Esta semana el Fondo Monetario Internacional dio a conocer su pronóstico de crecimiento para la economía mundial: 3%, el ritmo más bajo desde la crisis de 2008. En 2020 casi todos los países van a estar peor que el año pasado.
Hace tiempo que, al menos en lo que concierne a la Argentina, en cada informe deben justificar por qué todo fue un poco peor de lo que esperaban. La novedad es que ahora buena parte de sus recomendaciones están siendo aplicadas y los resultados saltan a la vista. No sólo por los índices de pobreza y el aumento de desempleo local, sino por lo que está pasando en países vecinos, como si se tratara del adelanto de una película con varias sagas.
El pueblo de Ecuador se volcó a las calles hace ya más de dos semanas para rechazar un plan de ajuste diseñado por Lenin Moreno y el FMI. Lograron, con el protagonismo del movimiento indígena organizado, convocar a una huelga general en la que participaron el Frente Unitario de Trabajadores, organizaciones de mujeres y estudiantes y que fue clave para lograr que el gobierno diera marcha atrás con el decreto 883 que daba forma a lo que apodaron #paquetazo.
Combustible al fuego
El primer catalizador de las protestas fue, como el año pasado en Francia, el aumento del precio de los combustibles, que rápidamente se traslada a todos los productos de la economía. Como respuesta, el 3 de octubre se anunció un paro de transporte y las comunidades indígenas, sobre todo las de la zona de la selva, emprendieron una marcha a pie hasta Quito a la que fueron sumándose otros sectores.
Si en los años 2000 los conflictos habían sido principalmente por el territorio, por los desplazamientos provocados por los proyectos de megaminería e hidroeléctricas que querían hacer uso de las tierras de las comunidades, ahora se suman los ajustes estructurales del neoliberalismo más parecido al de los años noventa cuyos resultados afectan a toda la población que no es rica. En sus comunicados, la CONAIE (Confederación de Comunidades Indígenas del Ecuador) informa que se moviliza contra las medidas económicas y también contra la agresión a los territorios.
Cuanto más masivas se hicieron las protestas, más se agudizó la represión. Estudiantes de medicina montaron guardias para atender heridos e hicieron un abrazo a la Casa de la Cultura, con sus ambos puestos, para evitar que ingresara la policía y desalojara la toma pacífica a la espera de una respuesta del gobierno. En las redes lo llamaron la barrera del amor. Reclamaban no sólo contra el ajuste y los desplazamientos sino también por lxs presxs políticxs de los últimos días, por la muerte de más de 6 personas durante las movilizaciones, 937 heridas y 1121 detenidxs, según información proporcionada por la Defensoría del Pueblo.
Violencia es hambrear al pueblo, contestaban ante las acusaciones de los medios oficialistas. Hemos apelado a protestas pacíficas, pero si nos reprimen y nos violentan, no nos vamos a quedar de brazos cruzados, explicaron en cada una de sus conferencias de prensa. Se cortó la señal de canales opositores y los principales servidores de internet, uno de ellos público y bloquearon las transmisiones en vivo en las redes sociales que registraban los abusos policiales en directo, según documentaron el sitio Netblock y un informe del diario colombiano El espectador. A pesar de declarar el toque de queda, el gobierno no logró frenar la huelga general: ¡No al paquetazo!¡Basta de neoliberalismo!, decían los carteles que inundaron la capital.
Patriarcado, racismo y colonialismo: un sólo corazón
Los discursos clasistas, racistas y patriarcales no tardaron en mostrar su alianza histórica. Grupos empresarios compartieron comunicados pidiendo la militarización del país. Junto al toque de queda, Moreno anunció la militarización de la ciudad de Quito y recibió el apoyo de Piñeira, Guaidó y de la Organización Estados Americanos
Hubo marchas de mujeres, de estudiantes, hubo concentraciones en embajadas de todo el mundo. "Esta unidad de warmis (mujer en quichua) es una unidad plural, donde está el campo y la ciudad, expresando un 'no' al paquetazo, en rechazo a la violencia", dijo una manifestante durante la marcha el 12 de octubre, día de la Resistencia Indígena.
El gobierno debió dar marcha atrás con el decreto y la CONAIE aceptó una mesa de diálogo. 500 años de opresión hierven en la sangre de los pueblos que, a pesar de haber sido reconocidos en la constitución de 2008 en el Estado Intercultural y Plurinacional, reclaman no ser consultados ni escuchados. Siguen obligados a pelear hasta la muerte para ser oídos. “Frente al insulto, frente a quienes nos dicen terroristas, vándalos, reivindicamos nuestro orgullo indígena, nuestras lenguas originarias, nuestra cultura y relación con la tierra. La represión viene a romper la comunidad, a romper los lazos que nos unen. Pero estos hechos están generando una solidaridad nueva, histórica”, comentaba Sofía Lanchimba, estudiante de Doctorado y una de las organizadoras de los “plantones” frente a las embajadas en todo el mundo.
El costo final a pagar por enfrentar de lleno al neoliberalismo todavía no se conoce. Apenas anunciada la revisión del decreto, comenzaron las detenciones arbitrarias y la persecución a líderes opositores. Paola Pabón, prefecta de Pichincha, fue detenida en su casa en la madrugada del lunes. Gabriela Rivadeneira, ex presidenta de la Asamblea Nacional, tuvo que pedir asilo a México por amenazas constantes. El mismo día detuvieron a Pablo Del Hierro, cura de la Iglesia de los pobres, a quien se acusa de apoyar y dar asilo a “insurgentes”.
Más allá de las metáforas
Las derechas continentales alineadas siempre con las recetas ortodoxas de organismos internacionales como el FMI intentan cambiar de ropaje pero repiten siempre la misma cantinela: reformas estructurales con la excusa de aumentar la productividad. La reducción de la desigualdad se menciona, no casualmente, en un segundo lugar. Lo que sus documentos fieles a la doctrina neoliberal jamás harán es asumir la conexión entre las políticas que recomiendan (y obligan) a aplicar y los resultados. Hablan de desaceleración sincronizada y perspectivas precarias “de la economía”, como si la precariedad pudiese portarse en algo que no sea un cuerpo que siente, protesta, resiste.