Una mujer contempla las ruinas de la casa donde vivió doce años con su expareja. “Cuando algo se esparce en miles de partículas ya no hay manera de volver a componerlo. Estas remeras tendrían que ser de mi primer bebé, que ahora sería el hermano mayor. ¿Existiría Ian si él no se hubiera ido?”, se pregunta mientras guarda la ropa y objetos de lo que fue su hogar en cajas, con “la mano rara” que “tiene cicatrices y conciencia de que su patológica extravagancia podría generar asco”. La ironía feroz, intensificada por la rabia y la tristeza, es su mejor arma. Una cuchilla afiladísima que le permite cortar de cuajo los discursos y paradigmas tradicionales. “Todos los días vuelvo a razonar que la familia no es la cajita feliz que compramos con la comida rápida”, reflexiona la protagonista de Rara (Emecé), la primera novela de la escritora y psicoanalista Natalia Zito, autora del libro de cuentos Agua del mismo caño, que adaptó para teatro con el título El momento desnudo, que se presenta los viernes a las 22.30 en el Teatro Paraje Arteson (Palestina 919).

Como la protagonista de Rara, Zito se separó hace unos años y se mudó de la casa en Escobar, a la que le dedicó la novela. “Tuve que dejar de lado mis prejuicios hacia la ‘literatura del yo’ y la catarsis, y ponerme a escribir lo que me pasaba –recuerda la escritora y psicoanalista en la entrevista con Página/12-. Me puse a escribir un diario con la esperanza de que en algún momento se convirtiera en una novela. Una vez que ya me había mudado y había pasado bastante tiempo me dije: vamos a hacer una novela con esto. Así fue cómo empezó y me apuré a terminarla cuando quedé embarazada de mi segunda hija, que es hija de mi pareja actual”.

-¿A qué te referís con que tuviste que dejar de lado tus prejuicios hacia la “literatura del yo”?

-La literatura no es catarsis, escribir no es una cosa catártica, aunque hay momentos catárticos. Si alguien se queda en el escribir para desahogarse, el desahogo nunca es una construcción. La catarsis en sí no es nada más que una descarga. Si uno quiere convertir eso en otra cosa, hay que hacer otro trabajo. Yo escribo sobre lo que conozco, sobre lo que tengo cerca, pero no quería que fuera solo eso; no alcanza para una novela escribir “sobre lo que me pasó”. Ese tipo de literatura no me interesa.

-¿La rareza de la mano de la protagonista de dónde viene?

-Tiene que ver con exorcizar la rareza de mi mano. Cuando tenía once meses, puse la mano en una estufa de gas y me quemé. Lo de “la mano rara” estuve a punto de sacarlo de la novela porque me parecía poco ocurrente. Ojalá mi mano rara tuviera esos poderes y esas cosas vengativas que tiene en la novela (risas).

-¿En la ficción todo vale?

-Javier Daulte tiene una frase muy linda. Él dice que el teatro puede ser cualquier cosa mientras que no sea cualquier cosa. Yo la aplico a la ficción, que puede ser cualquier cosa mientras tenga una lógica interna y no sea cualquier cosa. Rara se convirtió en una novela cuando dejé que la protagonista sea la que es y no la que yo quería que fuese.

-El fuego tiene mucha importancia en la novela y aparece mencionado un texto del escritor Juan José Millás, que trabaja mucho con los objetos. ¿Buscaste que los objetos tuvieran como “vida propia”?

-El libro de Millás se llama Los objetos nos llaman y yo tuve una época -no me acuerdo si coincidió con la escritura de la novela- en la que leía textos que tuvieran que ver con los objetos. Me llama mucho la atención cómo uno carga de significados a los objetos. En el primer boceto de la novela, cada capítulo iba a ser sobre un objeto: la bandeja, la cafetera; pero después me resultó insostenible porque era una estructura muy encorsetada. Colecciono máquinas de escribir y me acuerdo la época en la que estábamos comprándolas. Tengo una pared en casa con las máquinas colgadas. Mi viejo era abogado penalista, y yo iba al estudio de chica y hacía como que escribía.

-¿Por qué coleccionás máquinas de escribir?

-Me gustan los objetos antiguos, pero la máquina de escribir de mi papá siempre fue algo que quise conservar. De hecho la tengo. Un día, no me acuerdo bien cómo, mi pareja me dijo: “podríamos comprar un par de máquinas y ponerlas en esa pared”… Y me empecé a entusiasmar y fue lo primero que compramos entre los dos. Aunque yo soy la que escribe, él sabe más de la historia de cada máquina.

-Conectarse a la madre parece imposible porque es el modelo contra el que ella pelea. ¿Qué le impide poder enlazarse con alguien?

-Ahí está la clave. Tal vez la relación con la madre es la columna vertebral de la novela. La madre es lo que ella no pudo ser, la madre tiene la fuerza que ella no tiene. Si ella no hubiera perdido un bebé, hubiera podido seguir viviendo de la ilusión del sueño burgués. Hay mujeres que dicen: “Me voy a embarazar en marzo” para parir en tal fecha por el trabajo… Las escucho y pienso: "Si les sale, ¿quién les quita la ilusión de que están manejando las cosas?" Hay mujeres que no pueden manejar nada. Como ella perdió un embarazo, siente que es menos madre que su madre. A lo único que puede aferrarse es al recuerdo de su hijo.

-¿Por qué siente que es una “mala” madre?

-Los ojos de su ex no le devuelven satisfacción con su lugar de madre. No es que el ex crea que ella es mala madre, sino que como tiene tantas cosas en la cabeza piensa que está distraída de su función principal, que sería ser una madre edulcorada.

-La pregunta sería qué significa ser una “mala” madre.

-No lo sé, no me atrevería a dar una definición de lo que es una mala madre. En la medida en la que podamos hablar cada vez más de ese lado B de la maternidad, vamos a ser más genuinos, más humanos. Hay gente que todavía me sigue preguntando si el instinto materno existe. ¡No, por supuesto que no!

-¿Hay que deconstruir también la maternidad?

-Claro, hay que deconstruir la maternidad. Cuando me preguntan por qué escribo, siempre uso la definición de Patti Smith, que dice que escribimos porque no podemos simplemente vivir. No me alcanzaría con mis hijos, también necesito escribir. No me alcanzaría con escribir, también necesito a mis hijos. ¿Por qué es polémico decir que con mis hijos no me alcanzaría? Es polémico porque estamos acostumbrados a ese discurso que plantea que la mujer está realizada cuando tiene hijos.