Un espacio grande, de hormigón y cemento alisado. Escaleras, tres pisos. La obra está puesta como una gran pecera. Se ve desde afuera, en la gran vidriera. Una vez dentro de la galería, hay que dar toda la vuelta para volver a verla, pero ahora sin vidrio de por medio. Cada mirada tiene una gracia diferente: desde afuera y tras el vidrio, es una mirada desde arriba, donde las formas se ubican debajo de nuestros pies, como el mundo marino. Una vez dentro de la galería, nos quedan casi a la altura de los ojos y la tentación de tocarla es difícil de ignorar. Todos esos colores saturados de texturas ambiguas y alegres, conformadas por líneas, cientos miles de líneas. Son líneas de plástico, nacidas de una profunda búsqueda del artista Gaspar Libedinsky para encontrar el material exacto que le permita componer objetos, hacer una instalación, en los que el material también construya la arquitectura de la obra.
El origen de las especies es una instalación site specific en la que el plástico deviene coral, muta en ondulaciones que simulan ser mares y montañas, paisaje marino de colores vibrantes y asombrosas formas que parecen, por momentos, tener poros y generar intereacciones con el medio ambiente, a pesar de su estructura plástica.
Afirma el artista: “Son tres vidas garantizadas: primero modo botella de gaseosa, luego reciclado a cerdas sintéticas agrupadas en packs para ser insertadas en escobillones domésticos. Finalmente estos packs son reorganizados como vegetación”.
La instalación El origen de las especies propone pensar las posibilidades de la materia, la potencialidad de la sustancia, la virtualidad de las múltiples formas. En este caso concreto, es el pasaje de un material totalmente industrial, módulos plásticos de colores, que a través de un diseño nuevo, cambia a tal punto su lenguaje que su misma materialidad parece estar en juego. La forma parece eclipsar el contenido, aunque sólo para los ojos. Porque resulta interesante que justamente esas formas orgánicas, esa belleza que se presenta intacta, provenga de una historia tan larga como artificial. Las aristas conceptuales son políticas: plantear la posibilidad de un retorno a una vida armónica con el medio ambiente, aún con la presencia de factores industriales, pero con cuidados básicos que permitan una ecología de características posmodernas: un pasaje permanente entre lo orgánico y lo inorgánico, y viceversa, sin dañar el medio ambiente, en un reciclaje contínuo.
Los módulos plásticos que conforman el paisaje marino están hechos con material PET, un tipo de plástico muy usado en envases de bebidas y textiles. Los primeros en producirla fueron los científicos británicos Whinfield y Dickson en 1941 quienes lo patentaron como polímero para la fabricación de fibras. Había una necesidad clara: en plena Segunda Guerra Mundial apremiaba la necesidad de sustituir el algodón proveniente de Egipto para construir materiales contenedores, que reemplazaran la fibra del algodón. A partir de 1946 se empezó a utilizar industrialmente como fibra, uso textil que continúa hasta el presente. También se usa para envasar alimentos y para la fabricación de botellas. Es un material que puede reciclarse por completo y volver a utilizarse: producción de botellas, distribución, uso, residuo, reciclaje en el que se transforma en una resina PET virgen, lista para volver a tomar la forma que la industria quiera y volcarse nuevamente al ciclo de consumo.
En el caso de Libedinsky, el material elegido fueron las cerdas de los escobillones. Escribe el artista: “La naturaleza es conquistada por el plástico. Mares y montañas de plástica. Puede el plástico evolucionar como vida? De elemento 'marginal' a objeto de deseo. La era del Antropoceno en la que el accionar del humano modifica el entorno natural. Una biodiversidad compuesta de nuevas especies de vegetación diseñadas. Un arrecife de corales invita a una experiencia inmersiva hecha de 100 % PET. El Artificio evoluciona para conformar una futura Naturaleza.”
La instalación está realizada en grupo, cuenta con una gran equipo de trabajo, coordinado por Gaspar y a quien él agradece y menciona en todos los espacios: Elia Gasparolo, Juan Griffi, Tomás Albano, Federico Krieger, Kevin Bukovac, Mara Verena, Brenda Manassero, Ludmila Paroldi, Lorenzo Trepat, Marcela Chediack, Juana Gandino, Evelin Resia, Jonás Perea Muñoz, Roberto Paredes, Andrea Napolitano, Martín Truffat, Roxana Scorchelli, Delfina Vetcher, Mónica Testoni, Nicole dos Santos Ini, Flavia Canelo, Eli Ausa y Marín Diez.
Es que la era del Antropoceno no es una era de individualidades ni de acción sin conciencia. Si el planeta Tierra quiere seguir existiendo, será necesario- tal como parece sugerir Libedinsky con su instalación- que las políticos, o más específicamente, las políticas públicas convoquen a artistas para gestionar alianzas más lúcidas, creativas y ecológicas entre inter-reinos.
El origen de las especies de Gaspar Libedinsky se puede visitar en Galería Praxis, Arenales 1311, Ciudad de Buenos Aires. Hasta el 11 de noviembre.