¿Será por su melodía sencilla y atrapante? ¿Quizás por su cadencia de carnaval? ¿Tal vez porque su resople tanguero disimula la estridencia militar original? ¿Acaso porque estuvo prohibida durante casi 30 años y por eso se convirtió en himno de resistencia? ¿O porque, en definitiva, nos hace cantar para que reinen en el pueblo el amor y la igualdad? Exactamente 70 años después de haberse hecho oír en público por primera vez, la Marcha ya no le pertenece al peronismo: a esta altura forma parte del activo cultural y popular.

Pensador y orador, Perón dejó muchas frases y libros, aunque la Marcha Peronista (que en realidad se llama Los muchachos peronistas) terminó siendo más evangelizadora que Las 20 verdades y todas sus sagradas escrituras. Seguramente el General se haya preguntado muchas veces cómo fue que el registro verbal más emblemático de su ancho movimiento no haya salido de su boca. La respuesta, una vez más, está en el foclore popular.

Por todo esto es que nunca podrá ser enteramente comprendida solo desde la discusión política partidaria. Se convirtió, sin más, en patrimonio de la humanidad. Así lo muestran ejemplos a lo largo del tiempo. Y más que nunca en esta actualidad millennial y posmoderna, donde una artesanía viral nos hizo creer que David Guetta la bandejeó en el multitudinario festival belga Tomorrowland. Finalmente se supo que en realidad era un versión creada 7 años atrás, con el nombre de The club can’t handle Perón, por Matías Parkman. Un youtuber tan argento como Hugo del Carril que el año pasado detalló en uno de sus videos: “Agarro, miro fachos y comento cosas arriba”. Tal como hizo con el lenguaje inclusivo, la corrección política y la ideología de género. ¡Justicia social 2.0, compañeres!


Las versiones remixadas y circuladas son numerosas, ingeniosas y sorprendentes: desde la letra mashupeada con la base de Get Back de Los Beatles , y el video de ellos tocándola en la terraza de Apple en enero de 1969, diez años después del estreno de la Marcha; hasta un trap con efecto vocoder y dedicatoria al ”gran amigo Javier Milei”; pasando por el interesante laburo tecnotrónico que la DJ de Hurlingham Nina Beats hizo bajo el título Les muchaches .


También hay expresiones que no vinieron desde la aspiración artística sino por abajo, desde el barro. Como la hinchada de Banfield vociferando la Marcha justamente en un partido ante el Boca del macrista Daniel Angelici, como protesta por la insólita prohibición de la Agencia de Prevención de Violencia en el Deporte –el organismo de pomposo nombre e ineficaz accionar manejado por el gobierno bonaerense–, quien le prohibió el ingreso al estadio de bombos y banderas con la cara de Evita . O los vendedores ambulantes senegaleses que en las calles de La Plata se la cantaron a la policía que pretendía confiscarles los productos que comercializaban en las veredas.


Los muchachos peronistas fue cantada en público por primera vez de manera oficial el 17 de octubre de 1949 en la Casa Rosada por Hugo del Carril. El tanguero fue su intérprete más célebre pero no su creador. Es que su verdadero autor… es desconocido. O al menos eso se dice para resumir en una frase las imprecisas teorías sobre un origen confuso y contradicho.

Algunos aseguran que está “inspirada” –un eufemismo– en la fanfarria de un club de Barracas. Otros agregan que tiene que ver con el cántico de un grupo de empleados gráficos. Y están también los que señalan que ese sonido canyengue viene de recitados que circulaban en la época dorada de los carnavales argentinos por la zona de la Boca.

Sin embargo en los registros de SADAIC la canción aparece como anónima. Algo similar a lo que ocurre con cierto imaginario popular según el cual la Marcha se configura entonces como una especie de palabra revelada por un profeta desconocido. Esa lectura es también parte de su mística.

Mística, por cierto, que se genera con tan sólo cinco tipos cantándola juntos a voz pelada. Y lo mismo con una sola persona entonándola en silencio, para sus adentros… hasta emocionarse repitiendo “un grito de corazón”. Contiene la Marcha proclamas cautivantes para todo aquel que tenga la sangre caliente. Y que se ubican por encima de colores e ideologías. Son ideas sencillas, humanas, universales. Malversadas, a veces, como todo lo inocente. Banderas que flamean con las altas sensibilidades. Es la realidad efectiva. La más maravillosa música.