En el aire o en la tierra, el domingo 13 de octubre quedó en la historia dorada del deporte mundial de la mano de dos actuaciones memorables de mujeres atletas, que sellaron con su potencia récords que probablemente acompañen a sus disciplinas por mucho tiempo. Por el lado del aire, Simone Biles, la pequeña gigante gimnasta estadounidense, que alcanzó las 25 medallas en Mundiales y se convirtió en la máxima ganadora mundialista, superando también a los varones más laureados. Y por el lado de la tierra, la corredora keniata Brigid Kosgei, quien se consagró en la Maratón de Chicago con nueva plusmarca mundial y se convirtió en la primera mujer en correr la distancia en menos de 2h15m.

Internet ofrece consuelo a quienes nunca se maravillaron en vivo con las destrezas de Simone Biles, que ejecuta mortales y giros con su cuerpo de 1,42 metros y 47 kilos como si no existiera la ley de gravedad. Es posible encontrar allí videos suyos, de cuando era sólo una niña diminuta, pequeña y flaquita, pero tan potente y valiente como la que hoy, a los 22 años, ha salido 19 veces campeona del mundo. Del mismo modo que asombran esas imágenes donde unos mini Maradona o Messi se abren camino hacia el arco a pura gambeta, también deslumbran las volteretas y, especialmente, la determinación de cada salto al vacío y cada mortal de una mini Biles.

Agustina Mignone es entrenadora de la Selección Nacional de gimnasia artística y estuvo en el Mundial de Stuttgart, en Alemania, donde Biles superó el récord que Vitaly Scherbo ostentaba desde 1996. “Tuve el honor de verla entrenar y siempre me sorprendió la naturalidad con que realiza sus ejercicios: para ella, la gimnasia es natural -le explica Mignone a Página/12-. Parece como si nada le demandara esfuerzo ni le afectaran el estrés o la presión. Es como si estuviera siempre en su propio mundo. Sus series son súper difíciles y lo vive como un juego, pero los que conocemos el sistema de entrenamiento de Estados Unidos sabemos que el trabajo allí es exhaustivo: Biles es una gimnasta fuera de serie que tiene la cualidad de hacer fácil lo imposible”.

En Alemania, la gimnasia artística argentina también tuvo su día de gloria: la joven Martina Dominici, de 17 años, consiguió su clasificación olímpica a Tokio 2020 al finalizar 31ª en el All around individual, con 52.432 puntos. Como el resto de los mortales, Dominici también admira a la estadounidense: el año pasado, en el Mundial de Doha, la vio por primera vez y recuerda que, una vez en el estadio, sólo quería sacarse una foto con ella. En la imagen, tesoro que la deportista de Vicente López compartió con este medio, se las ve a ambas felices, de azul, y a Biles con su inconfundible sonrisa.

Martina Dominici, en el centro de la imagen, junto a la sonriente Simone Biles y otras gimnastas.

“Es simpática y divertida -asegura Dominici-. Todo lo que hace es buenísimo y nadie iguala su nivel: tiene tanta o más fuerza que los varones, puede caerse dos veces en una rutina e igualmente salir campeona… Es de otro mundo. No creo que ninguna gimnasta le tenga envidia: ver competir a Biles es muy emocionante”.

Ver de cerca a la atleta Brigid Kosgei corriendo también debe ser conmovedor. Tanto, quizás como esa encrucijada biográfica que debió trascender para ser deportista, allá por los 2600 metros de altura del Gran Valle del Rift keniata. Fue hace siete años, cuando la echaron de la escuela porque en su casa no alcanzaban a pagar el colegio. La salida, como le confió a "Daily Nation" en una nota, fue soñarse corriendo una maratón.

De ese sueño al tiempo de 2h14m04 con el que bajó la plusmarca mundial femenina de la prueba (la británica Paula Radcliffe reinaba los 42k desde 2003), la keniata salió siempre primera o segunda en ocho de las nueve maratones que corrió. En abril de este año, la corredora de 25 años ya se había convertido en la mujer más joven en ganar la prueba en Londres, con un tiempo de 2h18m20.

La diferencia de cuatro minutos entre un tiempo y otro ha sido relacionada a su calzado: en Chicago, Kosgei utilizó la última versión de unas zapatillas que la marca deportiva Nike ha perfeccionando para el atletismo. De hecho, en los últimos 13 meses, ese calzado acompañó los mejores cinco registros del maratón masculino en su historia. Incluso la propia Asociación Internacional de Federaciones de Atletismo (IAAF) ha abierto un comité técnico para estudiar el calzado y llegar a una determinación.


Lo que no se discute es la velocidad y la voluntad con que Kosgei se hizo y se hace camino en su andar. La argentina María Regina Scarpin, que sobresalió con un tiempo de 2h45m44s en la prueba en Chicago (finalizó 61ª entre las damas), estuvo allí. “Para mí, que soy atleta amateur, fue impresionante tenerla tan cerca, entrando en calor al lado nuestro. Cuando mis amigos me dijeron que había hecho el récord, me pareció increíble haber podido estar en ese momento y en ese lugar”, le cuenta a Página/12 la entrerriana, que forma parte de un grupo de alto rendimiento y pudo ver en vivo a la keniata.

Scarpin captó la razón que quizás sea una clave del rendimiento deportivo elevadísimo de Kosgei, también aplicable a las maravillas de Biles. Quizás la fe en ellas, desde la sonrisa y los ojos de quienes les aplauden sus labores, sea una variable también esencial para estas mujeres. “No sé la estrategia con que Kosgei planteó su maratón, pero ya a mitad de carrera tenía ritmo para quebrar la plusmarca -señala la corredora argentina-. La gente, mientras pasaba, la aplaudía y la alentaba, diciéndole que estaba en tiempo de récord mundial. No sé si fue crucial, pero hasta ella dijo que eso le dio mucha energía”.

Informe: Malva Marani.