Dos estrenos de obras de compositores argentinos propone la Orquesta Sinfónica Nacional para el concierto del viernes 18 a las 20 en el Centro Cultural Kirchner. Bajo la dirección de Pablo Boggiano, el programa del máximo organismo sinfónico del país incluirá en la primera parte el estreno absoluto de Exodus para tres violoncellos y orquesta, de Fabián Pérez Tedesco, con la participación de Eduardo Vassallo, Jorge Pérez Tedesco y José Araujo como solistas, y el estreno americano de Encuentros, para bandoneón, violoncello y orquesta, de Daniel Binelli. El bandoneonista será además solista junto al mismo Vasallo. El programa se completará con el Concierto para orquesta de Bela Bartok, obra cardinal de la primera mitad del siglo XX y testamento espiritual del compositor húngaro exiliado en Estado Unidos.

Entre los ninguneos oficiales y la fortaleza de su tradición, el caso de la Orquesta Sinfónica Nacional resulta paradójico. Por un lado, sufre desde hace tiempo un abandono por parte de la Secretaría de Cultura de la Nación, de la que depende. Por el otro, fue recientemente reconocida con un premio Konex de Platino como mejor orquesta argentina de la última década, que es el máximo galardón al que un artífice de la “música clásica” puede aspirar en este lado del mundo. Es cierto además que los magros sueldos (es una de las orquestas peor pagas de la actualidad) han promovido el éxodo de músicos de gran valor en busca de horizontes más favorables, del mismo modo que las drásticas reducciones presupuestarias han comprometido la posibilidad de contar con un mayor abanico de solistas y directores invitados.

 Sin embargo, la temporada sigue adelante, con programas variados y buenas actuaciones, y el favor de un público que también para el concierto de esta noche agotó las entradas que se entregaron a través del sitio del CCK. Como toda la temporada de la Sinfónica Nacional, también este concierto será transmitido, a partir de las 19.50, por Radio Nacional Clásica (FM 96.7 o http://www.radionacional.com.ar/nacional-clasica/ ).

Dos estrenos y la interpretación del Concierto para orquesta de Bartok dan cuenta de que, a pesar de todo, la Sinfónica Nacional no renuncia a sus aspiraciones. La diáspora podría ser lo que de alguna manera une a las tres composiciones en programa. La de Bartok, escrita en Estados Unidos en 1943, es la obra de un músico enfermo y melancólico, prácticamente desconocido en el país extraño al que lo obligó su suerte. Eso se refleja en la variedad de climas que articulan un discurso que, en su fragmentariedad, alterna elegías y estallidos. En el final, o como una manera de explicar la vida que se va, un movimiento frenético en el que hasta puede escucharse, “hungarizado”, una cita de “El cumbanchero”, tema cubano muy popular por entonces. Pérez Tedesco, por su parte, compuso su Exodus pensando en los terribles flujos migratorios de la Europa de los últimos años, las bíblicas imágenes de personas escapando de las guerras.

En este panorama, la obra de Binelli apela al tango como lengua franca, a la posibilidad de un idioma universal. Encuentros tiene que ver con la relación que el compositor establece entre los solistas, pero también la manera en que se da la conjunción de lenguajes: el de la orquesta de la tradición europea y el tango, acaso hijo inmigrante de esa tradición. “El tango es música ciudadana, y hoy en todo el mundo las ciudades son lugares encuentros y de tensión continua”, explica Binelli a Página/12. “En las ciudades modernas prevalece una humanidad que se expresa con vehemencia, con actitudes extremas, en las que sin embargo no se renuncia a la ternura y al amor”, agrega el bandoneonista. “La entrada de Encuentros es un gran tango donde el violoncello asume un papel importante”, detalla el músico y agrega: “El movimiento central es el más extenso y dialogado, y en el final irrumpe una especia de candombe, la elaboración rítmica de esa complejidad, si se quiere, que es una vez más el reflejo de las ciudades que nos toca vivir”.

Como en gran parte de la música de Binelli compuesta para orquesta, el tango es el sustrato desde el que se proyecta una modernidad particular. Como quien no puede -ni quiere- despegarse de recuerdos queridos, su estilo es el destilado de las lecciones de Osvaldo Pugliese y Astor Piazzolla, dos de las etapas importantes de su carrera, abiertas a una actualización. “El tango está en la base de mi formación como músico y, en definitiva, también como persona. Compongo desde los 13 años, primero de puro intuitivo; después tuve el enorme privilegio de entrar en la orquesta de Pugliese, que nos mandaba a estudiar para que seamos también compositores y arregladores. Él tenía muy clara la síntesis de lo que quería, cómo tenía que sonar su orquesta. Más tarde, Astor Piazzolla me convocó para el Sexteto New Tango y ahí comenzó otra historia”, recuerda Binelli.

El año pasado, Binelli estrenó en la Argentina su concierto Ciudad caliente, para grupo instrumental y bandoneón, violín, violoncello y piano, junto a la Orquesta Nacional de Música Argentina Juan de Dios Filiberto, una obra que por expresividad se inscribe en la misma línea de Encuentros. “Ambas pertenecen a mi producción de los últimos años, a esa idea de escribir música para orquesta. Después de ser parte del sexteto con Piazzolla, me dediqué mucho a tocar su música sinfónica por el mundo. Ahí comprendí que había un espacio importante para proyectar al tango, que hacía falta repertorio sinfónico con esas características. Así fue que seguí componiendo y estrenando, tocando también como solista”.

Alma iluminada, para bandoneón, órgano y orquesta de cuerdas, comisionada por la Catedral de Connecticut; Contrabando, para piano, bandoneón y orquesta escrita para la Orquesta Sinfónica de Puerto Rico; Tres movimientos concertantes, para bandoneón y orquesta, nacida de un encargo de la Orquesta de la Tonhalle de Zurich: estas son algunas de las obras que Binelli produjo a partir del desarrollo “concertante” del tango.

Música de Buenos Aires, la define Binelli. “Con un aderezo importante, que son la orquesta y los solistas”, agrega. “Sigo viviendo esta profesión como cuando estaba con Pugliese. La mía es una vida de músico itinerante, de aquí para allá, a veces mejor, a veces peor. Siempre yirando y tocando. Y así quiero seguir, hasta que el cuerpo me diga basta. Cuando ya no pueda tocar, seguiré con la pluma. Después de eso, no me quedará otra que tocar el arpa”.