Es casi imposible pensar en batallas de freestyle sin que la mente dispare aleatoriamente algún grito insignia de El Misionero. Será una falla en las matrix neuronales, o tal vez una demostración de su sorprendente velocidad, lo único cierto es lo inevitable: “¡Ruiiiiidoooooo!”, “¡Tieeeeempooo!”, “¡¿Estáaaan listos?!”. El autor de las arengas tiene aspecto de luchador cool, y se vista con saco tornasol, pollera, o remera de Guns N’ Roses, Darío Silva pone siempre cuerpo y mente al servicio de la creciente movida del freestyle en habla hispana. Así rotulado por procedencia geográfica -aunque bien podría ser por el acervo filoreligioso de su prédica-, El Misionero es el presentador (o host) de las competencias más importantes que se hacen en la Argentina y Latinoamérica desde hace más de cinco años. Y por supuesto, estará sobre el escenario del Luna Park este domingo desde las 17, en la Final Nacional de la Red Bull Batalla de los Gallos, una cumbre del freestyle.

“Soy rapero desde que me di cuenta de que tenía onda serlo. Pero después vi que me podía sentir identificado con un movimiento y decir cosas que hablando normalmente no podía decir”, analiza. Darío Silva era apenas un chico cuando veía el magnetismo que ejercía su papá pastor para con las audiencias, y soñó con replicarlo para difundir su propia pasión: el hip hop. “Al llegar a la ceremonia se da la bienvenida, y las razones por las que estamos reunidos, que son disfrutar y conectar con los hermanos. Ahí empiezan las alabanzas, y acá también empiezan las batallas de freestyle", sigue. "Hoy es una herramienta de paz, y el público se lo toma así, todos vamos con esa conciencia. Si Jesucristo estuviese en la Tierra ahora, haría freestyle, porque el ministerio de Jesús era callejero, como el hip hop”.

El recorrido de El Misionero empezó como competidor, hasta que en 2013 presentó la Red Bull Batalla de los Gallos nacional, y nunca más se corrió del centro de la escena. Ahora se espera que armonice la ansiedad del público con las voluntades de DJs, visuales, jurado y participantes. Así fue que, en tiempos de YouTube y apogeo de las rimas improvisadas, devino persona pública. Y si bien durante los últimos años el freestyle había cedido algo de terreno frente al avance del trap, el fervor recrudeció con el desembarco de la Freestyle Master Series (FMS). El formato organiza a los países en ligas locales, cuyos mejores exponentes van hacia la clasificatoria internacional, a disputarse en cuatro jornadas –una por cada país participante-, hasta llegar a la final y coronar al mejor freestyler del año entre Argentina, España, México y Chile. La primera jornada clasificatoria se disputó en Valencia, España, y la segunda tuvo lugar en Buenos Aires el último 14 de septiembre, con entradas agotadas y un seguimiento en vivo vía streaming de casi medio millón de personas. “El evento termina ahí, pero sigue en las redes sociales con lo que se viralizó, lo que se dijo y lo que no, con los haters y los que te quieren”, destaca el presentador.

El movimiento sintió esa noche que seguía construyendo una epopeya que le pertenece, y así lo vio El Misionero para el rol de host: “Cada año está en su mejor momento, aparecen nuevos artistas y los pibes suben su nivel", observa. "Aparece gente como Zticma, de México, que no lo tenía, y de repente hizo un batallón increíble contra Kaiser. Los eventos se llenan y la gente está más prendida fuego. Vamos a estar en el mejor momento cuando los que compiten puedan comprar una Ferrari y una casa para sus padres; cuando desde nuestra profesión, que es lo que amamos, podamos transmitir valores, y la economía nos acompañe al mismo nivel”.

-¿La FMS dio el empujón que el freestyle necesitaba ahora?

- A mí siempre me pagaron porque el trabajo de host es diferente, pero antes los pibes no tenían un sueldo. FMS los profesionalizó al mantenerlos trabajando en un campeonato, y logró que todo el movimiento se lo tomara más en serio. Ya no es el jueguito de la plaza o de la esquina, ni siquiera cosa de eventos esporádicos, ahora es algo de todo el año.


-¿En qué medida te sentís parte de ese éxito?

- Yo no vine hace 2 días, estamos hace 19 años. Siempre apostamos a esto, con el legado de generaciones anteriores. Cuando otros pensaban que era una locura, nosotros seguíamos rapeando; cuando no había un peso, organizábamos eventos, traíamos gente de afuera. Le tenía fe, y trabajamos para esto, pero jamás pensé que iba a crecer así. Somos un conjunto que se queda acá, a ver cómo crece lo que sembró.

-¿En qué momento lo viste despegar?

- Hubo un quiebre en 2013, con la internacional Red Bull Batalla de Gallos que ganó Dtoke. Los otros fueron en 2015 y este año. Ahora nos llaman políticos para juntarnos a hablar de campañas. Yo no transo con ninguno, pero ahí ves que estamos llegando a muchos jóvenes. Me gusta que seamos conscientes de que, si bien cada uno se va a mostrar a un campeonato y a luchar por eso, a final de cuentas ganamos todos.

-¿Por qué el freestyle le ganó terreno a otras expresiones que antes se relacionaban más con lo juvenil, como el rock?

- Creo que el hip hop es más simple. Al menos el freestyle. No necesitás ningún instrumento, ni bandita, ni garage, ni sonido, tampoco un talento muy grande para tocar. Simplemente un amigo al lado haciendo beatboxing, y vos expresando lo que sentís. Incluso, si sos un niño-adolescente y tus padres no te dejan hacerlo, podés seguir rimando en tu cabeza. Eso es parte del éxito: acá rimando bien te ganás el nombre. Ayudó mucho la tecnología, también, porque todo se viraliza.

-En la mayoría de las batallas se ve un respeto entre público y participantes difícil de encontrar en otros ámbitos. ¿Cómo se llegó a eso?

- Si bien esto se está haciendo mainstream y más popular, no debemos olvidar los valores del hip hop. Nuestro trabajo es remarcar que no existen fronteras, que nos une la palabra, que no vinimos a gritar por un país sino a valorar el talento. Es una pequeña esperanza: si entre 10 mil personas podemos mostrar respeto a gente de otros países, ¿por qué no trasladarlo a la vida cotidiana? ¿Por qué no podemos hacerlo todos juntos como sociedad? Si eso se ve, es porque estamos haciendo bien el trabajo.


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