Es un parteaguas en la historia argentina moderna. Y no fue tanto por la cantidad. Algunos hablan de 500 mil, otros de más de cien mil. La derecha se había movilizado semanas antes y había reunido cerca de 200 mil personas que marcharon de Congreso a Recoleta. El 17 de octubre fue masivo , no importa si más o menos que otros, y además hubo antes numerosas manifestaciones obreras, no fue la primera. Pero tuvo rasgos que la destacaron. La clase obrera se movilizó, ya no por un reclamo gremial, sino para disputar poder político. Fue su irrupción irreversible en la disputa de poder político. Salió a pelear su espacio como clase que hasta ese momento estaba excluida del sistema político. Tampoco surgió de la noche a la mañana ni fue el resultado de un liderazgo mesiánico, sino la consecuencia de un proceso de crecimiento y de grandes conquistas sociales de los trabajadores.
De los cuatro coroneles que lideraron el GOU que dió el golpe del '43, había dos con mayor influencia en la tropa: Emilio Ramírez, nacionalista de derecha, filo-nazi y Eduardo Avalos, muy relacionado con el radicalismo. Es lo que se puede inferir por el derrotero de ese gobierno entre el 43 y el 45. El Grupo de Oficiales Unificado no era homogéneo según la imagen que da la mayoría de los historiadores. Esa heterogeneidad determinó todos los conflictos internos que sufrió. De los otros dos coroneles, Enrique González, se alineaba también con el nacionalismo católico, y Juan Domingo Perón tenía una posición más pragmática. De hecho, no tuvo cargos importantes en la distribución inicial del poder.
Al principio primaron los filo—nazis y nacionalistas católicos con la presidencia del general de Pedro Pablo Ramírez. Ese gobierno prohibió a la CGT N°2 integrada por socialistas, comunistas y sindicalistas revolucionarios. En ese sector del GOU había una línea reaccionaria antisindical, lo que obligó a dirigentes de la CGT prohibida, con muchas dudas y desconfianzas, a tantear contactos y posibles aliados dentro del grupo castrense. Así, encabezados por el socialista Angel Borlenghi, del gremio de Comercio; Francisco Capozzi, de la Fraternidad, y Juan Atilio Bramuglia, también socialista y dirigente de la Unión Ferroviaria, hicieron contacto con los coroneles Juan Domingo Perón y Domingo Mercante.
Mientras Ramírez y Avalos se respaldaban en sectores castrenses. Avalos era jefe del Primer Cuerpo. Perón y Mercado tendían puentes con sectores del movimiento obrero. Así, se creó la Dirección Nacional del Trabajo, y Perón la encabezó. Nadie le dio importancia, no era un lugar estratégico en la disputa del poder. Un mes después, se había transformado en Secretaría.
El movimiento obrero tenía un programa de reclamos históricos y esa alianza de militares y sindicatos avanzó en el cumplimiento de esas reivindicaciones: se decretó la indemnización por despido a los trabajadores de todas las ramas de la producción; dos millones de personas fueron favorecidas con la jubilación; se sancionó el Estatuto del Peón y el Estatuto del Periodista, se instalaron los convenios colectivos de trabajo que involucraron a más de tres millones de trabajadores. Y muchas otras medidas que modernizaron y humanizaron las relaciones de trabajo en Argentina.
Cada una de esos logros significó un mazazo al viejo país oligárquico de patrones omnipotentes y relaciones laborales de servidumbre. La figura de Perón creció, así como el resentimiento de los grupos del poder económico afectados. El movimiento obrero sufrió rupturas, muy influidas por el escenario internacional, pero la mayoría comenzó a confluir alrededor de la nueva secretaría de Trabajo.
En ese marco, la composición del GOU facilitaba la duda o la confusión, ya que podía perfilarse como expresión del fascismo europeo o como equivalente de los movimientos populares que surgían en México, Bolivia, Brasil, Nicaragua y otros países de América Latina. Parte de las izquierdas también calificaron de fascistas a esos movimientos, como el del mexicano Lázaro Cárdenas.
Los enfrentamientos internos en el gobierno
militar se sucedieron mientras crecía Perón, hasta que se pusieron de acuerdo para echarlo como reclamaban los partidos tradicionales más la oligarquía y las patronales. El secretario de Trabajo había perdido respaldo en la interna militar.
Perón había podido anular la ley que limitaba a los sindicatos, lo que había disparado su crecimiento, afiliando masivamente a los "nuevos" trabajadores, aquellos que estaban migrando a la ciudad desde el interior del país, los que serían bautizados como los "grasas" y "cabecitas negras" por las clases medias y altas.
En la historia se ha presentado al gobierno militar como un bloque pro-nazi homogéneo pero en dos años cambió tres presidentes. Inclusive Avalos le ofreció en un momento la presidencia a los radicales.
También se ha presentado al 17 de octubre de 1945 como un acto convocado por el liderazgo de Perón. Pero ese liderazgo se basaba en la defensa de los intereses de los trabajadores. La movilización de las bases obreras, espontánea y sin recursos, fue en defensa de sus intereses.
La clase obrera no reaccionó el 17 de octubre en defensa de un liderazgo mesiánico o predestinado. Ese liderazgo había sido construido paso a paso y de manera genuina al concretar esas reivindicaciones históricas que habían sido frustradas con fuertes represiones y habían costado la sangre, la cárcel y la vida a cientos de luchadores populares.
Aunque obviamente Perón es la persona más importante de esa historia, el sujeto real que la promueve y la gesta es la clase obrera. Los movilizados representaban a los millones de obreros que estaban condenados a un trabajo esclavo y una vida miserable pero que con Perón habían logrado torcerle el brazo a la vieja Argentina oligárquica.
Los liderazgos populares que se sostienen en el tiempo, como fue el de Perón, no surgen de la demagogia típica de los viejos conservadores, esos sí “populistas” más que populares. La diferencia está en que las medidas sociales que tomaba Perón no eran en forma ni contenido, concesiones graciosas del patrón al trabajador, como hacían los conservadores. Toda la legislación laboral de Perón se basó en reconocer al trabajador como sujeto de derecho, en un plano de igualdad. El motivo de la lealtad popular histórica con esos liderazgos no tiene misterios ni razones mágicas.