Vaya momento eligió el azar para que el Boca de Gustavo Alfaro vea caer un invicto de 15 partidos (ocho meses) como local. A tan sólo 96 horas del crucial choque de vuelta de semifinales de Copa Libertadores ante River, el triunfo de Racing en la Bombonera del viernes por noche
encendió las alarmas xeneizes porque -a pesar de que para enfrentar a la Academia el DT dispuso una alineación decididamente alternativa- la falta de reacción a la hora de ir en busca del empate ubicó el foco en las dificultades que tiene Boca a la hora de concretar en el área rival. Una deficiencia que se viene repitiendo, más allá de los diferentes apellidos que rotan en su frente de ataque.
Si la historia de Boca durante este semestre fueron los récords de valla invicta que batió Esteban Andrada se debe a que, más allá de las grandes atajadas del uno xeneize, hubo también una disposición táctica que facilitó su tarea. Algo que se refleja no sólo a la hora de contar goles en contra (cinco en 16 partidos), sino también en tantos a favor (sólo 17).
La imperiosa necesidad de ir al frente para revertir el 0-2 copero sufrido en el Monumental se torna todavía más irrealizable en el imaginario colectivo cuando se atiende a los números más recientes: seis goles en los últimos nueve encuentros. Por caso, frente a Racing, tras irse en desventaja al entretiempo, Boca revirtió los roles de la primera parte, se hizo dueño de la pelota (67 por ciento de posesión en el complemento contra 39 en el primer tiempo) y testeó su fortuna a la hora de probar al arco adversario, una postura que podría anticipar la que tomaría el Xeneize frente a River. Sin embargo, esa suerte, claro está, le resultó poco favorable: 9 remates intentados de los cuales sólo uno fue al arco.
A pesar de ser preso perpetuo del estereotipo -muchas veces justificado- de entrenador defensivo, la primera mitad del año de Alfaro en Boca no fue para nada carente de festejos: 1,53 goles por encuentro y 2,09 de local. Cifras que de julio en adelante se transformaron en 1,06 y 0,85 respectivamente. Entonces, ¿qué cambió en este Boca para sufrir semejante caída?
Por lo pronto, el funcionamiento colectivo ya no es el mismo: con el cambio de temporada, Boca no sólo fue retrocediendo en el campo sino que también fue perdiendo cohesión entre sus partes, algo que se expuso como nunca cuando el que estuvo enfrente fue el elaborado equipo de Marcelo Gallardo. La incesante llegada de refuerzos y partida de jugadores hicieron lo suyo para que el once titular xeneize sea uno en constante formación. Víctima de ello fue, por ejemplo, Iván Marcone quien, aunque lejos de su gran nivel de Lanús, ve como todos los partidos cambia su partener en el mediocampo.
La salida de Darío Benedetto y las reiteradas lesiones de Ramón Abila (goleador del ciclo Alfaro junto a Mauro Zárate con diez tantos cada uno), tampoco le hicieron algún favor para enderezar la mira en ataque; mientras que la baja en los niveles individuales de Sebastián Villa y Carlos Tevez, y los aportes todavía irregulares de los jóvenes Alexis Mac Allister, Agustín Obando y Nicolás Capaldo no colaboran en la búsqueda de salvadores.
Sin embargo, quizá el cambio más importante de esta versión primaveral de Boca es que ha perdido la siempre cálida compañía de los buenos resultados. Una que, de volver el próximo martes, se impondrá a cualquier análisis previo.