Rindo mi sentido homenaje a las madres todas. A las del corazón, a las que no tuvieron hijos por circunstancias de la vida, a las madres del dolor, a las que luchan día a día por hijos con enfermedades terminales o con capacidades diferentes, a las que disfrutan esos maravillosos seres, su mejor creación. Pero especialmente en este tiempo de cambios y replanteos, pretenciosos de movilizar nuestras neuronas, necesito rendir homenaje a la mujer que antes de quedar embarazada, antes de asumir la maternidad en toda su magnitud, piensa, razona, y decide en consecuencia. Planifica la llegada del niño porque ha madurado lo suficiente como para comprender la importancia de una vida, una vida que es tal cuando el óvulo y el espermatozoide en su danza inmortal se unen para darle origen. Una vida a la cual se va a amar más allá de ellas mismas, a la que se le va a poder brindar la dignidad necesaria para un crecimiento natural, sano, libre, acompañado de ese amor sin final. A esa mujer, madre potencial, que resuelve la llegada de un hijo sin saber aún si la naturaleza se lo permitirá, pero que ya lo tiene en sus más caros anhelos y que sabe esperar el momento justo de su posible llegada, para no verse obligada a detractar o interrumpir su trayecto jamás, la saludo junto a todas, con el mayor de los respetos y una sensible emoción.

 

Edith Michelotti