La Unión Europea (UE), la justicia y el parlamento británico tendrán que decidir esta semana si el primer ministro Boris Johnson es acusado de violar la ley, si el Reino Unido sale del bloque europeo el 31 de octubre o si se embarca en una cuarta prórroga. Un breve contexto para una semana que promete una vez más ser definitoria.
En un sábado rocambolesco, Johnson perdió la sexta votación parlamentaria al hilo desde que asumió a fines de julio y se vio obligado a enviar una carta a la UE solicitando una extensión de la fecha de salida. Siendo Boris Johnson y para evitar la humillación de solicitar una extensión después de decir que el Reino Unido saldría el 31 cueste lo que cueste (“do or die”), recurrió a un ardid. En vez de una, envió tres cartas, inaugurando un nuevo subgénero: la novela epistolar-diplomática.
La primera carta solicitaba la extensión que exigía la ley y la enviaba “el primer ministro del Reino Unido”, pero no tenía ni el nombre ni la firma de Johnson. La segunda era del embajador británico en el bloque europeo explicando la decisión. Y la tercera la enviaba y firmaba Johnson recomendando a la UE que no otorgase la extensión que solicitaba en la primera sin su firma y nombre porque “no iba a servir de nada”.
Este lunes la justicia escocesa decidió seguir vigilando e intervenir si Johnson intenta rechazar una eventual prórroga ofrecida por la Unión Europea. Este lunes el gobierno presentó ante la Cámara de los Comunes el acuerdo a que llegó Johnson con la UE el jueves pasado. Pero el presidente de la Cámara de los Comunes vetó esta iniciativa gubernamental precisamente porque el parlamento decidió suspender toda votación hasta que no se aprueba la Ley de Salida de la Unión Europea.
¿Capricho parlamentario, obstruccionismo opositor? La ley es fundamental para que el acuerdo se pueda incorporar a la legislación británica: si no se aprueba una Ley de Salida para el 31 de octubre, el Reino Unido abandonaría la UE sin acuerdo, es decir, con un Brexit duro de máxima separación con el bloque europeo.
Los parlamentarios no confían en Johnson, sospechan una oscura maniobra para lograr por las buenas o las malas un “hard Brexit”. En caso de que el presidente de la Cámara no de lugar a los deseos del gobierno, el oficialismo buscará apurar la aprobación de esta Ley de Salida, pero los tiempos del parlamento pueden ser barrocos: no es fácil lograr una aprobación express de una ley tan compleja y trascendental.
La UE ha indicado que esperará hasta el jueves para saber si el parlamento logra salir de su laberinto y conceder o no la extensión solicitada por Johnson que postergaría la fecha de salida hasta el 31 de enero de 2020.
Son tantas las variables que sería insensato hacer un pronóstico con aspiraciones infalibles: no lo hace ningún comentarista en el Reino Unido. Pero faltan 9 días para el 31 de octubre: incluso en este barroco laberinto que es hoy el Brexit, la fecha marca un límite que requerirá definiciones fuertes en los próximos días, aunque, ay, quizás ni siquiera así resulten definitivas.