado de varones o ver un partido de fútbol con ellos, no me hizo sentir parte. Tampoco quería. Y eso me relajó”. Aunque esto no impactó, al menos por ahora, en el repertorio manufacturado hasta la fecha, que repasará este viernes 18 de octubre, a las 21 hs, en Teatro Xirgu - Espacio UNTREF (Chacabuco 875). “Las canciones viejas, inclusive las de los últimos discos, las sigo cantando igual. Pero me di cuenta de que hablo mucho de una segunda persona. Le hablo a otra persona. Siento que la posibilidad al sentarme a escribir de decidir el género que está hablando, me da libertad. Lo que más cambió, sobre todo, son los plurales”.

- ¿Pensaste en usar el lenguaje inclusivo?

- Por ahora no. Lo que me parece que genera el lenguaje inclusivo es, y con esto me refiero a lo estético, que se ponga el foco ahí. Cuando digo una palabra de esa forma, la nota vira a hablar sobre eso. Pero si no lo uso, nadie me lo pregunta. Más que no usarlo por necesidad, sentí que no quedaba bien en la música. Sin embargo, siempre intento hacerlo.

- Además de hacerse por primera vez fuera de Buenos Aires, lo que destacó de la pasada edición de los premios Gardel fue la importancia que le dieron a la identidad de género. Al punto de que Marilina Bertoldi ganó la estatuilla dorada y vos estuviste nominado.  ¿En algún momento sentiste que la organización se aprovechó de eso?

- Algo que me pasa con los premios, galardones o selecciones es que siento que no me afecta hasta que lo gano o lo pierdo. Con Fede Nicolau, que es mi socio, no nos importaba nada. Cuando se lo dieron a Louta, hubo tres minutos de silencio. Ahí nos dimos cuenta de que queríamos ganarlo. Aunque sé que estas cosas me sirven para mi carrera, conscientemente no me interesa.

- ¿De qué manera te sirvió?

-Desde tocar en festivales importantes hasta ganar premios, sirve para hablar de eso. Más que sentirme parte, me sorprendí. Siempre pensé que los Gardel fueron creados para Calamaro, Abel Pintos o la Bersuit, y ahí me encontré con Marilina y Sol Pereyra. Era un lugar lleno de gente amiga.

-En la categoría que competiste, “Mejor álbum pop alternativo”, también participaron otros protagonistas de la renovación musical que vive actualmente la Argentina como Juan Ingaramo, Ainda Dúo y Conociendo Rusia. ¿Esto reafirmó que formás parte de esta escena?

-No me siento parte de ninguna escena en particular. Y tampoco quiero formar parte de alguna escena en particular. Si me pongo a analizar los sectores en los que estuve durante los últimos 10 años, me doy cuenta de que pasé de uno más pop a otro más rock. No me interesa relacionarme desde un protagonismo de cartel.

- Nene minado (2018), tu último álbum y con el que estuviste en los Gardel, es tu trabajo más ecléctico hasta la fecha. ¿Dónde pusiste el hilo conductor?

- El hilo conductor fue el ritmo. A partir de ahí, empezaba a construir las armonías y las otras partes. Si bien hoy es mi disco preferido, la pasé mal mientras lo hacía.

- ¿Por qué?

- Lo tuve que hacer en muy poco tiempo. Gané la Bienal de Arte Joven (organizada por el Centro Cultural Recoleta), que me dio como premio la grabación de un disco. Pero tenía que entregarlo dentro de unos plazos. Estuve tres meses con toda la banda trabajando en el estudio. Bien a la vieja manera. Pasé por la desesperación de no tener ninguna idea, porque mi disco anterior salió 10 días antes. Son como hermanitos. Si bien Guerrera / Soldado (2017) tiene dos personajes discutiendo, al igual que sucede en toda relación, de pronto ésta se acaba y te preguntás quién tuvo la razón. Y me pareció que estaba bueno que hubiera una persona más para que mediara e hiciera una crítica a todas las fantasías del amor. Siempre hago primero la música, pero, como me di cuenta de que no iba a llegar a terminar las letras, también escribía cosas sueltas. Tenía un cuadernito en el que anotaba conceptos e ideas. Una vez que finalicé la música, compuse las letras. Salvo por el tema “Bailamos”, todo es una misma letra.

- En la primera canción del álbum, “Los nuevos monitores”, cantás: “No seas como el periodista de rock que odia a todos los humanos y ama a los perritos”. Invocando a Divididos en su tema “Paraguay”, ¿existe un nuevo periodista de rock que se muere por tocar?

- Apenas asumió Macri, hubo despidos en masa. Y no me acuerdo si era gente de ATE (Asociación de Trabajadores del Estado), que lanzó unas cañitas al aire, y lastimó a un perro, lo que se convirtió en noticia. Aunque había otra noticia que era que los delegados lo llevaron a curarse. Un periodista de rock importante habló de que eso no podía suceder, y dijo cosas como que eran unos vagos. Tiempo después, en Twitter, vi que compartió la foto de un perrito, y puso algo así como que “ellos también son seres. Ni uno menos”. Ahí pensé que esta persona odia a los humanos. Ante mi pregunta de a dónde se había ido el rock, me contestó: “Ya fue lo de derecha e izquierda”.

- ¿Qué significa “monitor” en este caso?

- El monitor, en el caso de la tele, te muestra la referencia de la realidad, porque no la es ni la fue. La canción la hice después de la marcha de la Reforma Previsional, y, como vi que ningún medio la trató me pareció que debía llamar la atención acerca de eso. A los siete años fui a ver a los Redondos a Racing. Fue el primer show al que fui, y me voló la cabeza. Al día siguiente, busqué el diario a ver qué foto salía y qué decían del show, y lo primero que pusieron fue un tema que no tocaron. Le dije a mi viejo esto, y me respondió: “Te acabás de dar cuenta de que todo lo que sabés en el diario es mentira”. Como artista, me parece importante no creer lo que las notas dicen de mí. Ni las buenas ni las malas.

- ¿Para qué das entrevistas?

- Por lo mismo de los premios Gardel: porque las necesito como artista. Sirve para hablar de cosas.

- Canciones como “Bases y condiciones” o “Ticket” aluden a términos basados en la sociedad de consumo, en la contemporaneidad y en el pop. ¿Fue intencional?

- ¿Sabes para qué sí me sirvió el disco? Para darme cuenta de que el disco era re pop alternativo.

- ¿Qué es para vos el pop alternativo?

- No lo sé. Los géneros también son fantasía. No lo siento con el disco anterior. Tiene sentido esa etiqueta.

- Las definiciones de la identidad de género también son muy parecidas a las de la música.

- Son muy parecidas…

- Tu manera de componer canciones está más próxima a la narrativa que a la poesía. Al tiempo que lo hacés en primera persona…

- Es un poco de todo. Me pasa que en las canciones nunca cuento experiencias mías sin exagerarlas o dramatizarlas. Si te pasa alguna anécdota fuerte en la vida, al contarla o delirarla te das cuenta de que en realidad no es tan loca.

- Ese delirio tiene sello a Leo Masliah…

- Si puedo pensar en algún maestro, como quién me enseñó a escribir, creo que ése sería Masliah. Por más que no hago eso. En una canción de tres minutos puedo llegar a meter 17 estrofas. Esa fluidez de las palabras la aprendí de él.

- Tanto en tu música como en tus letras hay mucha información. ¿Lo hacés para drenar o para exorcizar?

- Cuando escribo, siento que tengo para decir un montón de cosas. “Sailor Moon”, una de las canciones del disco anterior, habla de ocho o nueve cosas. Dice lo que pienso sobre la policía y la comunicación digital. Mientras que en “Los nuevos monitores” hablo hasta del calentamiento global. La escribí después luego de que nos reprimieran en la marcha de la Reforma Previsional. Volví llorando, y entendí frases de los Redondos como “Por las carreteras valladas escuchás caer tus lágrimas”. Son cosas que me llegan.

- Es la segunda vez que aludís a los Redondos, a pesar de que desolemnizás al rock. ¿Cómo convivís con esa paradoja?

- Ellos vivieron la iniciación del rock, e intuyo que lo viven como algo importante. Como supongo que debe ser para un chico de 14 años el trap. Crecí en los noventa con un rock fusionado con otras cosas, y a mí no me dice nada el rock solo. Sin embargo, no necesito estar en la misma vereda de los artistas que admiro. Hay cosas de David Byrne que me encantan, pero no soy fan de toda su discografía ni la de Talking Heads. Con los Redondos me emociono al escuchar sus canciones. Inclusive las que son rock and roll. Pero de King Crimson sí soy muy fan. Me hicieron crecer creyendo que me gustaba el rock progresivo. Luego escuché a otras bandas del género, y nada que ver. Sólo me gustaban ellos. Lo que no me banco es cuando un género define tu manera de comportarte.

- ¿Por qué te referís a tu forma de trabajo como “obsesiva”?

- No permito que quede nada, ni en la banda en vivo ni en un disco, que no sea como yo quiero. No tiene parecerse: debe ser así. Tampoco compongo nada, a menos que tenga que hacer algo puntual. Desde que salió mi último disco, compuse un solo tema.

- Si bien Nene minado es hoy tu mejor disco, previamente decías lo mismo de Guerrera/ Soldado. ¿Qué rescataste de ahí?

- Guerrera / Soldado fue un disco que hice para mí, que pensé que no le iba a gustar a nadie, y al que me entregué sin importar el resultado. Hice las canciones que quería escuchar. A partir de ese trabajo entendí que tenía que hacer lo que me gustara a mí.

- Si bien Pera reflexiva (2010) es tu disco debut, en realidad esa chapa se la terminaste poniendo a El cruce de los unders (2015). ¿A qué se debe?

- Es mi primer disco oficial porque lo anterior fue una especie de maqueta, por más que lo saqué y lo presenté. El cruce de los unders tardó cinco años en hacerse, trabajaron 50 personas, y me llevó mucho tiempo y plata hacerlo. Me llevó un laburo ridículo. Se iba a llamar Revolución esnob, pero ahí apareció Jorge Alvarez.

- ¿Cómo llegaste a él?

- Jorge había vuelto de España sin un mango. Se dio cuenta de que en la Argentina se le respetaba más a la gente grande que allá. Como nadie lo llamaba para producir discos, pensó que acá iba a tener un reconocimiento por lo que hizo. Llegó, le hicieron un documental y trabajó en la Biblioteca Nacional. Cuando fue a abrir una cuenta al banco, mi primo lo atendió y le preguntó si era el mismo Jorge Alvarez del disco de Pappo. El quiso ser encantador, porque mi primo es lindo, y se mandó. Entonces le dio Pera reflexiva, y Jorge le mintió y le dijo que le gustó. A partir de eso, organicé una cena, mi primo canceló y Jorge se molestó al enterarse. A pesar de que se portó de forma antipática, me preguntó si tenía algo nuevo para mostrarle, para justificar el viaje. Le mostré “Serenata”, de El cruce de los unders, y al escucharlo se disculpó. Le gustó, y me pidió que le mostrara más canciones. Ahí cambiamos la relación. Trabajé con él a cambio de taxis y comida.

- Considerando que fue el último disco que produjo, ¿cuál creés que fue lo que le legó?

- El logró que una banda desencantada se comprometiera con un proyecto. Vino a todos los ensayos durante un año, y le mostraba maquetas. Su influencia radica en la información que me dio, en cierta manera de escribir.

- ¿Sentís que trabajar con él te legitimó?

- No me abrió ninguna puerta, sino que me enseñó a ser más exigente conmigo. Nunca laburé con alguien que estuviera tan enfocado en las letras, porque él daba por sentado que la música tenía que ser buena. Cuando le di el disco a Charly, en la puerta de Canal 7, mientras lo agarraba le dije quién lo había producido. De pronto, me miró y me devolvió: “¿Jorge Alvarez? Muy bueno”. Y se fue. Cambió mi manera de ver las cosas, y me hizo entender que hay confiar en lo que sentís.

- ¿Cómo vivís este momento de reconocimiento? Mucha gente te acaba de descubrir, tras 10 años de carrera solista.

- No creo que no pasara antes. Lo que sucedió es que periodistas y programadores pusieron más el foco en lo que hago. El público fue creciendo por el boca a boca. Más que entrar en un circuito, lo que siento es que ese circuito no tuvo más remedio que aceptarnos.

Imagen: Jorge Larrosa.

 

La alianza con Paula Maffía y Lucy Patané

Si bien Briones fue parte de los proyectos en solitario de artistas como Diego Frenkel o Antonio Birabent, su carrera tuvo se expandió aún más a unir fuerzas con Paula Maffía. “No se me vincula con Paula. Estamos vinculados”, deja en claro cantautor en su hogar, instalado en Parque Patricios, su barrio natal. “Compartimos un festival en el que tocaba Las Taradas, y pegamos onda. Tiempo después, tenía un show importante en el Caras y Caretas de San Telmo, y por un malentendido o algo así dos de sus músicas no podían ir. Nos escribió a Lucy (Patané) y a mí, nos contó lo que pasó, y nos juntamos. Armamos algunos temas en plan acústico, y al día siguiente surgió la idea de ensayar una parte eléctrica para llevar adelante un show que pasara por todos los formatos. La intención era hacer sólo esa función, y, más allá de que estuvo bueno, fue llamativo ver a una banda que mutara tanto. Desde entonces, hace ya cuatro años, que estoy tocando en su banda. Una de las cosas que aprendí con ella fue la idea de que en la música hay que dejar la vida. Los tres coincidimos en eso, por eso creo que generamos algo más que una amistad. Siempre nos culparon por ser manijas en nuestros proyectos. Y salir de gira con ella es una experiencia. Más allá de su condición física o emocional, pareciera que es el último momento de su vida”.