En uno de sus primeros viajes a Buenos Aires, Serrat fue invitado a cenar a la casa de Mercedes Sosa. Víctor Heredia y Pedro Pablo García Caffi, del Cuarteto Zupay, fueron quienes recibieron, en un par de oportunidades, el pedido de la cantora para que lo invitaran a una reunión en su departamento. Estaban sorprendidos de que aún no se conocieran.
Serrat andaba por Buenos Aires en el auto de Miguel Gila, que por esos días había regresado, junto a su mujer, a España. Era un Torino blanco que estacionó en la puerta de la casa de García Caffi. Unos minutos después llegaron hasta el departamento de Sosa, en Arenales y Bustamante, en Palermo, el primero que se compró —en cómodas cuotas— junto a su pareja, Pocho Mazzitelli.
El ambiente era muy pequeño: solo entraban en el living unas veinte personas. La Negra estaba tan convulsionada con la visita de Serrat que preparó una comilona y también llamó a algunos buenos amigos. Uno de los más prestigiosos fue el pintor Juan Carlos Castagnino. Le habían propuesto que retratara a los participantes: no llegó a dar ni una sola pincelada.
Ni bien llegaron al departamento, Mercedes Sosa, Joan Manuel Serrat, Pedro Pablo García Caffi y su mujer, Silvana, se sentaron en un sillón a conversar. El catalán encendió un cigarrillo y uno de los invitados le disparó una pregunta: qué pensaba del Partido Comunista en Europa.
—El Partido Comunista en Europa está caduco —reconoció, sin disimulo.
Una gran parte de los artistas que frecuentaban la casa de Mercedes Sosa estaban ligados por entonces —o simpatizaban— con el Partido Comunista Argentino. La declaración de Serrat molestó mucho a la cantora, quien reaccionó diciendo que “en su casa no iba a permitir escuchar esas declaraciones”, y algunas otras palabras de enojo.
Serrat apagó el cigarrillo, se puso de pie y caminó hasta la puerta. De repente, se escuchó un portazo. El hijo de Mercedes Sosa, Fabián Matus, que jugaba en su habitación, se sobresaltó y escuchó cómo el bullicio se apagó de repente.
Víctor Heredia y los integrantes del Cuarteto Zupay, entre otros pocos amigos, terminaron en el pequeño departamento del autor de “Todavía cantamos”, mientras masticaban una pizza mala, consternados por el fin, subrepticio, de la noche.
Mercedes Sosa y Joan Manuel Serrat, en cambio, no volvieron a dirigirse la palabra.
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Volvieron a encontrarse, por casualidad, en un concierto, varios años después de aquella velada que terminó con un portazo. El 31 de mayo de 1978 se realizó un festival en el Teatro Coliseo Roberto Clemente de Puerto Rico: Conciertos para un Pueblo. Figuraban además Las Hermanas Castillo y Don Guillermo. El afiche mostraba a Sosa y Serrat, serios, con imágenes de sus rostros en blanco y negro.
Los militares estaban a cargo del poder en Puerto Rico y el encuentro de los artistas era una afrenta a la dictadura de aquel momento. La prueba de sonido lograron hacerla sin problemas pero ni bien arrancó el concierto una tropa llegó al estadio y tuvieron que correr con Mercedes Sosa y Joan Manuel Serrat hacia el aeropuerto y despacharlos en el primer vuelo para que no fueran arrestados. El resto de los integrantes del equipo, todos sus músicos y el público que estaba en las plateas y las gradas del certamen, sin embargo, pasó toda la noche entre rejas.
En el aeropuerto, Mercedes Sosa y Joan Manuel Serrat cruzaron algunas palabras formales. La cantora, arrepentida, le pidió disculpas por aquel episodio, en su casa, de unos años antes.
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La revista del domingo de Clarín promocionaba, coincidiendo con su retorno de a la Argentina, un suplemento especial: “Para recibir al cantante catalán, escriben Eladia Blázquez, Mercedes Sosa y León Gieco. ¡Bienvenido Serrat!”.
Mercedes Sosa arrancaba su columna, dejando de lado, quizás, todos los enconos del pasado: “(…) A lo largo de toda la gira por Centro y Sudamérica que estoy realizando he seguido con mucho interés y con una gran ilusión todas las noticias vinculadas al viaje de Serrat porque considero que él es un artista querido y necesario, que ha tenido siempre una posición lúcida con respecto al país. Lúcida y firme, pues a su gran talento como cantante ha sabido sumarle siempre su sensibilidad de poeta y su comprensión de hombre. Su llegada, sus actuaciones, el suceso que está produciendo son hechos artísticos importantes porque él estuvo siempre cerca de los argentinos, aun en su patria, aun en su exilio. Tal vez sea el único artista español que estuvo tan cerca de nosotros, que actuó en festivales y levantó siempre su voz por nuestra patria. Por eso siento que vuelve a cantar alguien a quien consideramos como un hijo”.
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Mercedes Sosa se enfermó: una depresión, sin disimulos, la tumbó durante meses y meses en 2005. No quería comer, ni trabajar, ni salir de su casa: bajó, en nueve meses, más de 35 kilos.
Los rumores comenzaron a correr. Una mañana en que estaba mejor, poco a poco se recuperaba, sonó el portero. Fabián Matus, su hijo, fue hasta la cocina, y María, la mucama, le dijo:
—Está don Serrat, abajo, y quiere ver a la señora Mercedes.
Le abrió el portero.
El cantante conocía la casa de la Negra y qué ascensor tomar para llegar hasta el departamento de Pellegrini y Arroyo. Pero tomó el de servicio y Matus corrió a buscarlo por el principal: cuando llegó estaba sentado en la cocina.
—Mirá, Fabián, me vine porque estoy muy asustado, llego acá y me encuentro con que los amigos me dicen que tienen secuestrada a Mercedes y de acá no me muevo hasta no hablar o verla.
Matus trató de explicar en qué estado estaba la cantante. Se sintió mal: era la primera vez que alguien lo acusaba, de frente y sin rodeos, sobre los rumores que circulaban. Y quien lo encaraba era nada menos que Serrat.
—No quiere ver a nadie, no es con vos, está mejor pero no quiere que la vean así —le explicó.
—Yo te dije que no me voy de acá hasta que la vea —le respondió Serrat.
Fabián fue hasta el cuarto de su madre.
—Mirá, mamá, está el Nano acá en casa.
—¿Qué? ¿El Nano? No, yo no quiero que me vea…
—Mamá, le contaron esto a él… Esto es algo que se viene diciendo hace mucho, no tiene importancia, pero el tipo te quiere ver porque necesita sacarse la duda…
—Bueno, está bien, llamá a María, que venga a ayudarme a vestir y me arregle un poco.
Mercedes Sosa se puso un vestido, se peinó, se pintó los labios con un poco de rouge. “Llevo meses de este modo, pero Fabián me cuida y espero curarme pronto”, le dijo la artista.
Fabián lo acompañó hasta la puerta:
—Si no me dejábais pasar, pues venía dispuesto a caerte a trompadas.
El último encuentro entre Mercedes Sosa y Joan Manuel Serrat fue cuando se grabó el disco Cantora en 2009. Fue en los estudios ION, donde se preparaban los arreglos de cuerdas: solo faltaba ponerle las voces. Se encontraron una tarde, por más de dos horas, y grabaron diferentes versiones de “Aquellas pequeñas cosas” .
En cuarenta años era la primera vez que grababan, juntos, una canción.
Fue también la última.