Desde Pingyao, República Popular China
Jia Zhangke pasó gran parte de los últimos veinte años llevando sus películas a los principales festivales de cine del mundo. En uno de esos viajes se dio cuenta que toda esa experiencia – los miles de kilómetros recorridos, las centenares de entrevistas, las decenas de negociaciones con productores y distribuidores- tenía que servir para algo más que acumular prestigio. Fue entonces que el realizador de Platform, 24 City, Lejos de ella y Esa mujer decidió crear su propio festival en Pingyao, un enclave cargado de historia ubicado a 600 kilómetros al sudeste de Beijing y a 50 de Fenyang, su ciudad natal. Con tres ediciones a cuestas, la última de ellas finalizada este sábado, el Pingyao Crouching Tiger Hidden Dragon International Film Festival (PYIFF) nació con la idea de tender puentes entre las filmografías orientales y occidentales, un desafío enorme teniendo en cuenta las enormes diferencias que separan ambas culturas. Pero una mayoría de funciones con entradas agotadas y todas las charlas de los invitados especiales (los directores Kleber Mendonça Filho, Takashi Shimizu y Zhang Yimou fueron los principales) rebosantes de público muestran que el objetivo viene cumpliéndose.
“No solo llegaron estudiantes de cine de todo el país, también fanáticos que no sabían qué ver y se metían a la primera proyección que encontraban”, dice Zhangke durante la entrevista con Página/12 realizada en uno de los salones VIP del Festival Palace, el complejo que sirve de epicentro del evento, y agrega: "Los jóvenes vienen a Pingyao para ver un cine más diverso que el de la cartelera comercial, en especial el proveniente de países desconocidos como Guatemala o Senegal. En muchos casos es la primera vez que ven una película de esos lugares. Esa es una de nuestras metas, porque las producciones europeas o estadounidenses son relativamente accesibles aquí. La idea es abrir los ojos de nuestra audiencia”.
-¿Cuáles son las perspectivas de aquí en adelante?
-Nuestro acuerdo inicial con el gobierno contemplaba tres años de apoyo económico. Por eso necesitamos obtener dinero del mercado, algo en lo que soy muy optimista porque ya para esta edición pudimos hacer buenas alianzas comerciales con nuevos sponsors. El periodo de tres años es como una curva de aprendizaje: al principio necesitábamos apoyo, pero ahora queremos ser autosuficientes para tener mayor independencia. En China hay varios festivales que dependen del gobierno y tienen una atmósfera “oficial” que no consideramos saludable. Nosotros elegimos asociarnos con el Estado pero manteniendo la libertad. Es difícil, pero estamos trabajando duro para lograrlo.
-Al tema económico se suma que la censura es parte del régimen de Xi Jinping. ¿Cómo maneja esa cuestión?
-Soy el encargado de comunicarme con los “revisadores” de contenido. En la mayor parte de los casos no tuvimos problemas, pero algunas películas requirieron más trabajo de mi parte, como por ejemplo Wet Season. Invertí mucho tiempo explicándoles la importancia de cada una de ellas, y creo que los resultados fueron satisfactorios porque seguimos rompiendo barreras. Por ejemplo, Howling Village, que estuvo en la sección Nocturna, es la primera película de terror japonesa que se ve en una pantalla china. A veces las discusiones son muy intensas, pero los resultados son positivos.
-Wisdom Tooth, que ganó el premio a Mejor Director, tiene varios puntos de contactos con sus películas. ¿Se siente una referencia para los realizadores jóvenes?
-Hubo un periodo del cine chino donde emergieron varias películas con un estilo similar a las mías. Pero no siento que me estén imitando. Lo que pasa es que tanto esos directores como yo vivimos en el mismo país y compartimos la misma realidad, los mismos problemas, las mismas preocupaciones. Muchos de nosotros prestamos atención a cómo es la vida diaria aquí, salimos y escuchamos la calle. He estado filmado por más de veinte años y se siente bien servir de referencia para los jóvenes, pero ellos tienen sus propias inquietudes. Si uno ve los proyectos de la sección Work in Progress, se nota que hay una sensibilidad distinta a los cambios del país.
-Es un documental escrito por tres autores chinos muy importantes, Jia Pingwa, Yu Hua y Liang Hong, nacidos en las décadas de 1950, 1960 y 1970, respectivamente. Ellos cuentan sus historias personales en relación con la literatura y la realidad con la idea de armar una suerte de retrato de la vida espiritual china de los últimos setenta años. Después de hacer películas por tantos años, llegó un momento en el quise indagar en cuestiones históricas relacionadas con nuestra vida moderna. La idea es dar una mirada sistemática de lo que este país y su gente han tenido que atravesar desde 1949, incluso aquellos hechos y eventos no muy conocidos. Muchos parecen olvidar de dónde venimos, el dolor que atravesamos cuando, por ejemplo, éramos tan pobres que no teníamos nada y nos daban cupones para comprar cosas tan básicas como tofu. Últimamente siento que escucho una voz que propone que China retroceda. Es una llamada que quisiera resistir porque no hay nada que quiera menos que vivir de nuevo en ese pasado. Quiero un país moviéndose progresivamente hacia una sociedad más abierta y libre.
-Usted estuvo en la Argentina para presentar su primer largometraje, Xiao Wu, en la primera edición Bafici, en 1999. ¿Qué recuerda de aquella experiencia? ¿Tiene algún conocimiento sobre el cine argentino contemporáneo?
-Francamente, no he visto cine argentino en los últimos años, algo que espero poder revertir pronto porque sé que allá se hacen cosas muy interesantes. Recuerdo con mucho cariño mi visita a la Argentina. En ese festival había un chico que me acompañaba que se llamaba Diego. En ese momento era un estudiante de cine muy joven, pero apenas dos o tres años después me lo crucé en el Festival de Toronto con su primera película (NdeR: se refiere al realizador Diego Lerman y Tan de repente). Argentina es un país con mucha creatividad. Hace unos años me impactó mucha una película que no recuerdo su nombre pero sí que empezaba con plano largo arriba de un bote en que degollaban una cabra (NdeR: habla de Los muertos, de Lisandro Alonso). No sé qué estará haciendo ese director ahora, pero me gustaría ver sus trabajos posteriores.