¿Por qué le habrán puesto oculto si el destino original es oscuro? Más allá de este nuevo ejemplo de “traducción” incomprensible del título de base, lo cierto es que los robots del futuro dispuestos a la aniquilación de humanos que lo ignoran todo acerca de su ventura están de regreso. En tiempos de sagas extensas (algunas interminables y tan poco gustosas como chicle masticado durante horas), de universos cinematográficos que se amplían, hibridan, colisionan, fraccionan y colapsan para volver a nacer, no resulta extraño que la creación original de James Cameron, todo un hito del cine de los años 80, esté nuevamente en las pantallas de cine. Tampoco que el guion de esta nueva incursión en la superacción emparejada con el sci-fi ignore olímpicamente todo lo ocurrido después de la secuela original de 1991, lo cual podría ser justificado por algún bucle temporal o la existencia de infinitas realidades paralelas. Al fin y al cabo, las paradojas e ironías temporales forman parte indistinguible de las cinco entregas cinematográficas previas y de la dispensable serie de tevé Las crónicas de Sarah Connor. El film del realizador Tim Miller, que tendrá su estreno local el próximo jueves 31, un día antes que en los Estados Unidos, deja de lado La rebelión de las máquinas, el Génesis y La salvación –el trío de largometrajes estrenados en el nuevo milenio– para retomar la historia de El juicio final veintipico de años más tarde, con un Schwarzenegger parado de nuevo en el lado luminoso de la fuerza y una galería de seres (humanos y de los otros) llegados desde el futuro en son de paz o todo lo contrario. El propio Cameron, nuevamente en control de la franquicia como productor, declaró hace algunos meses que el concepto de este nuevo reinicio muy posiblemente tenga la estructura de una trilogía. Destino oculto sería así el primer capítulo de una reencarnación que intenta atraer a la audiencia de los films seminales (la melancolía cultural goza de excelente salud) al tiempo que lanza su canto de sirena hacia los oídos de una nueva generación de espectadores.
The Terminator (así, haciendo orgullosa gala de su artículo definido), largometraje realizado con un presupuesto moderado pero cuyo enorme poder de influencia nunca le hizo sombra a su eficacia narrativa y creatividad, fue estrenado en los Estados Unidos en octubre de 1984 y logró convertirse en un clásico instantáneo de la acción ochentosa. Treinta y cinco años más tarde, los rayos azules vuelven a quebrar la fibra espaciotemporal para dejar pasar a los viajeros del futuro, punto de inflexión para un relato que regresa a los placeres físicos de la persecución sobre ruedas, la lucha mano a mano y los disparos de las armas de fuego más aparatosas. Terminator 6 (o Terminator 3, si se adhiere a la nueva lógica cronológica) es apenas el segundo largometraje como realizador de Tim Miller, a quien le bastó el batacazo de Deadpool para hacerse con el cetro del joven talento hollywoodense. En una entrevista con el medio especializado Variety, realizada durante los días de la Comic-Con, Miller hizo una afirmación que pone de relieve la importancia de los roles femeninos en esta nueva entrega, algo evidente desde los afiches promocionales. “Quiero ofrecerle al público una historia sobre Sarah Connor y los nuevos personajes y hacer que todo lo demás se vea de la manera más realista posible. Quisiera sentarme entre la audiencia y creer que todo eso que se ve en la pantalla podría estar ocurriéndome a mí. Siempre he pensado que las historias que incluyen mujeres que toman las armas son más interesantes que aquellas en las cuales son los hombres quienes lo hacen. Las películas de Cameron están enraizadas en la realidad, en los personajes y, casualmente, contienen viajes temporales y robots. Yo estoy cableado de la misma manera.” En realidad, todo eso es algo que Cameron moldeó con sus propias manos al provocar en Sarah Connor una reconversión total, de prototípica dama en apuros –una simple mesera convenientemente ayudada por un joven y experto luchador del futuro– en 1984 a heroína que patea culos y otras partes de la fisonomía robótica, además de madre dispuesta a todo con tal de salvar a su hijo y, por ende, el destino de la humanidad, en Terminator 2 .
Super potencia narrativa
No fue la única transformación ocurrida durante ese período: el director de Titanic, uno de los más firmes impulsores de la incorporación de los efectos especiales digitales en aquellos años pioneros, pasó del puro uso de técnicas mecánicas y de maquillaje, cortesía del gran Stan Winston, y del tradicional diseño de maquetas en Terminator, a la utilización extensiva del CGI en la secuela, una auténtica bomba visual en el momento de su estreno. Y también hoy mismo. Al margen de los cambios tecnológicos y mojones en el mundo de los fx, lo más destacable de los dos films dirigidos por James Cameron es la potencia narrativa, esa marca de toda gran película, la prueba de su resistencia al paso del tiempo. El Terminator malo y el Terminator bueno son primos hermanos del King Kong de 1933. No hay paradigmas tecnológicos que puedan torcer su verdadero y nada oculto encanto: el hecho de ser historias que pueden ser vistas y escuchadas una y otra vez, como si fuera la primera vez. “Nos juntamos con Jim (Cameron) y el productor David Ellison para hablar sobre un montón de posibles ‘qué ocurriría si…’”, escribe Tim Miller en las notas de producción distribuidas a la prensa internacional. “Discutimos si la historia debía tener lugar en el presente, en el pasado o en el futuro. Si debía centrarse en Sarah o en John. Todos imaginamos que la película debía ser una suerte de transferencia hacia personajes nuevos, pero queríamos continuar con esa estructura de ‘trinidad’ que consiste en tener a los cazadores, los protectores y las presas”. Esa decisión de base, que luego sería estructurada y plasmada en el guion –escrito a seis manos por el experimentado David S. Goyer (Blade, Batman inicia), Justin Rhodes y Billy Ray (Los juegos del hambre)–, remite directamente y sin fisuras al modelo de la película original. Al momento de publicación de esta nota Terminator: Dark Fate todavía no ha disfrutado de su premiere mundial ni de la pasarela alfombrada de rojo, pero los veinte minutos que sí se han hecho públicos como avance para el periodismo especializado y los seguidores confirman esa lógica de regreso a las fuentes.
A tal punto que el comienzo de la reluciente Terminator, luego de una placa que indica la localización geográfica donde tendrá lugar la acción –la ciudad de México; en realidad, locaciones madrileñas y de Murcia–, vuelve al grado cero, al punto de origen. Por supuesto que ahora, signo indiscutible de los tiempos, el cuerpo desnudo ya no es el de un hombre forzudo, forjado durante horas y horas de práctica fisicoculturista, sino el de una mujer. El viento es similar, la tormenta electromagnética también. Lo mismo la necesidad de alguna prenda para cubrir la desnudez. La canadiense Mackenzie Davis es Grace, una humana del futuro “aumentada”, según su propia definición, una experta en las artes de la guerra retocada aquí y allá con mejoras cibernéticas. Una cyborg a la inversa. Y la principal responsable de defender la vida de Dani Ramos (la colombiana Natalia Reyes, vista hace poco en Pájaros de verano, de Ciro Guerra y Cristina Gallego), otra chica común y silvestre, empleada de una gran fábrica, que de golpe y porrazo se ve amenazada por un implacable y aparentemente indestructible asesino llegado del futuro. La otra tormenta con sorpresa, suerte de huevo kinder letal, se da en el patio de la casa de Dani. Un Rev-9, el modelo más avanzado de “terminador” (Gabriel Luna), capaz de imitar hasta el más mínimo detalle cualquier tipo de fisonomía y el poder de duplicarse a demanda, cae en el presente para llevar a cabo su misión. Lo que sigue es la primera y extensa secuencia de acción, primero en la factoría y luego en la autopista, y su patrón es nuevamente el instalado por Cameron en el film original, aunque llevado a una escala mayor, bombástica. Sobre el final del paseo, la mismísima Sarah Connor (Linda Hamilton de regreso en la saga, por primera vez desde T2) aparece sobre la ruta para ayudar a las presas y a su protectora. La iconografía inmediatamente reconocible, el guiño al espectador, se hace presente con la famosa frase “I’ll be back”, esta vez pronunciada por la madre del celebérrimo John Connor, quien también se pasea en la película de Miller, junto con un nuevo T-800 interpretado por Arnie, un cyborg que se quedó en el pasado (nuestro presente, claro) y, a fuerza de constancia y voluntad, se fue haciendo un poco más humano. Además de pintar arrugas y canas. ¿Sueñan los robots con hacerse viejitos en un lugar tranquilo y soleado?
Inteligencia artificial
Terminator: destino oculto está pensada, en cierta o en gran medida, desde la lógica del festín para los fans, aunque todavía está por verse si la imaginación y las novedades terminan venciendo en la batalla o el fanservice se adhiere a todas las superficies narrativas como una masa de líquido pegajoso. Para Miller, “las dos primeras películas tratan sobre los intentos por detener el día del juicio final y el ascenso de las máquinas. Esta película también trata sobre lo mismo, porque lo que descubre Sarah al final de T2 es que sus acciones deberían haber detenido el día del juicio, pero eso no ocurrió. Y lo que descubrimos en esta nueva película es que el ascenso de la Inteligencia Artificial es inevitable. Lo único que ha logrado Sarah es patear la lata en la ruta un poco más hacia adelante”. Obsesivo hasta el detalle, fanático de la ciencia aplicada y la exploración científica, empresario exitoso a la manera de un George Lucas, Cameron no dirige pero sin dudas observó todas las etapas de producción con una mirada atenta (a pesar de ello, la información oficial afirma que nunca visitó el set de rodaje, una manera delicada de evitar las presiones continuas sobre el realizador).
Si el creador, en cierto momento de su carrera, les soltó las manos a sus criaturas, ahora parece regresar como un padre cariñosamente riguroso, dispuesto a arreglar aquello que estuvo a punto de romperse. El hombre que reinventó Alien y lo transformó en relato de acción futurista, el cineasta que introdujo las imágenes digitales en el todavía estándar formato fílmico con El abismo, el artista que hizo llorar a toda una generación con Titanic, el prestidigitador que inventó una nueva mitología con Avatar, vuelve como productor al universo que logró entronizarlo como un gigante de Hollywood, lejos ya de sus años de aprendizaje como joven discípulo de Roger Corman. “Supongo que fue una situación inusual, porque no estuve involucrado en lo más mínimo en los tres proyectos previos”, detalló Cameron en una reciente entrevista. “Pero cuando hablé con David Ellison, su visión para esta nueva producción fue básicamente volver a lo básico, retomar el camino de Terminator 2, que es una de sus películas favoritas, y corregir aquello que considerábamos no había funcionado en las otras secuelas. Una de las cosas que nos parecieron obvias al mirar nuevamente esas tres películas fue que debíamos evitar sus errores, no hacer que las cosas fueran demasiado complejas, con saltos temporales continuos y relatos que van y vienen hacia adelante y hacia atrás. Mantener todo muy simple en cuanto a la unidad temporal, que las cosas ocurran en 36 o 48 horas. En las primeras dos películas todo transcurre en menos de dos días y esa es una buena manera de mantener el ritmo y la energía”. Así dichas las cosas, parece ser que el nada oculto destino de este Terminator modelo 2019 es llegar a una gran cantidad de salas y espectadores –incluidos los del enorme mercado de la República de China, país coproductor– e intentar así corregir el pasado.